Herencias de tierras: preferencias, incertidumbre y eficiencia

En esta entrada discutimos los resultados de un trabajo reciente en el que exploramos, desde una perspectiva de la economía del comportamiento, posibles causas para explicar la división fincas en Colombia.

Durante el siglo pasado el tamaño promedio de las fincas aumentó sustancialmente en los países desarrollados, en buena medida, debido al aumento de la productividad mediante la mecanización de los procesos de producción. Al mismo tiempo, en los países en desarrollo se ha venido reduciendo el tamaño promedio de las fincas (Lowder, Skoet y Raney, 2016). Este fenómeno sugiere que estamos dejando de aprovechar algunos beneficios del progreso tecnológico sobre la productividad de nuestro campo.

En contextos con mercados completos la asignación sobre el uso de la tierra no depende de quién posee los derechos sobre su propiedad, pues los actuales dueños pueden arrendar o vender la tierra a agricultores más productivos que ellos mismos. Sin embargo, en países como Colombia, una débil aplicación de los contratos, la incertidumbre sobre los derechos de propiedad, y el limitado desarrollo de los mercados financieros dificultan el funcionamiento de los mercados de venta y alquiler de tierras (Besley y Ghatak, 2010; Deininger, 2003; Macours, De Janvry y Sadoulet, 2010).

La incompletitud de los mercados de tierras dispara un círculo vicioso: como los mercados no funcionan bien se reducen las transacciones de tierra, y a su vez un menor número de transacciones hacen que el mercado pierda su capacidad como generador de información, haciéndolo menos atractivo para tenedores de tierra y agricultores. En este contexto mecanismos de asignación de la tierra se vuelven relevantes. Por ejemplo, en Colombia entre 2010 y 2013, solo un 9,1% de los hogares en la muestra rural de la ELCA adquirió tierras. De estos, casi la mitad lo hizo por medio de herencias (Ibáñez and Montenegro-Helfer, 2014).

A pesar de la importancia de estos mecanismos ajenos al mercado, sabemos poco sobre los factores que afectan este tipo de transacciones. Por esta razón diseñamos y ejecutamos un experimento de campo (lab-in-the-field experiment) con el propósito de entender mejor la relación entre la valoración de la tierra más allá de su valor productivo, la incertidumbre sobre el valor de la tierra, y la eficiencia de los arreglos que llevan a dividirse, o no, las tierras heredadas.

Respecto a la valoración de la tierra, en las sociedades agrarias es importante tener en cuenta, además de su valor productivo, su importancia política y simbólica. La propiedad de la tierra proporciona poder político y estatus social (Bonnemaison, 1984; Edney, 1976; Galor, Moav & Vollrath, 2004; Robinson y Baland, 2008; Selvadurai, 1976), y genera un sentido de identidad y arraigo (Agarwal, 1994; Stavenhagen, 2006). Nos referiremos a estos atributos de la propiedad de la tierra como el “valor afectivo” de la tierra.

Por otra parte, los contextos agrícolas de países en desarrollo, caracterizados por tener aseguramiento incompleto, e información incompleta y asimétrica sobre los mercados de tierras, realzan la importancia de la incertidumbre en el valor de la tierra. En primer lugar, la exposición a choques climáticos y la volatilidad en los mercados generan incertidumbre en la rentabilidad agrícola. En segundo lugar, mercados de tierras delgados, informales y segmentados, junto con la falta de información sobre transacciones y precios, obstaculizan la evaluación que los herederos pueden hacer sobre el valor de la tierra.

En nuestro experimento de negociación manipulamos directamente la incertidumbre sobre la productividad (y por lo tanto la valoración no afectiva) de la tierra, e incluimos una variación que nos permita validar la importancia del valor afectivo de la tierra. Este es un resumen de las reglas de nuestro juego:
• Dos jugadores, con productividades (A)lta y (B)aja, heredan una finca conformada por nueve parcelas como las mostradas abajo; y cada jugador hereda una cantidad idéntica de fichas, que podrá utilizar en la negociación.
• Los jugadores negocian, por 5 minutos, cómo dividir la finca heredada. Cada parcela le da a su propietario, al final del juego, el lanzamiento de un dado que simboliza la producción con incertidumbre. Ambos jugadores tienen incentivos a quedarse con tantas parcelas como puedan, pero como el Jugador A es más productivo que B (i.e., sus dados contienen números más altos), el Jugador A tiene incentivos para ofrecer fichas a cambio de parcelas.
• Durante la negociación, los jugadores A y B se comunican simultáneamente, cualquiera de los dos puede hacer ofertas provisionales, pero una oferta provisional no fija los resultados hasta que sea aceptada bilateralmente. Si los jugadores no llegan a un acuerdo en los 5 minutos disponibles, cada jugador mantiene sus fichas iniciales, recibe cuatro parcelas, y la novena parcela se destruye (en el juego decimos que es “el costo del abogado”). Este resultado sin negociación exitosa es la opción de salida.

Utilizamos el modelo de negociación de Nash para obtener las predicciones del juego. Este modelamiento teórico se enfoca en cómo dividir el excedente generado por una negociación exitosa. En nuestro caso, el modelo predice que el Jugador A se queda con las nueve parcelas a cambio de darle todas sus fichas al Jugador B. La solución igualitaria de la negociación predice que el Jugador A se queda con siete parcelas, entregando a cambio el 80% de sus fichas. Por último, si a la valoración productiva de cada parcela le añadimos el valor afectivo, el modelo de negociación de Nash predice que el Jugador A se queda hasta con cinco parcelas (entregando la mayoría de sus fichas), cuando el valor afectivo es lo suficientemente grande.

¿Cómo hacemos para falsificar la predicción de que las asignaciones igualitarias de tierra son el resultado de un alto valor afectivo por la tierra? Aquí es donde irrumpe una de las dos fuentes de variación exógena en el juego: introducimos un tratamiento en el que restringimos las divisiones de tierras, permitiendo únicamente las asignaciones en las que uno de los dos jugadores conserva todo el terreno. En este tratamiento la única forma de dividirse la finca es mediante la opción de salida. Si la valoración afectiva de la tierra es positiva, entonces los jugadores preferirían no llegar a un acuerdo con tal de mantener cuatro parcelas de tierra.

¿Cómo variamos la incertidumbre en la productividad de las parcelas? Como un lector perspicaz habrá sospechado, variamos la dispersión de los posibles resultados del dado. Duplicamos la varianza entre un tratamiento y el otro, haciendo que la producción sea más riesgosa para los dos jugadores en uno de los tratamientos.

Llevamos a cabo nuestro experimento en zonas rurales de ocho municipios de Santander y Norte de Santander, con un total de 256 participantes. El Gráfico 1 resume los resultados: cuando las divisiones de tierra son permitidas, en 75% de las negociaciones los jugadores optan por las divisiones de tierra más igualitarias (el Jugador A conserva 5 y 4 parcelas en 48,4% y 26,6% de los casos, respectivamente). La asignación eficiente, en la que el Jugador A conserva toda la parcela, solo ocurrió en el 10,9% de los casos.

Gráfico 1. Distribución de asignaciones de tierra y transferencias

Nota: los círculos representan un acuerdo en términos una división de tierras (eje horizontal) y una transferencia de fichas (eje vertical). El tamaño de los círculos representa el número de observaciones con cada acuerdo. Las barras grises representan la distribución de las transferencias, para cada asignación de tierra.

Si bien estos resultados parecieran sustentar la hipótesis del valor afectivo de la tierra, los resultados cuando las divisiones de tierras no son posibles no corresponden a dicha predicción: en 67,2% de los casos el Jugador A se queda con toda la parcela, y solo en una de las 64 negociaciones los jugadores no llegaron a un acuerdo.

Respecto a la incertidumbre, la fuerte tendencia por las divisiones igualitarias de tierra resulta en que incrementos en la incertidumbre solo tengan efectos sobre la eficiencia de las asignaciones cuando las divisiones de tierra no son posibles. En ese caso, el incremento en la incertidumbre de la productividad de la tierra reduce la eficiencia de las asignaciones, al incrementar en 22 puntos porcentuales la probabilidad de que el Jugador B conserve toda la parcela.
Como la evidencia sobre el valor afectivo no fue concluyente, replicamos el experimento con una muestra de 120 estudiantes universitarios en Bucaramanga y encontramos resultados similares, con una fuerte tendencia hacia las divisiones de tierra cuando es posible hacerlo (un 78% de las veces), y la ausencia de negociaciones fallidas cuando no es posible dividir la tierra. Las similitudes en las distribuciones de tierra entre la muestra de estudiantes y la muestra de campesinos sugieren que las divisiones de tierra, en el contexto de nuestro juego, no responden a la sobrevaloración de la tierra por razones afectivas.

Con la debida aclaración de que la siguiente idea surgió en el interim entre los experimentos con campesinos y con estudiantes, nuestros resultados son consistentes con una regla de racionalidad limitada en la que los sujetos transforman un problema bidimensional complejo (negociar simultáneamente tierra y fichas), en dos problemas unidimensionales que resuelven de manera secuencial: primero negocian sobre una asignación de tierras y después, tomando esta asignación como dada, negocian sobre una distribución de fichas. En este contexto, el negociar primero sobre tierra, que conlleva a un resultado fijo y determinado, podría reflejar un comportamiento de los agentes por intentar evadir la incertidumbre en el proceso de negociación.

Nuestros resultados hacen honor al apelativo de “ciencia lúgubre”: si en las transacciones de mercado tenemos el problema de incompletitud, en las transacciones de no mercado resulta fácil tomar un atajo donde la negociación escapa a los resultados inciertos sacrificando algo de eficiencia.

 

Referencias

Agarwal, Bina. 1994. A field of one’s own: Gender and land rights in South Asia. Vol. 58, Cambridge University Press.

Besley, Timothy, and Maitreesh Ghatak. 2010. “Property rights and economic development.» In Handbook of development economics. Vol. 5, 4525-4595. Elsevier.

Bonnemaison, Joel. 1984. “Social and cultural aspects of land tenure.» Land Tenure in
Vanuatu, 1-7.

Deininger, Klaus. 2003. “Land markets in developing and transition economies: Impact of liberalization and implications for future reform.» American Journal of Agricultural Economics, 85(5): 1217-1222.

Edney, JJ. 1976. “The psychological role of property rights in human behavior.» Environment and planning A, 8(7): 811{822.

Galor, Oded, Omer Moav, and Dietrich Vollrath. 2004. “Land Inequality and The Origin of Divergence and Overtaking in The Growth Process: Theory and Evidence.» CEPR Discussion Papers, No. 3817.

Ibánñez, Ana M, and Laura Montenegro-Helfer. 2014. “¿Qué pasó en las áreas rurales
entre 2010 y 2013? Contribucion del acceso a tierras, choques negativos y programas estatales dirigidos al bienestar de los hogares rurales.» Encuesta Longitudinal Colombiana de la Universidad de los Andes (2014). Colombia en Movimiento. Cap. 8.

Lowder, Sarah K, Jakob 1100 Skoet, and Terri Raney. 2016. “The number, size, and distribution of farms, smallholder farms, and family farms worldwide.» World Development,
1102 87: 16-29.

Macours, Karen, Alain De Janvry, and Elisabeth Sadoulet. 2010. “Insecurity of property rights and social matching in the tenancy market.» European Economic Review, 54(7): 880-899.

Robinson, James A., and Jean-Marie Baland. 2008. “Land and Power: Theory and Evidence from Chile.» American Economic Review, 98(5): 1737-1765.

Selvadurai, AJ. 1976. “Land, personhood, and sorcery in a Sinhalese village.» Journal of Asian and African Studies, 11(1): 82.

Stavenhagen, Rodolfo. 2006. ”Indigenous peoples: Land, territory, autonomy, and sel
determination.» Promised land: Competing visions of agrarian reform, ed. M. Courville,
R. Patel, and P. Rosset, 208-220.