Deforestación: otra consecuencia no intencionada del posconflicto

Juan F Vargas (@juanf_vargas)

De acuerdo con el Instituto de Hidrología, Meteorología y Estudios Ambientales de Colombia (IDEAM), en 2017, el primer año de implementación del acuerdo de paz con las FARC, fueron deforestadas 291.973 hectáreas, 23% más que en 2016. En 2018, según el Ministro de Ambiente, esta cifra pudo haber alcanzado las 270.000 hectáreas.

En mi última entrada, discutí una “consecuencia inesperada” de la paz en Colombia: el cese al fuego decretado por las FARC a final de 2014 en el marco de la negociación de paz constituyó una ventana de oportunidad para que otros grupos armados intentaran apropiarse de los territorios antes dominados por las FARC, usando como estrategia principal el ejercicio de la violencia contra líderes de comunidades locales. Este documento presenta la evidencia al respecto.

¿Puede la coincidencia entre el inicio del llamado “posconflicto” y el incremento de la deforestación en Colombia ser otra consecuencia no intencionada de la paz con las FARC?

En el mejor de los casos podría tratarse de una correlación espuria. También es posible que las “fuerzas” del progreso, que han jalonado el crecimiento económico del país (y que en consecuencia han causado deforestación) hayan simultáneamente ayudado, de forma indirecta, a que las FARC se aburriera de vivir en la selva. Esta tampoco sería una mala noticia. Pero desafortunadamente la evidencia no parece estar del lado de los optimistas.

En esta entrada escribiré sobre cómo el mismo hecho histórico que exacerbó el asesinato de líderes sociales -el cese al fuego permanente decretado por las FARC durante los diálogos de paz- ha desatado también niveles sin precedentes de deforestación en lugares previamente controlados por las FARC. Me basaré en este trabajo reciente, escrito en coautoría con mis colegas de la universidad del Rosario Mounu Prem y Santiago Saavedra.

Empiezo por el resumen. La evidencia es consistente con una interpretación según la cual la presencia violenta de grupos armados limitó la incidencia de actividades económicas intensivas en tierra, y que son estos negocios los responsables de la reducción en la cobertura boscosa una vez el cese al fuego les abrió las puertas de los municipios previamente controlados por las FARC.

¿Cómo concluimos esto? Para nuestro análisis cruzamos la base de datos de Hansen et al. (2013) -que identifica a nivel global la cobertura arbórea en pixeles de 30m x 30m a través de imágenes satelitales de alta definición- con una base de conflicto armado que se actualiza en forma periódica en la Universidad del Rosario con base en información de la ONG Centro de Investigación y Educación Popular (CINEP).

La estrategia empírica, resumida en el Gráfico 1, es un modelo de diferencia en diferencias que estima el efecto causal del cese al fuego permanente decretado por las FARC el 20 de diciembre de 2014 en la deforestación de los municipios previamente controlados por las FARC, controlando por cualquier característica municipal (observada o no) que no cambie en el tiempo y por cualquier choque agregado común a todos los municipios.

En el Gráfico, la línea punteada vertical señala el inicio del cese al fuego, que con muy pocas excepciones se cumplió hasta que fue reemplazado por el cese al fuego bilateral definitivo en agosto de 2016 y la subsecuente dejación de armas por parte de las FARC. En el Gráfico se aprecia cómo la deforestación, que aumentó en toda Colombia desde 2016, se disparó en los lugares antes controlados por las FARC relativo al resto del país.

Gráfico 1. Evolución de la deforestación en municipios con y sin presencia de FARC

Fuente: Prem et al. (2018)

Posiblemente, el resultado más importante en términos de política pública es que el incremento en la deforestación se atenúa en municipios con mejores instituciones locales y capacidad estatal. Creo que esto es una buena noticia, ya que en lugares donde las instituciones estatales pueden regular de manera más adecuada las actividades de explotación, el incremento observado en la deforestación es menor.

Este resultado subraya la importancia de complementar los logros recientes en la construcción de paz con esfuerzos dirigidos a la construcción de Estado y con prácticas de gobernanza adecuadas para evitar que la paz llegue a expensas de los bosques.

Otro resultado que vale la pena enfatizar es que la reducción de la cobertura boscosa se explica primordialmente por patrones de deforestación masiva (lo cual es consistente con la penetración de actividades económicas intensivas en tierra, y posiblemente poco reguladas) y no por lo que ocurre en pequeñas parcelas.

Reflexiones finales

Soy defensor a ultranza del acuerdo de paz con las FARC. Creo que es el hecho político más importante de Colombia en décadas. Parafraseando al jefe del equipo negociador del gobierno, Humberto de la Calle, no me cabe duda de que es preferible un acuerdo imperfecto a una guerra perfecta.

Pero eso no es un obstáculo para subrayar fenómenos indeseables como la deforestación masiva o el asesinato de líderes sociales de comunidades locales. En realidad, las que he llamado en estas dos últimas entradas “consecuencias no intencionadas de la paz” son resultados previsibles de la falta de acompañamiento institucional que han tenido primero el proceso de paz y luego la implementación del acuerdo. Si los gobiernos de Santos y Duque hubieran acompañado estos procesos a través de un despliegue integral del Estado, con esfuerzos por llevar la institucionalidad a las regiones tradicionalmente afectadas por el conflicto armado -incluyendo no solo seguridad sino también justicia, inclusión y desarrollo- muy posiblemente estas dos entradas (¿y algunas que se vienen?) jamás se hubieran escrito. Para el gobierno de Iván Duque no es demasiado tarde.

 

 

Referencias

Hansen, M. C., P. V. Potapov, R. Moore, M. Hancher, S. A. Turubanova, A. Tyukavina, D. Thau, S. V. Stehman, S. J. Goetz, T. R. Loveland, A. Kommareddy, A. Egorov, L. Chini, C. O. Justice, and J. R. G. Townshend (2013): “High-Resolution Global Maps of 21st-Century Forest Cover Change,” Science, 342, 850–853.