Son las 10 A.M. y el centro comercial en la zona norte de la capital de los Estados Unidos abre las puertas. El escenario no es muy distinto del que se observa en cualquier mall de Santiago, con una diferencia. Grupos de adultos mayores vestidos con ropa deportiva dan constantes vueltas por los pasillos. El recorrido de media mañana por los recovecos del edificio es una práctica habitual. De hecho, si uno mira con detención, puede notar en los pilares marcas de distancia de rutas o trails. ¿Tratan de mantener la línea los mayores de 65? ¿Se distraen? ¿Socializan? Todas las anteriores y más.
La evidencia sobre correlación entre el impacto del ejercicio físico y una mejor conservación del cerebro viene apilándose hace rato. Sin embargo, el último número de la revista Neurology trae un estudio que vale la pena archivar.
Un equipo académico del hospital Rush, en Chicago, siguió durante 20 años a un grupo de casi 500 adultos. ¿Qué midieron? Primero, su actividad física diaria en gran detalle. Los datos incluyeron todo tipo de actividades, tiempos de reposo, ejercicios, lo que uno se imagine. Segundo, más de una docena de pruebas cognitivas, incluyendo registros de memoria. ¿El resultado inicial? Hábitos constantes de ejercicio mínimo diarios están asociados a mejor desempeño cognitivo.
Hasta ahí todo bien, pero no mucha novedad. Una amplia literatura ha documentado lo mismo con datos de seres humanos vivos. La innovación vino «después». Sucede que los participantes del estudio donaron sus cerebros para que al morir fuesen sujetos de autopsias. ¿La idea? Analizar si había diferencias en la anatomía del crítico órgano y si estas dependían del ejercicio físico que había realizado su difunto dueño.
Los resultados son importantes. El análisis de los cerebros bajo el microscopio logró identificar los tres típicos signos del alzhéimer en un grupo importante de participantes. Y contrario a lo que se esperaba, estos aparecieron tanto en gente con bajo, medio y alto nivel de actividad física. Sin embargo, entre los más activos, el avance de la enfermedad nunca logró deteriorar la capacidad cognitiva. En otras palabras, el ejercicio no pudo detener el avance de lo que se ha transformado en uno de los problemas de salud más importantes del mundo, pero sí logró dotar al cerebro con la capacidad para contrarrestar sus efectos.
Se estima que en el mundo cerca de 50 millones de personas sufren de alzhéimer o enfermedades relacionadas. En Chile, el número es cercano a 200.000 y se espera se triplique al 2050 (fuente: Coprad). El costo por paciente fluctúa en el mundo, pero nunca es inferior a 10.000 dólares anuales. Entonces, en un futuro cercano, el país tendrá que gastar al menos el 1% del producto en la enfermedad. Paso a paso las ciencias nos están dando ideas de cómo poder reducir esos costos. Los adultos mayores en el centro comercial de Washington D.C. caminan y ahorran a la vez. Aproveche el verano, haga lo mismo y no pare nunca más.