El viernes 3 de agosto, en el marco del Congreso anual 2018 de la Asociación Peruana de Economía, tuvimos una mesa redonda para discutir el tema que da título a esta entrada. Estuvimos los autores de esta entrada y nuestra colega Janina León. La discusión, que se nutrió también de varios comentarios de los participantes, giró en torno a los temas que presentamos a continuación. En este post para Foco Económico presentamos una versión sucinta de la discusión. Posteriormente elaboraremos estas ideas con mayor detalle, y añadiremos otras discusiones, en un documento de trabajo más extenso.
¿Por qué importa producir el conocimiento económico?
El desarrollo académico en economía beneficia al país, por varias razones. Primero, en el Perú, como en el resto del mundo, los economistas tienen un rol central en el diseño de políticas públicas y, por tanto, tienen un impacto importante en el desarrollo económico del país. Tener una mejor academia local sirve para proveer mejores respuestas a los problemas del crecimiento y desarrollo que afrontamos.
Un ejemplo claro de ello se encuentra en la macroeconomía. Hacia fines de la década de los ochentas la inestabilidad macroeconómica era el mayor problema económico que enfrentamos, y una de las mayores causas de pérdida de bienestar social en nuestra historia. A raíz de esa situación se generó un esfuerzo por implementar principios macroeconómicos más modernos y técnicamente sólidos. Hoy, casi cuatro décadas después, tenemos un manejo macroeconómico que resalta dentro de la región. Esto, en una importante medida, es resultado de la inversión hecha (por el Banco Central y la academia local) en desarrollar conocimiento y habilidades macroeconómicas para nuestra realidad local. Otro ejemplo está en las políticas sociales de educación y combate a la pobreza. Dos décadas atrás esta experiencia era escasa. Hoy, buena parte de la modernización de la política social se debe a la existencia de una masa crítica de economistas formados en esas áreas.
Segundo, el desarrollo académico también aporta a la innovación en el sector privado. Mover la frontera de conocimiento, innovando y adaptando respuestas globales a las necesidades locales, trae bienestar al país. Un ejemplo en esta línea es lo que sucede con la ciencia de datos. En los últimos quince años, a raíz de la gran cantidad de datos que la digitalización del comercio y de muchos servicios, se ha generado conocimiento sin precedentes en el sector privado. Son muchas las empresas medianas y grandes que crecen de la mano con sus equipos de “científicos de datos y analistas.” Ellos usan técnicas de frontera, implementando modelos econométricos y estadísticos con datos masivos para predecir con mayor precisión el comportamiento de los clientes. Estos expertos mantienen cercanía con la academia internacional dado que es en las universidades donde se siguen desarrollando nuevos enfoques y técnicas para esta labor.
Tercero, y vinculado a lo anterior, el desarrollo, adaptación, y uso de conocimiento para las realidades locales hace posible que el sistema universitario local se actualice. Esto permite que los jóvenes del país puedan encaminar sus talentos y vocaciones al mismo tiempo que ayudan a que las empresas nacionales a ser más competitivas. La lista de beneficios para el país puede ser aún más extensa, pero la dejamos aquí para pasar a analizar la producción académica local actual.
¿Cuánto producimos y de qué calidad?
Es necesario plantear la pregunta de producción académica en términos de cantidad y calidad, en línea con estándares internacionales. Esto último es importante por doble motivo: (i) sólo la investigación de calidad puede servir de base para la formulación de políticas públicas de calidad, y (ii) sólo la investigación de calidad permitirá que nos mantengamos dentro de los círculos internacionales de producción de conocimiento.
En este contexto, una primera aproximación consiste en mirar la cantidad de investigación producida por los centros académicos locales y publicada en revistas académicas arbitradas. La Figura 1 presenta el total de artículos académicos publicados en revistas arbitradas. Como se observa, la producción de académicos peruanos está muy por debajo de la producción de investigadores de países vecinos y comparables. Claramente, la academia peruana está por debajo de sus niveles de producción potencial considerando su nivel de desarrollo relativo.
Figura 1: Número de artículos publicados en economía y finanzas, 2014-2018.
Fuente: Base de datos por países de SciVal. https://www.scival.com/
Este resultado no es gratuito, si tenemos en cuenta la ausencia de políticas estatales para el financiamiento de la formación doctoral y de la investigación, aspectos sobre los que volveremos más adelante. La consecuencia de esta ausencia de política pública se ve reflejada en el reducido número de investigadores. Nuestros vecinos producen más en parte porque tienen más investigadores. Esto es válido incluso para países que tienen una población más pequeña que la nuestra. Sin recursos para investigar y formar investigadores, no sorprende el resultado anterior.
Pasemos a la calidad. Una medida aproximada de ello es el impacto medido por el número de citaciones. Un análisis para un grupo seleccionado de instituciones peruanas que incluye al Grupo de Análisis para el Desarrollo (GRADE), la Universidad de Piura (UDEP), La Pontificia Universidad Católica del Perú (PUCP), y la Universidad del Pacifico (UP), así como instituciones de otros países de la región, arroja dos ideas centrales. En primer lugar, las instituciones peruanas producen relativamente poco. Esto significa que no solo hay un nivel de producción bajo como consecuencia de tener un tamaño pequeño de la academia local, sino que dentro de cada institución la producción es baja. Y lo segundo es que, salvo GRADE, el número de citaciones por artículo es relativamente bajo. Lo producido recibe poca atención por los pares (Figura 2).
Figura 2: Artículos por autor según número de citaciones, 2014-2018
Fuente: Base de datos por instituciones de SciVal. https://www.scival.com/
Sin duda, las citaciones son una medida muy cruda de calidad. Una medida alternativa es la proporción de la producción académica que termina publicada en revistas especializadas con alta reputación. En un ejercicio que no reportamos aquí (los interesados pueden revisar la siguiente presentación), evaluamos el cuartil del ranking SciMago en que se ubican los artículos producidos por las instituciones académicas locales y comparamos esto con el de sus pares en la región para el periodo 2014-2018. Mientras hay instituciones latinoamericanas que tienen toda su producción en el cuartil 1 del ranking de Scimago (PUC-Chile, ITAM, por ejemplo), las instituciones peruanas tienen una proporción mucho menor al 50% de su producción colocada en dicho cuartil, con la excepción de la UDEP. Esto sugiere que hay un espacio muy grande para mejorar la calidad de la producción académica de las instituciones peruanas.
Este escenario es resultado de una combinación de factores. Una parte puede explicarse por la calidad del recurso humano. Los niveles de calificación relativa de nuestros investigadores son también bajos, si tomamos en cuenta la reputación académica de las universidades en donde obtuvieron sus doctorados. Por otro lado, los niveles de conexión internacional de nuestros investigadores son también bajos. Esto se puede poner en evidencia al medir la proporción de la producción académica escrita en coautoría con investigadores internacionales.
A pesar de que el panorama actual no es alentador, se nota cierto progreso que es importante resaltar. En los últimos años, las universidades peruanas y centros de investigación están haciendo esfuerzos importantes por aumentar el número de profesores e investigadores con doctorados de universidades de prestigio. Asimismo, un número creciente de egresados de universidades peruanas están estudiando doctorados en universidades de mayor nivel. Por otro lado, cada vez más, se adoptan esquemas de incentivos que se asociación a la publicación en revistas indexadas, así como una reducción sustancial en la carga docente. Estos cambios son prometedores, pero necesitan estar acompañados de políticas públicas que financien la investigación y la formación de talento, como discutimos en la siguiente sección.
¿Qué hacer?
En esta tercera y última sección organizamos las sugerencias según dos tipos de agentes: El Estado y los investigadores. Comencemos con el primero. Esto comprende al Ministerio de Educación, la Superintendencia Nacional de Educación Superior Universitaria (SUNEDU), el Consejo Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación Tecnológica (CONCYTEC), los órganos rectores de las universidades públicas y privadas, y a todas las entidades que cobijan a investigadores dentro de sus organigramas: Banco Central, Superintendencia de Administración Tributaria, la Oficina de Normalización Previsional, organismos reguladores, etc.
Los actores más globales dentro del Estado tienen más poder, pero acciones a ese nivel típicamente requieren de esfuerzos de planificación e implementación altos por lo que una discusión que priorice las acciones de mayor impacto es necesaria. Es necesario romper inercias. El Estado, en tanto actor principal dentro de este ecosistema, es el llamado a generar los incentivos para que esto suceda.
Un primer conjunto de acciones que vale la pena seguir es el diseño de mejores incentivos para atraer mayor capital humano ofreciendo mejores condiciones laborales: salarios, acceso a información, asistentes de investigación, períodos sabáticos, financiamiento para participar en conferencias (y para traer conferencistas), entre otros.
Nada de lo anterior es gratuito y en un contexto en el que las universidades compiten entre sí asignar recursos al mediano o largo plazo es difícil de racionalizar. El conocimiento es un bien público. Producirlo requiere una participación especial del sector público, incentivando. Esto viene cobrando un renovado impulso con la Ley Universitaria y la creación de SUNEDU. Aún es temprano para ver sus frutos, pero hacer que una de las dimensiones en las que compiten las universidades sea la de la investigación es central. Para que esto suceda se necesitará una SUNEDU fuerte que ponga señales claras en el mercado: la competencia entre universidades tendrá que hacerse con investigación.
Los investigadores, en general, enfrentan un dilema entre la investigación y la enseñanza. En nuestro país esto se convierte en un trilema donde la consultoría también puede absorber un número considerable de horas y esfuerzos. Es necesario pensar en incentivos que ayuden a que los investigadores mantengan un buen foco en la producción de conocimiento académico.
Aquí vale la pena no perder de vista que el negocio de la educación es altamente rentable. Una revisión a los estados de ganancias y pérdidas de un puñado de ellas, que son públicos, revela sorpresas. Los márgenes de ganancia de las universidades son superiores a los de la mayoría de las empresas peruanas que cotizan en la Bolsa de Valores de Lima. Recursos hay, hace falta generar los incentivos para asignarlos mejor hacia la investigación.
También en este nivel debemos preguntarnos por la forma en que se contrata. Existe un problema severo de endogamia en muchísimas universidades del Perú, incluyendo las más prestigiosas. Las universidades típicamente contratan a los egresados de su misma casa de estudios. Esta práctica limita la competitividad por las posiciones académicas y así afecta la calidad del profesor promedio. Además, alimenta la segmentación del mercado profesional en perjuicio de los graduados talentosos de universidades fuera de la red de élite. Finalmente, alimenta uno de los males de nuestras sociedades latinoamericanas: que nuestro universo está contenido en nuestro círculo social. Esto, a su vez, refuerza la mediocridad.
La política pública también debe contribuir con incentivos a la formación en los casos donde la excelencia y la insuficiencia de recursos lo requieran. En este aspecto, hay mucho por avanzar: el programa de becas del estado peruano ha financiano en promedio menos de cinco doctorados en economía por año en el último lustro (menos de 20 doctorados de cualquier disciplina por año).
En el segundo nivel, acciones que podemos tomar profesores e investigadores, se pueden seguir varios rumbos de acción que no requieren enormes recursos financieros ni institucionales. El primer punto a destacar es sobre lo que sabemos y lo que enseñamos. El mundo está cambiando rápidamente y la enseñanza de la economía también. El que hayamos aprendido ciertos teoremas, algunas técnicas econométricas o algunos enfoques conceptuales determinados en el postgrado no implica que debamos enseñar ese material de por vida. Los cambios en enfoques y las nuevas técnicas están apareciendo con más frecuencia en la actualidad y debemos abrirles el paso, adoptarlas, abrazarlas y enseñarlas.
Los principios de modelación y análisis empírico siguen siendo básicamente los mismos y podemos adaptar nuestra formación a las nuevas técnicas y enfoques. Por ejemplo, ahora la profesión está favoreciendo incluir nuevas formas de modelar (e.g. modelos con un mayor realismo psicológico, en el caso de la economía conductual) o nuevas formas de colectar evidencia del comportamiento económico (e.g. con experimentos de laboratorio). Tanto la base matemática de los nuevos modelos como la base estadística de los métodos experimentales no son distintos a los que la mayoría de los profesores conocen. No debemos temer a estos nuevos enfoques y aprenderlos, capacitarnos para estar en la frontera y tener estudiantes graduados que tengan una formación actualizada.
Otro conjunto de acciones que se pueden empujar desde el nivel de profesores e investigadores es el de la colaboración. El paradigma de la competitividad y sobrevivencia de los más aptos encuentra sus límites en un contexto como este. Somos una academia pequeña que se beneficiaría mucho más de los esfuerzos de aglutinar, unir fuerzas y colaborar, más que competir por los premios locales a la investigación que son limitados.
Existen múltiples formas de colaboración que las diversas universidades y centros de investigación locales pueden seguir. Un primer paso es dialogar más dentro de cada campo. Para ello, se requiere que el diálogo de investigación se fomente desde los inicios de cada proyecto. Tener seminarios conjuntos para aquellos campos de investigación en los que existan pocos investigadores por institución permitirá hacer masa crítica. En estos seminarios se puede presentar ideas y trabajo en curso es una forma de lograr dicho objetivo. De este tipo de evento donde se discuten ideas de investigación en curso más que trabajos terminados, suelen salir nuevas ideas y colaboraciones.
Una vez establecido el vínculo y con algunas colaboraciones en curso, se puede pensar en vínculos más formales y de largo plazo como la formación de redes de investigación y la organización de eventos conjuntos. Los eventos conjuntos devienen también en compromisos más profundos como organizar conferencias internacionales que aumenten la visibilidad de la masa crítica en un campo en la región y más allá. En esta empresa tenemos la tarea de mostrar a las autoridades de las universidades que compartir el crédito es una estrategia gana-gana. Un evento conjunto cuesta la 1/n, pero se llega y se aprende más que 2n. También debemos promover que las instituciones compitan por mejores contrataciones, alumnos e infraestructura, pero tener claro que a nivel de investigador es típicamente óptimo cooperar y colaborar, por encima de competir.
Un buen ejemplo de que aglutinar y hacer masa crítica es posible y provechoso viene de la experiencia colombiana en el campo de la economía experimental. Hace una década aproximadamente se inició un esfuerzo de organizar eventos conjuntos entre varias universidades de Bogotá que, como es de esperar, tuvo incluso resistencia de las autoridades. Hoy un conjunto de profesores e investigadores de las universidades de Los Andes, Rosario, Nacional y Javeriana participan del Bogotá Experimental and Behavioral Economics Seminar (BEBES), que es un seminario conjunto de investigación en economía experimental y un grupo de ellos también son parte del Rosario Experimental and Behavioral Economics Laboratory (REBEL) que este año va a organizar la conferencia de la Economics Science Association de Norteamérica. La lección de la experiencia colombiana es que las personas importan al principio, pero, con suficiente impulso, estas iniciativas entran en órbita y se forma una cultura de cooperación y colaboración.
Otra idea que hay que adoptar en Perú (imitando las prácticas de la academia estadounidense) es la de recambio generacional. Las generaciones mayores de economistas en varias universidades peruanas no se enfocan en sus ventajas comparativas de tomar perspectiva y formar, sino más bien se aferran a posiciones de poder en sus instituciones, afectando con ello la adaptabilidad local de la profesión a nuevos enfoques y métodos. Esa fricción conlleva a un cambio generacional más lento (o ausente) haciendo que las generaciones más jóvenes no puedan construir sobre lo avanzado.
Más allá de generar los mecanismos de competencia es necesario proveer financiamiento para la investigación económica. La fuente más importante actualmente para financiamiento de la investigación económica en el país es el Consorcio de Investigación Económica y Social (CIES). Pero su financiamiento es limitado tanto en los montos como en los pazos para producir el conocimiento. Los estudios de calidad requieren agendas de varios años y no hay institución que hoy financie ello.
En este punto resulta incomprensible que nuestra fundación para el avance de la ciencia, el CONCYTEC, no tenga una línea de financiamiento que impulse la producción de conocimiento en ciencias sociales. En nuestros países vecinos (como en el mundo desarrollado) las agencias pares de CONCYTEC brindan financiamiento para mover la frontera del conocimiento en economía. No solamente se financian estudios puntuales, sino que también se financian agendas de investigación multianuales para centros. Todo esto bajo esquemas competitivos, claro. Así, uno de los primeros proyectos conjuntos que debemos impulsar los profesores e investigadores peruanos en economía consiste en sumar nuestro esfuerzo y razón para mostrarle al Estado el valor social de la investigación en ciencias sociales y de la necesidad de invertir en ella. La primera tarea es nuestra.