La docencia es una de las profesiones más importantes que hay, es vital para perpetuar el dinamismo y la productividad de un país. Pero es muy difícil lograr que los maestros más dedicados se comprometan a mantenerse en sus carreras a largo plazo, cuando, como en Chile y Estados Unidos, apenas reciben dos tercios de lo que ganan las personas con una formación académica similar.
Ese es el dilema que trató de afrontar Chile en 2002, cuando decidió crear un premio de reconocimiento a la excelencia docente, como una forma de ofrecer un incentivo monetario para mantener a sus mejores maestros en el sistema de educación pública. El premio, que se traduce en un incremento medio del 6% en el salario anual hasta por 10 años, se basa en criterios rigurosos. Los postulantes deben presentar un examen escrito demostrando sus conocimientos en el área de competencia y presentar un silabo, incluyendo los planes de clase y la grabación de una de ellas. Tan solo cerca de una cuarta parte de los candidatos logra pasar.
El efecto insignificante de las bonificaciones
Pero el efecto del premio parece ser insignificante en la retención de maestros. De hecho, como lo revelamos Alejandra Ramos y yo en un estudio reciente, es muy poco lo que contribuye el premio a cambiar una situación en la que cerca del 7% de los docentes abandona el sistema público cada año. ¿A qué se deberá esto?
La cuestión apunta a la esencia de lo que significan realmente los incentivos monetarios en una profesión como la docencia que se desarrolla en el sector público, y donde la competencia es limitada y los salarios son fijos. Por ejemplo, una empresa de automóviles en el sector privado puede atraer a los mejores ingenieros de otra empresa de automóviles ofreciéndoles salarios considerablemente más altos. Pero en una profesión primordialmente del sector público como la docencia, dicha competencia en el mercado no existe. En cambio, los mejores maestros que permanecen en la profesión lo hacen porque ven la docencia como un acto de amor; porque sienten que su misión es inspirar a los niños y agudizarles la mente. Algo similar ocurre con los médicos de la organización Médicos sin Fronteras que viajan a lugares remotos del mundo a salvar niños. Es muy posible que la mayoría de esos médicos puedan ganar salarios mucho más altos en la práctica privada. Así que es muy poco probable lograr convencerlos de quedarse a cambio de salarios más altos. Si su motivación fuese el dinero, ni siquiera estarían en la organización.
Los efectos no deseados de un premio
El premio también puede tener efectos no deseados. Por un lado, puede levantar la moral y aumentar el estatus de los ganadores. Pero al aumentar su estatus, por ende, aumentaría también la demanda de sus servicios. Por lo tanto, el premio también puede contribuir a que abandonen las escuelas de bajo rendimiento donde enseñar es más difícil y es donde más los necesitan, para trasladarse a escuelas de alto rendimiento donde enseñar es más fácil y es donde menos los necesitan.
Esto es al menos lo que parece que hemos observado. Nuestro estudio revela que, tras ganar el premio, es 6 puntos porcentuales más probable que los maestros se trasladen a otra escuela en un plazo de 14 meses. Esto explica aproximadamente un tercio de la movilidad laboral que observamos durante este período de tiempo. Suponemos que, si el motivo de traslado de escuela de muchos de los maestros galardonados no fue para estar más cerca de sus hogares, debieron hacerlo buscando escuelas con alumnos de más alto rendimiento.
Chile, que ha entendido que los salarios de los maestros son muy bajos, ofrece bonificaciones para recompensar a quienes estén dispuestos a enseñar en las comunidades marginadas. Y ha proporcionado una bonificación del 6% para todos los maestros de las escuelas mejor clasificadas dentro de cada una de las distintas categorías que se basan en condición socioeconómica, entre otras consideraciones.
Los maestros pueden valorar más las recompensas no monetarias
Pero nuestra investigación sugiere que los incentivos más importantes quizás no sean de carácter monetario. Si bien pequeños aumentos salariales pueden ayudar a los maestros a pagar sus cuentas, imponerles menos cargas administrativas y proporcionarles oportunidades de desarrollo profesional pueden producir mayores efectos. Esto podría reforzar el sentimiento, entre quienes ya han renunciado a la posibilidad de recibir un salario elevado, de que se les está empoderando para cumplir su misión de moldear la mente de los niños y ofrecerles un futuro mejor. Y ello puede darles esa mayor satisfacción y sentido que constituyen el motor de su perseverancia.
Este artículo se publicó originalmente en Ideas que cuentan, el blog del Departamento de Investigación del Banco Interamericano de Desarrollo (BID).