Este fin de semana comienza la fiesta del fútbol mundial. Durante un mes estaremos pendientes de los partidos, sus resultados, las llaves en las que se enfrentarán los equipos, las epopeyas, las tácticas, los fallos arbitrales, las genialidades y todo lo que nos trae el planeta fútbol.
Mientras tanto, sin embargo, la academia no deja de pensar en papers mientras piensa en futbol. Existe una creciente literatura, muy interesante, motivada por el deporte rey. Aquí una breve, y en cierta medida caprichosa, revisión de literatura. Este post es un poco más extenso que lo habitual, pero le recomiendo tenerlo a la mano. Puede resultar útil para pensar en nuevos papers mientras descansamos entre partido y partido.
Primero lo obvio, ir a un mundial está asociado con choques positivos en el crecimiento de la economía. Esto es algo que ya reportamos en una entrada previa de este blog utilizando la metodología de controles sintéticos de Abadie y Gardeazabal (2003). Algo adicional a reportar en esta línea es que, en el Perú (y en menor medida en Ecuador y Chile), el desempeño de las selecciones de futbol está fuertemente asociado a la aprobación presidencial. Esto es algo que reportamos en “La fórmula del gol. Secretos numéricos del deporte rey,” el libro que escribí con Jaime Cordero con ocasión de esta clasificación peruana a Rusia. Un tributo desde la pasión académica para la pasión del futbol.
Sin embargo, esto choques positivos no necesariamente se extienden al anfitrión. Kavetsos y Szymanski (2010) documentan que el anfitrión incrementa su estima nacional y su felicidad, pero nada más. Los beneficios económicos son elusivos. Una explicación posible es la sobreestimación del número de visitantes, especialmente cuando la sede es lejana y subdesarrollada (Peeters y otros, 2014).
Pero los vínculos entre el fútbol y el tejido social son mas profundos e interesantes. Depetris-Chauvin y coautores (2018) acaban de sacar un paper en la serie de documentos de trabajo de la NBER donde encuentran que durante 2000-2015 los triunfos de las selecciones de fútbol de los países del Africa Subsahariana sirvieron para mejorar los sentimientos de identidad nacional y para reducir los conflictos sociales. Este impacto es aún más relevante si recordamos que, históricamente, estos países están altamente fragmentados (cada habitante se siente parte de su etnia, no de su país). El fútbol puede ser una buena herramienta para la construcción de naciones, incluso en las más complicadas.
Otro de los impactos del fútbol en la sociedad se refleja en los patrones migratorios de largo plazo (Taylor, 2006). Estos se acrecentaron con cambios en la regulación como el vinculado a Bosman que abrió las puertas al fútbol europeo a jugadores de fuera. Ruzzier y Rossi (2018) han documentado que dicha apertura tuvo impactos negativos en las decisiones de inversión en capital humano (escolaridad) de hombres y mujeres en países que típicamente envían jugadores a Europa (por ejemplo, Argentina, Brasil y Uruguay).
El fútbol también refleja parte de lo que sucede en los países. Lo que sucede fuera de la cancha tiene impactos dentro de ella. Miguel y coautores (2011), en Economics & Politics, encuentran que los jugadores en ligas europeas que provienen de países más expuestos al conflicto tienden a ser más violentos en el campo de juego y por lo tanto reciben más tarjetas amarillas y rojas. En la misma línea el estudio de Pollard y Gomez (2014a) analiza los resultados de las ligas locales en 157 países. Encuentran que la ventaja de los equipos que juegan de local se exacerba en países con historia reciente de violencia y en aquellos donde el índice de percepción de corrupción del Foro Económico Mundial es más alto. Según los autores, el paso mayor a corrupción a mayor ventaja de local tiene que ver, principalmente, con el arbitraje.
Los mismos autores publicaron ese mismo año otro paper en el que analizan el mismo concepto del valor de la localía pero con diferencias de género. Pollard y Gomez (2014b) encuentran que el peso de la localía es menor en los partidos femeninos que en los masculinos (porque menos hinchas van a ver a las mujeres, a veces juegan a estadio vacío). Pero aquí lo más interesante, el peso de la localía muestra menos diferencias de género en los países en los que el índice de equidad de género del Foro Económico Mundial es mayor. En esos países los hinchas alientan tanto a mujeres como a hombres, el peso de la barra se siente.
Los asuntos de genero también han recibido mayor atención de la academia alrededor del fútbol. Kirby y coautores (2014) en su estudio para Inglaterra documentan que durante la Copa del Mundo la violencia domestica aumenta significativamente. Quigg y coautores (2012) hacen un estudio similar documentando mayores visitas a las salas de emergencia de los hospitales, también en Inglaterra, durante la época mundialista. Dickson y coautores (2016) encuentran que cuando juegan los dos equipos antagónicos tradicionales de Glasgow, Celtics y Rangers, los índices de violencia doméstica en la ciudad aumentan, sin importar el resultado. Este aumento es aún mayor en los finales de temporada.
Por otro lado, siendo el fútbol un ambiente de alta presión individual y social, los estudios sobre comportamientos no se han hecho esperar. El paper de Apesteguia y Palacios-Huerta (2010) publicado en el American Economic Review da cuenta de un efecto atribuible a la presión social. Contario a la percepción popular que dicta que las definiciones por penales son juegos justos, ellos documentan que los equipos que disparan primero tienen una probabilidad de ganar que es significativamente mayor que la de los que disparan en segundo lugar.
¿Qué explica estas diferencias? Parece ser la presión. El tiro penal es uno de los momentos de más presión para un jugador. Wilson y coautores (2009) tienen un estudio controlado en el que consiguen medir la ansiedad de los jugadores y sus estrategias. Los que tenían mayor ansiedad más rápidamente fijaron objetivos para sus disparos, pero inmediatamente concentraron su atención en el arquero, mirándolo fijamente. Esto tuvo resultados negativos en su efectividad.
Pero cuando no se dejan dominar por la presión o ansiedad, quienes disparan los tiros de penal usan estrategias racionales. Palacios-Huerta (2003) en el Review of Economic Studies de alguna manera nos dice “von Neumann was right” pues los jugadores utilizan estrategias minimax. Las probabilidades de éxito son idénticas para las diferentes estrategias de disparo y las decisiones de los jugadores no guardan correlación serial.
Otros que también sienten la presión son los árbitros pues, estemos a favor o en contra, son seres humanos. El estudio de Garicano y coautores (2005) en el The Review of Economics and Statistics documenta un efecto interesante. Los árbitros favorecen a los equipos locales manipulando los tiempos de alargue de los partidos. Se concede menos tiempo de alargue cuando los locales están arriba, pero apretados en el marcador; y más tiempo de alargue cuando los locales están abajo, pero apretados. Cuando el marcador no es apretado no hay diferencias estadísticamente significativas en los alargues.
Otra área de controversia comportamental en el fútbol es el impacto de las tarjetas rojas. Hay quienes documentan que efectivamente ésta afecta al equipo que juega con uno menos (Vecer y otros, 2009). Pero algunos otros opinan que no, que el equipo logra adaptarse y vencer la adversidad, donde cada uno literalmente corre la milla extra (Metchel y otros, 2010).
Donde hay menos controversia académica es sobre el impacto de los cambios de entrenador. Pero este es un buen caso en el que la academia enmienda la plana al saber popular. Hay un viejo adagio que dice que “entrenador nuevo no pierde” y la estadística descriptiva al respecto es coincidente. Sin embargo, esto no considera la endogeneidad de la decisión de cambio de entrenador. Cuando esta es tomada en cuenta, el impacto del cambio en el desempeño del equipo es nulo (Bryson y otros, 2017; De Paola y Scoppa, 2009; Heuer y otros, 2011; Van Ours y Tujil, 2016).
Pero esto no debería llevar a concluir que, en general, los entrenadores no tengan impactos en el desempeño de sus equipos. De hecho, son muy importantes, y diferenciados. Esto es lo que encuentran Bridgewater y otros (2009) al analizar la liga inglesa. Los entrenadores que fueron jugadores en equipos de élite tienen mayor impacto en los jugadores de menores habilidades. Los entrenadores con más experiencia como técnicos tienen más impacto en los mejores jugadores de los equipos.
La heterogeneidad de los equipos ha sido objeto de estudio también. Grund (2012) utiliza un análisis de redes interesante. El documenta que mientras los pases dentro de un equipo involucren más jugadores (mayor intensidad de red), el equipo se hace más efectivo. Ésta es una de las bases del famoso “tiki-taka” de algunos equipos que recientemente han sido exitosos (el Barcelona, por ejemplo).
Esta heterogeneidad documentada de los equipos ha dado espacio a una controversia interesante respecto a la calidad de los equipos de fútbol. Hay quienes sostienen que un equipo es tan bueno como lo son sus estrellas (Szymanski y Wilkinson, 2016), en contraste con quienes sostiene que la calidad de un equipo es proporcional a la de sus eslabones débiles (Anderson y Sally, 2013).
Finalmente, en ámbitos heterogéneos como el futbol donde además la emotividad de los hinchas juega un rol importante, no es de sorprender que se detecten discriminaciones salariales. Szymanski (2010) en el Journal of Political Economy, analizando el futbol inglés entre 1978 y 1993, documenta que los montos de las planillas no siempre reflejan la productividad agregada de los equipos. Pero la prueba ácida de la existencia de discriminación se da cuando detecta que las discrepancias salarios-productividad guardan una alta correlación con la presencia de jugadores afrodescendientes en los equipos.
Para cerrar, como nota interesante vale resaltar que hay algunos aportes interesantes de la física teórica, de la informática y de la minería de datos. Estos exploran la predictibilidad de los goles y el tiempo esperado para su llegada (Heuer y otros, 2010; Bittner y otros, 2009) así como la optimalidad de las sustituciones de jugadores (Myers, 2012; Del Corral y otros, 2008). Tenemos para todos los gustos. ¡Es posible seguir siendo nerd mientras se disfruta de la fiesta del futbol!
Referencias
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