¿Despelote institucional?

¿Cómo está la salud de nuestras instituciones? Lamentablemente, no tan bien. Y como ha destacado James Robisnon, quien estuvo hace pocos días en Chile, las instituciones inciden directamente en el desarrollo económico.

Instituciones y desarrollo

Esta idea de que las instituciones importan para el desarrollo tiene una larga y conocida tradición, incluso previa a Adam Smith, y ha seguido progresando con nuevas contribuciones. Douglas North, premio Nobel de 1993, fue un reconocido exponente.

Sin embargo, como se sabe, Robinson, Daron Acemoglu, y coautores lograron algo nuevo: dar sustento empírico, con metodología ampliamente aceptadas en economía, a la idea de que las instituciones son claves para el desarrollo (específicamente, las llamadas «inclusivas»), y no solo mutan como reacción a él. Su aporte principal fue mostrar que cuestiones más bien aleatorias, que sucedieron en tiempos de la colonia, explican diferencias en los niveles de ingreso de los países hoy.

Las instituciones son conjuntos de reglas formales y prácticas informales que guian las relaciones sociales, políticas y económicas. Por lo tanto, determinan las restricciones y los incentivos que enfrentan los distintos actores de una comunidad y son claves para entender cómo se comporta una economía.

Lejos de estar fijadas arbitrariamente desde un inicio o ser inmóviles, las instituciones cambian. De partida, las distintas sociedades se dan para sí instituciones diferentes y el propio desarrollo se modifica. También los ciudadanos pueden decidir cambiarlas en el proceso deliberativo. Incluso, algunas instituciones pueden mutar a partir de sus propias decisiones, «corriendo el cerco» de su ámbito de acción.

Algo básico es que las instituciones hagan aquello para lo que han sido creadas (lo que es su tarea) y, al mismo tiempo, que no se involucren en asuntos que no les corresponde (que vayan más allá de lo que se espera de ellas).

Por cierto, la línea divisoria entre estas acciones es sutil, pero no por eso menos importante, No se trata de que las controversias no existan, de hecho las instituciones están para resolverlas. Pero sí de que su actuar pueda ser predecible y no sorprendan.

¿Cómo estamos por casa? Algunos casos preocupantes

Lamentablemente, han surgido casos en que la condición básica anterior no se está cumpliendo. Lo acaecido en la institución de Carabineros es un caso evidente, pero hay varios ejemplos más.

Algunos alcaldes han decidido oponerse a proyectos que ya habían obtenido permisos, Más allá de las leguleyadas que se puedan ofrecer, esto afecta gravemente la confianza legítima de quien decide invertir.

De acuerdo al tribunal ambiental de Antofagasta, el Comité de Ministros y la Comisión de Evaluación regional, no habrían actuado conforme a derecho en el caso de un proyecto minero. Esto es síntoma de una mala salud en las últimas instituciones.

El Tribunal Constitucional, una institución muy activa, ha tenido fallos bastante debatibles en los últimos años. No solo por márgenes estrechos de votación en cuestiones centrales (¿no debería reunir cierto quórum, como las leyes más relevantes?), sino porque ha interpretado de manera bastante amplia su mandato.

En el Congreso, por su parte, se han aprobado indicaciones evidentemente inconstitucionales. El TC ha hecho su trabajo eliminando algunas indicaciones, motu propio, (por ejemplo, algunas para el presupuesto 2018). Pero resulta preocupante que se vulneran normas para hacer puntos políticos.

La Contraloría, a su vez, auditó a Coldelco y a otras empresas públicas adentrándose en lo que, a mi juicio, es le mérito de algunas decisiones (cuando su mandato es la legalidad) e interpretando la ley de una manera particular. También dijo que se demoraría 6 meses en un dictamen por la controversia sobre el nombramiento de un importante embajador (su plazo legal, pero ¿no se podía apurar?). Y, simultáneamente, comunicó de manera poco ortodoxa su imp0rtante fallo respecto del protocolo de interrupción del embarazo en tres causales  (lo que no atenúa en nada la falla del Ministerio de Salud).

En el Ministerio Público ya no están los fiscales más asiduos de Twitter, pero quedan muchas dudas respecto de las filtraciones en casos emblemáticos y ahora hay discusiones sobre las reuniones del Fiscal Nacional, antes de asumir.

El Ministerio de Hacienda hizo importantes anuncios de recortes de gasto fiscal. Pero aún no se sabe cuál es la línea base sobre la que operará el recorte, lo que hace imposible entender.

En fin, hay más ejemlos, pero es claro que no todo funciona como debería.

¿Qué hacer?

Lo primero es reconocer que existen casos positivos que se pueden tomar como ejemplo. Muchos tenemos discrepancias con cómo se produjo la política monetaria en los últimos dos años, pero nuestro Banco Central es un modelo institucional de primera, con directivos muy conscientes de lo que deben  y no deben hacer. Nuestra institucionalidad de libre competencia es otro caso.

También hay casos en que la responsabilidad puede más. Es fácil imaginar que, dada la historia precia, era tentador desacreditar el censo del 2017. No obstante, a pesar del cambio de director del INF,  se entregaron resultados que mantuvieron la continuidad.

Con todo, hay muchas instituciones que requieren modernizaciones especialmente cuando se acumulan discrepancias entre lo que deben hacer  y no hacen y, más importante, cuando se involucran en temas que no es obvio que deban entrar. Las instituciones que funcionan bien son predecibles.

La conocida frase del ex Presidente Ricardo Lagos «en Chile las instituciones funcionan» puede estar perdiendo validez. Parece urgente actualizar algunas de nuestras instituciones para que cumplan el cometido que la sociedad les entrega (y además sean más inclusivas). Solo así podremos garantizar que ellas apoyen y no terminen siendo un obstáculo para el desarrollo.

Estamos a tiempo y el sistema político tiene la responsabilidad de ponerse de acuerdo.