Si miramos el horizonte, en particular en lugares donde no se ve el mar, la tierra parece plana. Sin embargo, hace ya siglos que hemos aceptado que esta “sensación” no es correcta. La tierra es redonda. Sensaciones y realidades no son lo mismo. Ahora sí, para lo que hacemos todos los días, la diferencia es irrelevante. No haríamos nada diferente si la tierra fuera en realidad plana. O sea, acá las sensaciones, o el sentido común, no nos traicionan, ya que no nos llevan a cometer errores. No al menos en el plano individual, pero sí lo harían en una multiplicidad de otras actividades.
En el tema de la desigualdad, las sensaciones y las realidades se mezclan, y si bien desde el punto de vista individual puede dar un poco lo mismo, desde el punto de vista social es muy importante tener claro qué es qué.
Realidad: La realidad es que hace años que la desigualdad está disminuyendo, de hecho viene disminuyendo desde hace décadas. Mi investigación, que se basa en la desigualdad por generaciones, así lo muestra; mi libro, cuya primera edición tiene seis años, y su segunda, unos pocos meses, lo documenta (“Chile ¿Más Equitativo?” Ediciones UC, 2011, 2016).
Si uno mira el tema por generaciones, la desigualdad hace décadas que viene mejorando, y el índice de Gini ha mejorado en más de 20 puntos, lo que es un alza muy sustancial (y que pondría a Chile en una trayectoria, de continuar las actuales tendencias, hacia un Gini similar al del Reino Unido).
Pero hoy por hoy no es necesario recurrir a este argumento: la desigualdad a nivel de toda la población viene mejorando desde el año 2000 (¡17 años!): el Gini ha caído en más de 7 puntos (Desde 54,9 a 47,6 según el informe del PNUD).
Es cierto que su nivel aún es alto, pero este no es un tema que se va a resolver de un día para otro, y la única manera de que el nivel mejore es una baja sostenida, justamente como la que estamos observando.
Sensaciones y realidades: Sin embargo, en ese contexto, el gobierno de Bachelet es elegido para reparar lo que para algunos era el gran problema de la transición: la incapacidad de resolver el problema de la desigualdad. Sabemos que en una multiplicidad de niveles, el diagnóstico de la Nueva Mayoría estaba equivocado. En este de la desigualdad, también. Los datos indican que los cambios hechos ya habían logrado enmendar el problema y que la tendencia era a una mejora importante en la desigualdad si uno lo miraba por generaciones. Sin embargo, se argumenta (entre otros en el reciente libro del PNUD) que permanecen en la sociedad desigualdades de trato repudiables. Para algunos, queda la “sensación” de que el problema todavía está ahí.
Es cierto que en Chile permanecen, en particular entre sus generaciones mayores, costumbres de trato “verticales” que a un uruguayo como yo (proveniente de una sociedad históricamente más horizontal) le chocan y que lamentablemente a algunas generaciones (mayores) de chilenos pueden parecerles aceptables. Por trato “vertical” me refiero a situaciones en las cuales se plantea una relación de más a menos, por el mero nivel socioeconómico de las partes.
Pero acá también importa el tema de las generaciones. No es de esperar que personas de 50 o 60 años ahora vayan a cambiar de conducta. Más bien hay que esperar que las nuevas generaciones, que viven en un país más horizontal, que tienen una relación más horizontal con sus pares, descarten de plano estas costumbres de trato. O sea, para resolver todos estos problemas, tanto la desigualdad como los problemas derivados de ella, hay que persistir en el camino iniciado hace décadas, que ya ha significado mejoras significativas.
Sensaciones, Realidades y líderes de opinión: Como lamentablemente los hechos objetivos (las realidades que se miden con indicadores abstractos, difíciles de entender) no cambian en nada las opiniones (basadas en sensaciones), son los “líderes de opinión” quienes deben, a través de su discurso, producir cambios en la percepción. No seguir el discurso fácil, políticamente correcto, sino aceptar la realidad compleja que significa estar en un país con una transición de una sociedad vertical a una más horizontal. En ello radica el desafío.
Es a nivel de decisiones de política que sí importa reconocer cuál es la realidad respecto de los indicadores. A la persona de todos los días nada le cambia si el Gini es uno u otro, de la misma manera que nada le cambia si la tierra es redonda o plana. Pero sería demencial que los líderes de opinión se dejaran llevar por la “sensación” de que es plana, o por la sensación de que no ha habido progreso en el tema desigualdad.
Todos los indicadores usualmente utilizados para medir desigualdad muestran que ha habido un cambio en la tendencia desde el año 2000. Esto es una realidad…. ¡Y van 17 años! ¿Cuánto más nos demoraremos en aceptarlo?