El 1 de enero recién pasado murió, a la edad de 72 años, el filósofo inglés Derek Parfit, Senior Research Fellow del All Souls College en la Universidad de Oxford. Parfit era un filósofo especialista en cuestiones morales. Durante su vida escribió tan solo dos libros, pero su influencia sobre los pensadores modernos fue enorme. Filósofos de todas partes del mundo viajaban a Gran Bretaña para visitarlo, para hacerle preguntas, para hablarle sobre sus proyectos y sus trabajos. Parfit era extremadamente generoso. A veces escribía comentarios sobre los borradores de sus colegas que llegaban a los cientos de páginas. Su interés por enriquecer las ideas de sus amigos y discípulos superaba, con creces, su preocupación por sus propios escritos.
Su último libro, titulado On what matters (Sobre lo que es importante), corresponde a las Tanner Lectures que dictó en California, y fue publicado en 2011. Consta de tres volúmenes. En el primero, Parfit presenta su visión sobre la ética; es un enfoque nuevo que logra compatibilizar, en una serie de principios, poderosas ideas que hasta ahora eran consideradas antagónicas. El segundo volumen es una recopilación de comentarios sobre su obra, realizada por un grupo de lumbreras de las humanidades, entre las que destaca el filósofo moral Thomas Scanlon. Hay un tercer volumen, que será publicado este año en forma póstuma, en el que Parfit se pregunta qué hace que “algo” sea importante.
El tema de Parfit es la moral: ¿Qué reglas debemos seguir en nuestro diario vivir si queremos vivir una vida ética? ¿Cómo actúa una persona “buena”? ¿Cómo debemos comportarnos con respecto a los otros? ¿Cuándo una acción es “correcta”, y cuándo no lo es? A través de más de 500 páginas va desgranando el tema en forma clara e iluminada, sin tecnicismos exagerados, sin fuegos artificiales. Y lo que hace es importante: produce una especie de matrimonio entre la filosofía del “deber” de Kant y la filosofía de las “consecuencias” de un origen más utilitario (Jeremy Bentham; G.E, Moore). No son dos enfoques antagónicos, nos dice Parfit. Es posible establecer leyes universales que nos lleven a establecer reglas que nos dicen qué es “hacer lo que es correcto”.
Este es un libro que debieran leer todos los políticos chilenos. Porque resulta que en nuestro país los políticos casi nunca hacen lo que es moralmente correcto. Como nos recuerda semana a semana el rector Carlos Peña, nuestros políticos ofrecen un pobre espectáculo con sus transgresiones repetidas.
No se trata de ser “moralista”, ni de creer que uno puede tirar la primera piedra. No. De lo que se trata es de exigir un mínimo de decencia.
Y, claro, no solo debieran leerlo los políticos, sino que también los empresarios. Pero en esta columna quiero hablar de política; ya habrá tiempo de escribir detenidamente sobre los atropellos de tanto empresario.
¿Defensa del Estado?
Escribir sobre las transgresiones de los políticos no es fácil; es un terreno tan fértil, que es difícil saber por dónde empezar. Pero creo que en lo que va de este año 2017 -y posiblemente desde hace varios años-, la peor transgresión es, por lejos, el nombramiento de Javiera Blanco al Consejo de Defensa del Estado. Una operadora política sin experiencia en litigios, amiga personal de la Presidenta, es premiada con un nombramiento que, con un alto grado de probabilidad, va a ser costoso para todos los chilenos.
Pensemos por un momento en lo que está pasando: una novata ha sido designada para defender los intereses de todos, los intereses del Estado. El peligro para el erario nacional es evidente.
Claro, dirán algunos, fue un nombramiento que se ajusta a las reglas de juego; la ley lo permite. Pero Derek Parfit -y todo filósofo moral- diría que el hecho que un acto sea legal no lo hace moralmente aceptable. Después de todo, los nazis aprobaron las Leyes de Núremberg en 1935 para darle un carácter legal al exterminio sistemático de los judíos. Habrá sido legal, pero definitivamente, desde un punto de vista moral, fue repulsivo. Y así fue decidido en los juicios de 1945 en la propia ciudad de Núremberg.
La pregunta, entonces, es ¿qué hacer? ¿Cómo remediar la transgresión de esta acción transgresora? ¿Cómo enfrentar este nombramiento de la señora Blanco? ¿Qué es lo moralmente correcto?
No es necesario recurrir a expertos como Derek Parfit para dar una respuesta. Lo correcto es aprobar, unánimemente, una ley que reforme, en forma profunda, al Consejo de Defensa del Estado. Mejor aún, aprobar legislación que reemplace al Consejo por una nueva institución. Una ley que cese en sus funciones a los actuales consejeros y que, usando principios modernos y transparentes, nombre a un nuevo contingente cuya labor sea, precisamente, defender los intereses del Estado. Llamemos a esta nueva repartición la “Procuraduría de la Nación”, y dotémosla de consejeros con capacidad probada para esas funciones, consejeros nombrados con un criterio profesional, por no más de diez años, con anuencia del Senado.
Si los políticos quieren reparar el abuso del “affaire Blanco”, esta reforma debiera ser aprobada por unanimidad, con los votos de todas las bancadas.
La opinión pública, los líderes de opinión, los editorialistas de diarios, radios y canales de TV debieran exigir que así fuera. Ya es hora que las acciones reñidas con la moral sean repudiadas y corregidas. Es hora de hacer lo que es correcto.