Comencemos con la buena noticia. Los aprendizajes de nuestros jóvenes están mejorando, como lo indican los resultados de la última prueba PISA en la que hemos registrado avances tanto en ciencias, como en lectura y matemáticas. Somos el país latinoamericano que mayores progresos exhibe. Estas mejoras nos han permitido abandonar la última posición de la tabla, colocándonos por encima de aquellos países que se suman a la evaluación por primera vez.
Otras pruebas en las que el Perú ha venido participando, corroboran estos avances sobre todo en primaria. Es el caso de TERCE, donde calificamos ya por encima del promedio de la región en matemáticas (3º y 6º grado), lectura y escritura (3º grado). En ninguna de las disciplinas caemos debajo de la media.
Las pruebas nacionales ECE también confirman esa tendencia. Así, en el 2015, por primera vez la mitad de los estudiantes de 2º grado de primaria alcanzó el nivel de suficiencia esperado en comprensión lectora, una mejora de seis puntos porcentuales respecto del 2014. Entre el 2011 y el 2015, la mejora fue de 20 puntos porcentuales.
Los avances logrados en matemáticas también son importantes aunque no tan sólidos: durante el quinquenio anterior la mejora obtenida en los niveles de suficiencia llegó a los 12 puntos porcentuales.
Ahora la mala noticia: estos resultados contrastan marcadamente con lo que ocurre en secundaria. En el 2015, la prueba ECE se administró por primera vez entre los estudiantes de segundo de media. Apenas el 15% de los participantes alcanzaron el nivel satisfactorio en comprensión lectora, y solo el 10% en matemáticas.
La dispersión geográfica de los resultados es enorme, con Loreto registrando apenas el 1% de satisfacción en matemáticas y Huancavelica el 3% en lectura. Especialmente destacable es el contraste entre el desempeño de los estudiantes de colegios públicos y privados, con los primeros claramente rezagados: solo 7% de suficiencia contra 19% para los no-estatales en matemáticas, y 11% contra 29% en lectura.
Interesantemente, la misma cohorte que participó en la prueba ECE de secundaria en el 2015 ya había sido evaluada 6 años antes, en segundo grado, con resultados distintos. En efecto, los niveles de suficiencia alcanzados por los mismos estudiantes en el 2009 en lectura y matemáticas fue de 23% y 13,5%, respectivamente. Es decir, lejos de mejorar y registrar avances relativos, el grupo ha ido acumulando rezagos en sus aprendizajes respecto del estándar esperado.
Igualmente, cuando analizamos el detalle de los resultados PISA, hay motivos para preocuparse. En efecto, si confinamos la comparación a los mismos participantes que se hicieron presentes en la prueba anterior, nuestra subida en el ranking deja de parecer tan impresionante (nos mantenemos de coleros en ciencias, solo superamos a Indonesia en lectura y a Brasil, Jordania e Indonesia en matemáticas).
La data también pone de relieve la alta concentración de estudiantes peruanos en las categorías inferiores de desempeño PISA. En la prueba de ciencias, más del 60% de nuestros alumnos no alcanzan el nivel de competencias básicas (el equivalente para la OECDE es 20%). Más preocupante aún, el 47% se mantiene en la categoría de bajo desempeño para todas las materias (matemáticas, ciencia y lectura). Por si ello fuera poco, el número de nuestros estudiantes que registra un rendimiento sobresaliente en la prueba es estadísticamente irrelevante (0%).
Como sabemos, el Perú aspira a ser parte de la OECD en el 2021. Sin embargo, alcanzar el nivel de desempeño de ese club en materia educativa nos demoraría 20-22 años al ritmo actual de mejoras (suponiendo que los otros miembros no mejoran su puntaje). No podemos darnos el lujo de esperar tanto tiempo para cerrar las brechas en los aprendizajes de nuestros estudiantes. De allí la urgencia de pensar “fuera de la caja” y dejar de lado los cambios incrementales para adoptar un nuevo paradigma que transforme nuestra educación.