La sorpresiva victoria de Trump en la elección presidencial de EE.UU. ha creado una gran preocupación a nivel mundial por las posibles consecuencias de los, aún potenciales, cambios de política en la principal economía del mundo.
Si bien es cierto todavía hay mucha incertidumbre, puesto que es difícil dilucidar cuánto de su retórica de campaña se traducirá en políticas públicas concretas, ya podemos anticipar una serie de cambios importantes. Entre ellos, que EE.UU. -el paladín del libre comercio y del multilateralismo- se va a tornar más proteccionista utilizando aranceles y acuerdos bilaterales para reducir sus déficits comerciales y apoyar sus industrias. Su amenaza de imponer aranceles a las importaciones desde China puede desatar una muy costosa guerra comercial, lo que, sin duda, tendría costos en el mediano plazo en crecimiento y bienestar para su economía y, en particular, para los consumidores de clase media que fueron parte de su base de apoyo.
También se anticipa que su gobierno tendrá un sesgo hacia la simplificación de regulaciones internas y que en política fiscal impulsará una rebaja importante de la tasa de impuestos a empresas y personas, al mismo tiempo que habría un aumento del gasto en infraestructura y defensa. Sin embargo, hay incertidumbre sobre la forma y el calendario de la expansión fiscal.
Hay que tener en cuenta que el Congreso tiene un poder importante en materia fiscal, lo que obligará a Trump a trabajar con el establishment republicano. Probablemente, este partido condicionará su apoyo a la reducción de las tasas impositivas y al aumento del gasto a la incorporación de otros ajustes en gastos e ingresos, con el fin de evitar un crecimiento pronunciado en el déficit, variable prioritaria para este partido.
Sumando y restando, todo anticipa que la política fiscal se tornará más expansiva. En ese caso, la política monetaria dejará de ser el único instrumento para reactivar la economía y evitar una inflación muy baja, lo que ayudaría a lograr un mejor balance de las políticas macro y a reducir los riesgos de inestabilidad financiera alimentados por las muy bajas tasas de interés de los últimos años. Sin embargo, con una economía que ya se encuentra cercana al pleno empleo, sin brechas de capacidad y una inflación transitando hacia la meta, una expansión fiscal presionará la inflación al alza, justo cuando esta estaba repuntando en EE.UU. y en el resto del mundo. Esto puede llevar a la Reserva Federal a ser algo más agresiva en su proceso de alza de tasas.
Pero la incertidumbre en EE.UU. trasciende el campo económico y se extiende también a la política exterior y de seguridad. Si EE.UU. toma una postura menos comprometida con la seguridad global, el mundo se percibirá menos seguro y más frágil, mientras no sea compensado por un mayor compromiso en esta materia de otros países, principalmente Alemania, Francia, Japón y Corea del Sur. Esto puede tener efectos importantes en zonas que ya sufren de inseguridad y violencia como Asia, o que han experimentado terrorismo extremista, como Europa.
Este cambio en política exterior de EE.UU. llegaría en momentos en que el mundo ya enfrentaba varias fuentes de inestabilidad: (1) Ucrania, Irán, Brexit, la crisis migratoria de Europa, el problema de Turquía, y el alza del populismo y del nacionalismo en varios países del mundo desarrollado; (2) la postura más agresiva de Rusia; (3) las ambiciones de China, y las amenazas del arsenal bélico y nuclear de Corea del Norte en Asia del Este; (4) y en Asia del Sur, el largo conflicto entre India y Pakistán.
Capacidad para movilizar a la clase media
El triunfo de Trump se basó, en parte, en su capacidad para movilizar a la clase media con bajos niveles de escolaridad. Este grupo ha enfrentado grandes dificultades para adaptarse a los grandes cambios de EE.UU. durante los últimos 20 años y no ha sido el foco prioritario de las políticas públicas, redundando en un nulo progreso en su estándar de vida. De hecho, el ingreso real de este grupo se ha mantenido prácticamente estancado, y su exposición al desempleo y a la inseguridad laboral ha aumentado.
Trump interpreta esa sensación de malestar en los grupos medios como resultado de la globalización y la inmigración. Para enfrentar tal sensación propuso una solución que combina proteccionismo -en particular aumentando los aranceles a las importaciones desde México y China- y una posición más dura hacia la inmigración, deportando a los inmigrantes ilegales y restringiendo la entrada de ciertos grupos. Esta es la parte medular de su estrategia de «Hacer América grande nuevamente».
Desafortunadamente, esta interpretación, si bien exitosa en atraer votantes, es muy simplista. Diversos estudios muestran que el estancamiento del ingreso de la clase media estadounidense está relacionado principalmente con los avances tecnológicos, especialmente la automatización, y la revolución de la tecnología de la información y las comunicaciones, y del transporte internacional (Goos, Manning, y Salomon, 2014 y estudios de Brynjofsson y McAfee del MIT).
Por otro lado, el malestar de la clase media también se manifiesta con fuerza en otros países avanzados -por ejemplo, Grecia, Francia, Italia y España- como también en países emergentes. En Europa, este descontento tiene una raíz más económica, relacionado con la caída de producto, el pronunciado aumento del desempleo, la reducción de beneficios asociados a los estados de bienestar -como parte de los programas de austeridad fiscal-, y notorios casos de corrupción, favoritismo y abusos. De hecho, en Grecia, Portugal, Italia y España el producto está aún por debajo del existente antes de la crisis, destacando el caso de Grecia en que el producto aún está un 27% por debajo de su valor alcanzado en el primer trimestre del 2008, y en todos estos países la tasa de desempleo está muy por encima del nivel previo a la Gran Recesión. En tanto, el problema de Francia ha sido uno de un muy bajo crecimiento y de recortes en beneficios estatales.
En Chile, por su parte, las cifras de las encuestas muestran que la mayoría de los chilenos percibe que el acceso a la educación, la salud y otros servicios es muy desigual, redundando en una sensación de desigualdad de oportunidades. Para algunos analistas esta desigualdad sería la causa del malestar en nuestra sociedad. Si ello fuera así, debiera observarse una mayor inclinación por la igualdad de ingresos y por asignar más responsabilidad al Estado en el sustento económico de las personas. Sin embargo, los datos revelan exactamente lo contrario en ambas dimensiones. Quizás ello se debe al fuerte carácter individualista de los chilenos, en cuyo centro se encuentra la creencia en el esfuerzo como causa del éxito económico. Visto de esa forma, entonces, no parece que la percepción de desigualdad en el acceso a servicios sea evidencia suficiente para afirmar que existe malestar con el modelo económico.
En Chile las presiones han venido de una vibrante clase media, que emergió como resultado del acelerado progreso económico y social de las últimas tres décadas. Este grupo quiere seguir progresando a la velocidad que lo venía haciendo y tiene temor de volver a caer en la pobreza. En efecto, de acuerdo a la encuesta CEP de julio-agosto 2016, los chilenos señalan que las cinco principales prioridades que el próximo Presidente debería abordar apenas asuma el gobierno son mejorar la salud, crear más empleos, mejorar la educación, combatir la delincuencia y asegurar más crecimiento económico. Interesantemente, la prioridad de mejorar la distribución del ingreso cayó de un 22 al 11% si comparamos con lo que la población afirmaba en 2005.
En suma, pareciera que el malestar en Chile se explica mejor por el bajo crecimiento de los ingresos y por la mala calidad de algunos servicios del Estado. Para abordar tales problemas, resulta necesario trabajar en dos dimensiones. La primera es mejorar las oportunidades para generar ingresos en el corto plazo -aumentando las tasas de participación laboral, en particular de jóvenes y mujeres, estimulando la capacitación y el aprendizaje en el trabajo, y promoviendo políticas activas en el mercado laboral que faciliten el empleo, la adaptabilidad y la reducción de la informalidad- y en el largo plazo, mejorando la calidad de la educación preescolar, básica y media. La segunda involucra mejorar la calidad de los servicios estatales, en especial lo referido a educación (nuevamente), salud y combate a la delincuencia.
Trump interpreta esa sensación de malestar en los grupos medios como resultado de la globalización y la inmigración (…) Desafortunadamente, esta interpretación, si bien exitosa en atraer votantes, es muy simplista. Diversos estudios muestran que el estancamiento del ingreso de la clase media estadounidense está relacionado principalmente con los avances tecnológicos».»Pareciera que el malestar en Chile se explica mejor por el bajo crecimiento de los ingresos y por la mala calidad de algunos servicios del Estado. Para abordar tales problemas resulta necesario trabajar en dos dimensiones: mejorar las oportunidades para generar ingresos en el corto plazo y mejorar la calidad de los servicios estatales, en especial lo referido a educación, salud y combate a la delincuencia».