La decisión de hacer empresa en el Perú

 

Desde nuestras primeras clases de economía entendemos el poder de vender a un mercado mayor. Los menores costos unitarios

nos hacen más competitivos y podemos tener mayores ganancias que si fuésemos un pequeño negocio con una limitada demanda. En cada empresa, el gerente debe decidir cada día cual será el tamaño el día siguiente de su empresa. Le toca decidir si venderá lo mismo a los mismos clientes, o si buscará otras plazas, o tal vez decidirá vender otras cosas, o quizás simplemente intentará vender más de lo que ya hace.

Esa decisión –aparentemente tan simple- puede ser tremendamente compleja por las regulaciones que cualquier empresa debe cumplir o decidir no cumplir. Me refiero a las regulaciones laborales y tributarias. En un mundo teóricamente simple, uno quisiera pensar que esa decisión se toma porque la demanda nos limita a un cierto tamaño.  Si esa demanda se contrae o se expande nuestra operación hace lo mismo con una plasticidad digna de un ballet. Lo cierto que la realidad es bastante más complicada que la pizarra de una clase o las páginas de un texto de microeconomía básica.

La decisión de qué tamaño debe tener mi empresa está sujeta a regulaciones que se superponen y que hacen que puede ser que sea óptimo que debería reducir el tamaño de mi empresa para evitar la combinación de una regulación laboral o tributaria.  Por ejemplo, en el Perú si una empresa tiene más de 10 trabajadoras que están en edad fértil debe tener un lactario con unas dimensiones definidas por ley.   Pero aquí también cabe otra dosis de realidad, el extremo teórico es que todas las empresas son supervisadas por las autoridades laboral y tributaria y por lo tanto sus regulaciones son exigibles y de necesario cumplimiento. La realidad está varios pasos más allá de este extremo y mientras menor sea el tamaño de la empresa, más lejos estará de la vigilancia estricta de las autoridades. Esto en realidad hace que la decisión que tomamos tenga la incertidumbre de querer estar expuestos a ser o no ser castigado en caso estemos incumpliendo algunas de esas normas que nuestro tamaño exige.

Pero, si hacemos un zoom macroeconómico a esta discusión lo primero que diremos será que la suma de todas estas decisiones nos dará cual es el nivel de productividad empresarial que tenemos en nuestra economía. De acuerdo a una reciente presentación del Ministro de Economía, Alfredo Thorne, en el Perú la productividad promedio de las empresas pequeñas es un tercio de las de empresas de mayor tamaño.  Esas pequeñas empresas emplean al 71 por ciento de las personas que trabajan, cifra muy cercana al 73%, nivel de informalidad laboral de toda la economía.

En Perú se está empezando a discutir que hacer para reducir estos niveles de alta informalidad y un punto crítico en dicha discusión es porqué las empresas deciden tener un nivel tan pequeño que las condena a baja productividad, que condena a sus trabajadores a empleos precarios, con limitada cobertura de protección social, pero que a su vez condena a toda la economía a no tener un mercado interno más amplio, a ser menos competitivos, menos desarrollados. Seguramente que quien ideó la multiplicidad de regímenes tributario y laboral que enfrentamos creía que estaba haciendo todo lo contrario. Bueno, digamos que después de varias décadas es obvio que se equivocó.