¿Quién es el “padre” del modelo?

El breve discurso que Michelle Bachelet dio el 9 de agosto fue, posiblemente, el más importante de su vida. En ocho minutos la Presidenta cambió el enfoque de su segundo gobierno. Sepultó la retroexcavadora y resucitó la “política de los acuerdos”.

Lo importante no fue el esbozo de la reforma de pensiones que el ejecutivo va a proponer -de hecho, faltan muchos de los detalles-. Lo importante fue el tono mesurado e inclusivo que la Presidenta usó para pedir un gran acuerdo nacional, una gran conversación en la que participemos todos. A partir de este diálogo debiera nacer una nueva visión de país. Para que esta conversación sea fructífera, y de verdad cambie el clima de malestar y hostigamiento que impera en Chile, el resto de los actores -tanto políticos como no políticos- deben actuar de buena fe.

En lo que a pensiones se refiere, es importante ponernos de acuerdo sobre algunos puntos esenciales, clarificar dudas y deshacerse de mitos y prejuicios que sólo contribuyen a empantanar la conversación.
Lo primero que hay que aceptar es que la mayoría de los chilenos reciben pensiones excesivamente bajas, que distan mucho de sus expectativas. Desde luego, hay muchas razones para ello, pero negar que este es un tema que genera frustración y dolor es absurdo.

Un segundo punto es reconocer que, como ha dicho el rector Carlos Peña, este es un problema que tiene ángulos tanto políticos como técnicos. En lo político, la gran pregunta es qué tipo de sociedad queremos y qué rol tendrá la “solidaridad” con los ancianos en ella. En lo técnico, la interrogante principal es cuál es la manera más efectiva de lograr los objetivos políticos decididos en democracia.
Solidaridad

Los críticos dicen que el sistema actual -caracterizado por un pilar público que subsidia las pensiones bajas, y por uno de capitalización individual- carece de solidaridad intergeneracional. Vale decir, según esta posición, los jóvenes no contribuyen a financiar las pensiones de los jubilados de menores ingresos.
Esa afirmación no es correcta.

El Pilar Solidario, que asegura una pensión básica o subsidiada a toda persona en el 60% más pobre, tiene un enorme componente solidario y es altamente redistributivo. En efecto, este pilar se financia con impuestos que pagan todos los ciudadanos, incluyendo los trabajadores jóvenes. Así, cada vez que alguien paga IVA u otro impuesto, un porcentaje no despreciable va, solidariamente, a subsidiar las pensiones de los menos afortunados en la tercera edad. De esta forma, y en contra de lo que algunos afirman, los trabajadores de las generaciones jóvenes contribuyen a financiar, en forma importante, a los pensionados. Más aun, al depender de impuestos generales, el pilar público también usa dineros de las empresas para cubrir las pensiones. Vale decir, en Chile el aspecto solidario del sistema es mucho más amplio que en otros países.

Pero eso no es todo. Hay otro canal a través del cual los trabajadores jóvenes aportan intergeneracionalmente al financiamiento de las pensiones. Hoy en día, el gobierno tiene un déficit importante, el que cubre emitiendo deuda. Estos bonos, que en parte permiten costear las pensiones del pilar público (PBS y APS), tendrán que ser pagados en unas décadas por los actuales jóvenes, a través de mayores impuestos. Nuevamente, hay una solidaridad intergeneracional en acción.
Nada de lo anterior invalida el hecho de que para la mayoría de los chilenos -y especialmente para las mujeres- las pensiones actuales (y las proyectadas) son muy bajas. Eso es una realidad que hay que enfrentar con templanza y eficiencia. Una manera de hacerlo de inmediato es implementando las propuestas 1 y 2 de la Comisión Bravo, las que fueron apoyadas por 23 de los 24 comisionados. Ellas consisten en aumentar los montos del Pilar Solidario en 20% y en aumentar su cobertura del 60% al 80% de los más pobres. Esta última medida tendría un efecto enorme en las pensiones de las personas de clase media, que se encuentran entre el 60 y el 80% de la distribución del ingreso, y cuya jubilación autofinanciada es muy baja.
Un poco de historia
¿Quiénes son los verdaderos “padres” del actual sistema? Un poco de historia es útil, y sirve para poner la conversación a la que llamó la Presidenta en el contexto adecuado.

La idea de un sistema basado en cuentas de ahorro individuales es muy anterior a la aparición de José Piñera en el escenario político nacional. La idea ya estaba en el “Ladrillo”, el documento que preparó entre 1972 y 1973 un grupo de economistas de Chicago. El capítulo sobre pensiones fue elaborado por Emilio Sanfuentes y Sergio Undurraga. Además, como cuenta Sergio de Castro en su biografía, los detalles de las cuentas individuales fueron tomados del sistema de Estados Unidos (las llamadas 401K), y quien analizó ese modelo y escribió sobre su posible aplicación en Chile fue Miguel Kast. Piñera llegó mucho después, ya bien instalada la dictadura. Ahora, desde luego, fueron él y su equipo quienes elaboraron los detalles y lo echaron a andar. En ese sentido, se podría decir que más que el arquitecto, fue el albañil. Y, claro, sin albañiles los edificios no se construyen.

Si bien el sistema actual tiene algunas diferencias con lo esbozado en el “Ladrillo”, su esencia es la misma. Se proponían cuentas individuales, manejadas por administradoras privadas que competían entre sí, y que invertían los ahorros en el mercado de capitales. Este pilar era complementado por un sistema público que otorgaba pensiones básicas (hasta por un “sueldo vital”). Sólo se podían retirar los fondos al cumplir cierta edad y para obtener una pensión vitalicia. Una diferencia importante con el sistema actual es que se contemplaba que los fondos tendrían un “directorio representativo de los asociados”. Esta idea se encuentra entre las esbozadas por la Presidenta hace dos semanas.

En 1967, el Presidente Frei Montalva habló de una crisis del sistema de reparto organizado a través de cerca de 300 cajas diferentes, y planteó reformarlo. Era un sistema enormemente injusto. Si un obrero cotizaba 15 años o menos en el Seguro Social (800 semanas, para ser más preciso) no recibía ninguna pensión: ¡Cero! De otro lado, un funcionario de alto rango sólo tenía que contribuir unos pocos años para sacar una pensión millonaria, tipo “Miriam Olate”. En el programa de Jorge Alessandri de 1970 ya se hablaba de cuentas de ahorro individuales. El gobierno del Presidente Allende también contempló reformas. De hecho, seis de las “40 medidas” de la UP tenían que ver con pensiones. Pero nunca se hizo nada. Si uno las lee ahora, es ineludible concluir que eran vagas y populistas.

El Pilar Solidario tiene como base la idea de que todos los chilenos -incluso los que no contribuyen- merecen algún ingreso cuando llegan a la tercera edad. Este Pilar Solidario “no contributivo” empezó en 1952, y fue impulsado por la Comisión de Salubridad del Senado, de la que Salvador Allende era presidente. El cuerpo legal fue la Ley 10.388, y el detalle estaba en el artículo 7 transitorio. Más aún, el germen de esta legislación era un proyecto presentado por el propio Allende cuando fue ministro del Presidente Aguirre Cerda, proyecto que durmió en el Senado durante más de una década. Ni Piñera, ni Mario Marcel, ni mi amigo Andrés Velasco inventaron el Pilar Solidario; sí contribuyeron a mejorarlo. Hay mucha historia, mucha simbología y una evolución importante en esta idea. Esto es algo que ha enfatizado repetidas veces el economista Salvador Valdés, uno de los mayores expertos en el tema de pensiones en el mundo entero.

Que la conversación continúe, que nada la interrumpa, que la llevemos a cabo con altura de miras, información y tranquilidad

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