La economía y las elecciones del 2016 en el Perú

Empiezo a escribir este artículo, en la noche del día siguiente a la primera vuelta de las elecciones presidenciales en el Perú. Hoy la bolsa de valores registró una fuerte recuperación, el índice general subió en 8.61%, mientras que el sol se apreció frente al dólar norteamericano en 3.04%, la mayor ganancia diaria de la moneda local en cerca de 25 años.[2] Al igual que la mayoría de mis conciudadanos, hoy respiro con más tranquilidad que ayer.

Las instituciones políticas en general y los partidos políticos en particular son muy débiles en Perú. Esto lleva a que las elecciones presidenciales se conviertan en una importante fuente de incertidumbre, donde existe amplio espacio para outsiders.[3] La verdad que en nuestro país es muy difícil anticipar cuáles serán los resultados electorales seis o tres meses antes de que tengamos que ir a depositar nuestros voto en las urnas. Probablemente, esta obligación de votar es un factor que contribuye a esta falta de predictibilidad del resultado electoral. Y para nosotros los economistas falta de predictibilidad puede a veces confundirse con falta de racionalidad o, simplemente reflejar nuestra incapacidad para entender por qué carajo votamos como votamos…

Hace cinco años, tras la primera vuelta de las elecciones presidenciales, en que Ollanta Humala y Keiko Fujimori obtuvieron las mayores votaciones y pasaron a competir por la presidencia, decidí analizar con métodos estadísticos los determinantes del voto político en el Perú.[4] La motivación del estudio era clara: a muchos nos resultaba difícil entender cómo, en el medio de un boom económico sostenido y sin precedentes en el país, el electorado podía haberse inclinado por una opción de izquierda radical que cuestionaba abiertamente el modelo económico cuyos resultados habían sido extraordinarios.[5]

Es importante recordar que el aparente divorcio existente entre el crecimiento económico y las preferencias de los electores en términos del modelo económico no se manifestó recién en el 2011. Ya en el 2006, en el medio del auge económico y del súper ciclo de los commodities, Ollanta Humala había obtenido la mayor votación en la primera vuelta electoral (para ser derrotado en la segunda por Alan García) y su partido logrado el mayor número de curules en el Congreso de la República. Los hechos demuestran que a pesar de que el sistema económico aparentemente había funcionado durante la primera década del siglo XXI, durante estos años el voto “anti-sistema” se fortaleció y permitió que un candidato de izquierda alcanzase la presidencia de la república por la vía democrática por primera vez en la historia del país.

¿Qué es lo que explicaría este supuesto divorcio entre la economía y la política? O, tal como han planteado diversos autores, en realidad el divorcio era sólo aparente y la economía de la mayoría de los electores no estaba tan bien como la economía nacional. De hecho, la sesgada distribución del ingreso (personal y espacial), en el país puede llevar a que un análisis basado sólo en promedios (como el crecimiento del ingreso per cápita) conduzca a resultados aparentemente inexplicables, sobre todo cuando se trata de analizar la evolución política y los resultados electorales de un país.[6]

Hace cinco años respondí a la pregunta de si existe un divorcio entre la economía y la política (el voto) en el Perú con un contundente ‘no’, pero también enfaticé que existen una serie de otros factores que resultan relevantes:

“El análisis del voto en primera vuelta demuestra que las variables referidas al impacto de la macroeconomía sobre el bienestar material del elector (tasa de pobreza o ingreso relativo de la provincia) fueron determinantes importantes del voto por Ollanta, PPK (Pedro Pablo Kuczynski) y B/N (blanco o nulo). De hecho, la gente más pobre votó por Ollanta u optó por el B/N (voto de protesta), mientras que los de mayores ingresos lo hicieron por PPK. Y aunque el voto por el cambio radical (Ollanta en primera vuelta), el voto por el otro extremo (PPK), y el voto de protesta (B/N) estuvieron determinados (aunque no exclusivamente) por variables económicas, también hay que notar que la economía de las personas no jugó un rol en el voto por Keiko Fujimori o por Alejandro Toledo. (…)

Los resultados también demuestran que aunque las variables económicas son importantes, claramente no lo son todo. El voto está asociado, además, con otras variables referidas a la inclusión social (como la educación y acceso a seguro de salud). Desde este punto de vista, los resultados de la investigación econométrica indican que Ollanta fue el candidato de los excluidos, mientras que PPK fue el de los incluidos. Keiko se situó en un centro no muy bien definido entre estos dos extremos.

Asimismo, se puede concluir que el factor ideológico constituye un determinante crucial del voto en el Perú.  El análisis econométrico indica que la variable explicativa más importante en las regresiones es el voto rezagado (el voto por el mismo partido o alianza política en la primera vuelta de 2006). Esta variable refleja la “preferencia política revelada” en la anterior elección y constituye una aproximación a la ideología de los votantes. (…) Los resultados empíricos indican que efectivamente existe un alto grado de inercia en el voto (memoria del voto), es decir, aquellos que votaron por Ollanta (o por el partido fujimorista, o por Lourdes Flores u optaron por el voto B/N) en la primera vuelta de 2006 también lo hicieron por él en 2011 (o por Keiko, o por PPK o B/N, respectivamente). Esta evidencia es contraria a la creencia bastante extendida en el sentido que el voto en el Perú no es ideológico y que, más bien, es impredecible, ‘que los peruanos decidimos nuestro voto en la cola de votar o, inclusive, recién cuando estamos frente a la cartilla del voto de la ONPE’.”[7]

Bueno, regresemos al 2016 y a las elecciones del domingo pasado. Como todos sabemos, la enorme incertidumbre en torno a la reciente primera vuelta electoral no giró en torno a quién quedaría en el primer puesto –todas las encuestas indicaban que Keiko Fujimori gozaba de una amplia ventaja– sino sobre quién quedaría de segundo ¿PPK (pro sistema) o Verónica Mendoza (candidata de un frente de izquierda que ofrecía cambiar el modelo económico)? Muchos temían que de pasar a la segunda vuelta, la señora Mendoza podría derrotar a la señora Fujimori (debido a que el anti fujimorismo es una fuerza importante, según lo confirman las encuestas) y subsecuentemente tratar de cambiar las reglas del juego económico en el país. Este temor se reflejó en la caída de los diferentes índices de la Bolsa de Valores de Lima y la depreciación del sol en la semana que precedió a las elecciones.

Sin embargo, los resultados electorales fueron amigables para el mercado, pues los dos candidatos que se identificaban más con el modelo económico vigente (Keiko Fujimori y Pedro Pablo Kuczynski – PPK) fueron los que fueron escogidos para pasar a la segunda vuelta. En el Gráfico 1 se presentan los resultados de la primera vuelta electoral.

Grafico 1 paredes

La siguiente tabla presenta un primer análisis de correlación estadística utilizando los resultados oficiales de la ONPE al 98.96% de las actas procesadas y 94.71% contabilizadas a nivel de las 24 regiones del país[8], y los valores de diferentes variables a nivel regional como el ingreso per cápita (2015), la tasa de analfabetismo, el índice de desarrollo humano (IDH), la tasa de pobreza y la tasa de pobreza extrema. Aunque todos sabemos que la correlación no implica causación, este análisis nos puede dar algunas luces sobre las características de aquellos que votaron por los diferentes candidatos.

Tabla 1. Coeficientes de correlación entre el porcentaje de votos emitidos a favor de candidatos presidenciales y diferentes variables explicativas a nivel regional

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Como se pude apreciar, PPK aparece como el candidato de los más beneficiados por el modelo económico (correlación positiva e importante con ingreso per cápita e IDH y correlación alta y negativa con indicadores de pobreza y de analfabetismo). En contraposición, Verónica Mendoza y Gregorio Santos, aparecen como los candidatos de los pobres y con menores oportunidades (correlación alta y positiva con tasas de pobreza y analfabetismo, así como correlación negativa con el IDH). Cabe resaltar que los coeficientes de correlación para los candidatos Mendoza y Santos son similares y que en todos los casos los signos de los mismos son iguales (lo cual diferencia a los votantes por los candidatos de izquierda de los que votaron por Keiko y PPK).

Esta última observación es consistente con el consenso post electoral de que la izquierda perdió la posibilidad de pasar a segunda vuelta al haber presentado dos candidaturas, en vez de una sola. De no haber postulado Gregorio Santos, Verónica Mendoza estaría hoy disputando la presidencia de la república, pues puede inferirse que los votantes que respaldaron a Santos eran bastante “parecidos” o similares a los que respaldaron a Mendoza.[9]

En el caso de Keiko Fujimori es interesante notar que, al igual que en el 2011, nuevamente ella se situó en un centro no muy bien definido entre los dos extremos representados por PPK y la izquierda. En efecto, al comparar los valores de los coeficientes de correlación entre el voto por PPK (segunda columna), Verónica + Santos (penúltima columna), y Keiko (primera columna), se observa que en todos los casos el valor de los coeficientes de Keiko se encuentran entre los dos extremos representados por PPK y la izquierda. Es importante aclarar qué queremos decir por “situarse en el centro”. No nos referimos a las propuestas de la candidata, sino a las características de los que votaron por ella.

Por otro lado, es interesante observar que los signos de los coeficientes de correlación de los que quedaron en cuarto y quinto lugar en las elecciones –Acción Popular y Alianza Popular, con 5.8%  y 4.8%  de los votos emitidos, respectivamente– se parecen mucho más a Keiko y PPK, que a la opción de izquierda. Es más, como se puede apreciar en dicha tabla, los que votaron por Acción Popular (Alfredo Barrenechea) se “parecen más” a los que votaron por PPK, mientras que los que votaron por  Alianza Popular (Alan García, quien lideró la alianza del APRA y el PPC) están más cercanos a los que votaron por Keiko Fujimori. Finalmente, con respecto a los votos blancos y nulos, los que se inclinaron por esta opción se parecen más a los que votaron por la izquierda. De hecho, la correlación de estos con los que menos oportunidades tienen es la más alta. Ya en el estudio del 2011, habíamos identificado que este era un “voto de protesta”, que en la segunda vuelta de ese año se trasvasó parcialmente a votos por Ollanta Humala.

Y habiendo visto estos resultados, ¿qué podemos inferir para el 5 de junio del 2016 en que tendremos que ir a votar en segunda vuelta? Antes de contestar esta pregunta, resulta relevante ver qué es lo que encontramos en el análisis de hace 5 años:

“el voto en segunda vuelta no se explicó por variables económicas, éstas ya habían contribuido a determinar el voto en la primera ronda electoral y cuando éste último se toma en cuenta en la regresión del voto de segunda vuelta, las variables económicas carecen de valor explicativo adicional. Los factores que explicaron el voto en segunda vuelta (aquellos estadísticamente significativos) no sólo disminuyeron en número con respecto  a la primera ronda, sino que cambiaron de naturaleza. En efecto, los factores económicos perdieron importancia frente a factores ideológicos, como la valoración de la democracia, y factores estructurales, como la raza y la ubicación geográfica del elector. En parte, esto puede explicarse por el hecho que Ollanta Humala se desplazó hacia el centro durante la campaña de la segunda vuelta, dejando atrás su posición radical anti sistema y presentando propuestas que ya no distaban mucho de las de su contendora. En este contexto, el elector que tenía que votar por alguien a quien había rechazado en primera vuelta, terminó votando por quien sintió más cercano a él o ella, por quien le despertaba más seguridad o, simplemente, menos desconfianza.

En la segunda vuelta electoral, el homo economicus del elector cedió paso a su homo politicus, y fue justamente éste último, el homo politicus, el que llevó a Ollanta Humala a la presidencia de la república.”[10]

Resulta evidente que en la segunda vuelta del 2016, no será el homo economicus del elector el que decida su voto, pues los dos candidatos resultan difíciles de diferenciar en materia de propuestas económicas (por lo menos para la gran mayoría de votantes), la pregunta es por quién se inclinará el homo politicus de los electores, en particular de aquellos que respaldaron a los candidatos que quedaron fuera de la carrera por la presidencia, que serán los que al final decidirán la elección.

Todavía es muy temprano como para poder vaticinar un resultado con cierta precisión, pero es posible hacer un simple ejercicio de sumas y restas para entender la magnitud de la tarea que tienen ambos candidatos frente a ellos. Parece ser claro que los que decidirán la segunda vuelta electoral este año son aquellos que en primera vuelta votaron por la izquierda (19% de los votos emitidos fueron a los candidatos Verónica Mendoza y Gregorio Santos)  y los que votaron blanco o nulo (que representaron 16.9% de los votos emitidos). Recordemos que ambos grupos (izquierda y B/N) son parecidos desde un punto de vista de su relación con variables económicas: corresponden a los menos beneficiados del modelo económico vigente desde comienzos de los noventa.

En las dos últimas elecciones presidenciales el voto B/N se redujo de manera significativa en la segunda vuelta (de 16.1% a 9.5% en el 2006 y de a 6.3% en el 2011). Mi impresión es que en esta oportunidad, el voto B/N no disminuirá tanto, pues los votantes que los emitieron son muy diferentes a las dos opciones que pasaron a segunda vuelta. Me atrevo a pronosticar que el voto B/N no bajará de 15%, pues incluso habrá muchos votantes que se inclinaron por alguna de las opciones de izquierda que preferirán votar B/N antes que por uno de los dos candidatos que pasaron a la segunda. En este caso, los votos válidos podrían ser solo el 85% de los votos emitidos y para alcanzar la presidencia se requeriría llegar a 42.5% de los votos emitidos. Supuestamente Keiko parte de 33.1% y PPK de 17.4%, pero es probable que en la primera vuelta un pequeño porcentaje de los que iban a votar por Keiko lo hayan hecho por PPK (para prevenir que Verónica pasase a segunda vuelta). ¿A cuánto llegaría este porcentaje? Difícil saberlo, pero si solo fuese 0.4% de los votos emitidos (algo más de 70,000 votos), entonces Keiko partiría de 33.5% y PPK de 17.0%. A la primera le faltaría lograr captar 9% de los electores y a PPK 25.5%. La diferencia en el trecho por recorrer de ambos candidatos es significativa.[11]

Por cada votante que tenga que convencer el Keiko Fujimori, PPK deberá atraer a su campo casi tres. En este sentido la tarea de PPK parece titánica. Pero también es cierto que PPK no enfrenta el antivoto que las encuestas señalaban que afectaban a Keiko, debido a lo arraigado del anti fujimorismo en algunos sectores de la población. Supongamos que debido al anti fujimorismo o a cualquier otro factor, PPK logra captar el 75% (Keiko el 25%) de los votos que fueron a Acción Popular, Alianza Popular y de los candidatos agrupados bajo el rubro “Otros” en el Gráfico 1. Dado que juntos éstos representaron el 13.6% de los votos emitidos,  Keiko alcanzaría 3.4% del 9% que necesita, restándole solo 5.6% que buscar en el voto de la izquierda y del B/N que no terminará siendo B/N en segunda vuelta. Para PPK ganar las elecciones, deberá atraer masivamente el voto de la izquierda y hacerlo de manera tal que no enajene a los votantes de los otros partidos políticos que serían más afines a él.

En los 50 días que nos esperan antes de las elecciones podemos esperar una campaña política en que el tema económico no debería ocupar un rol central. Es más, si los candidatos juegan con astucia, probablemente centrarán su discurso en otros temas que los pueden diferenciar con más claridad y con menos riesgos: género, edad, experiencia, equipos de gobierno, valores democráticos, posición ante la corrupción, política de seguridad interna y lucha contra el terrorismo, programas sociales, entre otros. Es claro que esta vez, a diferencia del 2011, los candidatos estarán disputándose electores que no comulgan con la visión de la economía de ninguno de los dos. En este contexto, ante la necesidad de atraer electores con una ideología bastante ajena a la de ellos y/o electores con enormes necesidades y frustraciones económicas, ambos candidatos deberán ser muy cuidadosos de no incurrir en ofertas populistas que luego le pasen la factura al momento de gobernar o de constituirse en una fuerza de oposición responsable.

 

[1]     El autor es doctor en economía, profesor de la Escuela de Post Grado de la Universidad del Pacífico y Presidente de Intelfin Estudios & Consultoría. Se agradece el apoyo en la investigación de Daniela Britto, María del Mar Sánchez y Alex Martínez, así como los comentarios del profesor Roberto Chang.

[2]     Solo superada por la apreciación diaria del 14 de mayo de 1992. Ver diario Gestión, 12 de abril 2016.

[3]     En 1990, a último momento, apareció Alberto Fujimori y ganó las elecciones a otro personaje relativamente nuevo en política, Mario Vargas Llosa. En el 2001, Alejandro Toledo ganó las elecciones con un partido político de reciente inscripción (Perú Posible). Luego en el 2006, Ollanta Humala apareció en el escenario político y obtuvo la mayor votación en primera vuelta, para ganar la presidencia cinco años después. En las elecciones del 2016 surgieron nuevos postulantes (llegaron a haber 19 candidatos presidenciales inscritos) e, incluso, el Jurado Nacional Electoral sacó de carrera a dos outsiders que, según las principales encuestas, ocupaban el segundo y tercer puesto de las preferencias de los electores al momento de ser excluidos (Julio Guzmán y César Acuña).

[4]     Paredes, C. “Entre la Economía y la Política: Los determinantes del voto en el Perú” Mimeo. Instituto del Perú, Universidad San Martín de Porres. Lima, Perú. 2011. Disponible en: http://www.institutodelperu.org.pe/index.php?option=com_content&task=view&id=1776&Itemid=77

[5]     En efecto, durante los primeros diez años del siglo XXI la economía peruana se había destacado como la más dinámica de la región. Durante este periodo se registraron tasas de crecimiento altas, sostenidas y crecientes (4.3% promedio anual en el 2000-05 y 6.9% anual promedio en el 2006-10), con lo cual la pobreza se redujo de manera significativa (del 54.8% de la población en el 2000 a 30.8% en el 2010). Sin embargo, a pesar del progreso alcanzado, el Perú seguía y sigue siendo un país muy desigual: en el 2010 la participación en el ingreso nacional del quintil más rico de la población era de 13.8 veces el tamaño de la participación del quintil más pobre.

[6]     Al respecto, ver: Paredes (2011), op. cit.; y Schuldt, J. Bonanza Macroeconómica y Malestar Microeconómico – Aproximación al Caso Peruano, 1998-2004. Lima, Universidad del Pacífico, 2004.

[7]     Paredes (2011), op. cit., pp. 49-50.

[8]     Para los fines de este trabajo, se agregó Lima y Callao en una sola región.

[9] Asimismo, cabe resaltar que en las siete regiones en donde Verónica Mendoza resultó ganadora el domingo pasado, en la primera vuelta del 2011 Ollanta Humala había sido el ganador, con una preferencia de entre el 40% y 53% del electorado. Por otro lado, en cinco de las seis regiones mencionadas Keiko Fujimori obtuvo el segundo lugar  (en forma similar a lo ocurrido esta vez), confirmando la hipótesis de la memoria del voto o de la importancia de la “ideología” en el voto de los electores peruanos planteada por Paredes (2011), op. cit.

[10] Paredes, C. (2011), op. cit., pp. 51-52.

[11]    En un escenario alternativo en que los votos B/N en segunda vuelta lleguen al 20% de los votos emitidos, entonces Keiko tendría que captar 6.5% de los electores que no votaron por ella, mientras que PPK tendría que captar 23%. Por lo tanto, se puede ver que a más votos no válidos, la tarea para Keiko Fujimori será menos difícil.