Incentivando el ahorro juvenil: ¿por qué es importante y cómo lograrlo?

 

Aunque relativamente limitada, la evidencia causal a favor de políticas que incentiven el ahorro de individuos de escasos recursos es contundente. Tres ejemplos recientes de investigaciones aleatorias controladas con individuos adultos lo demuestran. En Kenia Dupas y Robinson (2013) encuentran que al eliminar los costos de apertura de cuentas de ahorro formales a individuos de escasos recursos se incrementa de manera importante la apertura de estas cuentas, los niveles de ahorro e incluso las inversiones productivas en los negocios propios de aquellos a los que se le ofreció dicha ayuda. De manera similar, Prina (2013) encuentra que la eliminación de los costos de apertura de cuentas de ahorro en hogares pobres de Nepal incrementa la acumulación de riqueza en activos monetarios sin disminuir la acumulación de otros activos, aumenta las inversiones en educación y logran suavizar el ingreso después de un choque de salud. Para Kenia también, Schaner (2013) encuentra que al incrementar las tasas de interés de cuentas de ahorro no solo se incentiva de manera importante el uso de ellas sino que además se obtienen impactos de largo plazo en el ingreso. Dos años y medio después de llevar a cabo el experimento, aquellos individuos que obtuvieron una mayor tasa de interés por un periodo de seis meses, reportaron un ingreso de un 22 por ciento más alto que el del grupo de control.

No es sorprendente por tanto que incentivar las posibilidades y hábitos de ahorro desde la juventud sea importante también. Bajo otro diseño experimental aleatorio Curley et al. (2010) demuestran que proveer cuentas de ahorro a jóvenes huérfanos de Uganda, además de aumentar sus niveles de ahorro, tiene implicaciones positivas en sus planes educativos en el futuro y en la confianza de efectivamente alcanzarlos. Los autores basan la explicación de estos resultados en la teoría de acumulación de activos que sugiere que mayores activos hoy dan la posibilidad de enfocar la mente y los esfuerzos en objetivos de largo plazo (Yadama y Sherraden, 1996; Destin y Oyserman, 2009). Los resultados podrían ser congruentes también con la discusión reciente acerca de las implicaciones de escasez de Mullainathan y Shafir. Los beneficios de crear ahorro desde edades tempranas podrían ser tantos que en un discurso reciente Ban Ki Moon promueve el aumento del acceso y educación financiera de los jóvenes en el mundo y varias ONGs actualmente incentivan el tema.  De hecho, en algunos países desarrollados se está pensando en la implementación como política nacional las llamadas Child Development Accounts (CDA) – cuentas de ahorro creadas de manera automática para todo individuo recién nacido. Los beneficios de estas han sido evaluados rigurosamente y un ejemplo reciente es el caso del estudio en Oklahoma.

La primera pregunta que surge es si jóvenes de escasos recursos, que residen en países en vía de desarrollo, están o no en capacidad de ahorrar. YouthSave, un proyecto liderado por CSD en Washigton University y financiado por MasterCard Foundation, demuestra que si lo es. Durante cinco años el proyecto desarrolló, llevó al mercado y analizó la demanda y el uso de un producto de ahorro diseñado exclusivamente para jóvenes de escasos recursos en Colombia, Gana, Kenia y Nepal. Los resultados de la investigación muestran que en dos años y en solo cuatro bancos se abrieron cerca de 100,000 cuentas de ahorro y los jóvenes que las abrieron, la mayoría provenientes de familias con recursos escasos y menores de 18 años, lograron ahorrar cerca de $1.8 millones de dólares en total. Estas son cifras importantes. En el caso de Colombia por ejemplo, el ochenta por ciento de los que abrieron su cuenta de ahorros en el Banco Caja Social provienen de hogares de estrato 1, 2 y 3 y en promedio en sus cuentas lograron ahorrar US$22 (PPP) por mes. Además, a través del análisis de los datos aprendimos que los niños y jóvenes desde tempranas edades tienen sueños y objetivos de ahorro claros. Más importante aún, si les damos la oportunidad son capaces de alcanzarlos y cumplir con ellos.

La segunda pregunta es entonces cómo lograr incentivar el ahorro de los jóvenes? Muchos sugieren que el ahorro es un hábito deseable que, como todos, debe buscarse incorporar desde edades tempranas. La herramienta tradicional para alcanzar este objetivo son los programas de educación financiera. Hoy más de cincuenta países en el mundo han incorporado la educación financiera como política nacional dentro de los currículos y muchos más están pensando en esta opción (OECD, 2015). Sin embargo, el mayor problema que enfrentan estos programas en la actualidad es que la evidencia causal al respecto sugiere que en general los programas y talleres de educación financiera tradicionales, aunque logran cambios en conocimiento, no logran cambios en actitudes ni comportamiento (Fernandes, 2014).

Aunque existen por supuesto excepciones a dicha conclusión (Bruhn et al, 2013) son necesarios programas y herramientas alternativas a los programas tradicionales que logren influir tanto el conocimiento como las actitudes de ahorro. En un estudio reciente aportamos a la discusión al evaluar el impacto que el envío de mensajes de texto sencillos podría traer en las actitudes de ahorro de jóvenes en Colombia. La investigación buscaba además entender el impacto diferencial que distintos contenidos y distintas frecuencias de envío tendrían en dichas actitudes. Para esto creamos un diseño experimental con tres grupos de tratamiento y uno de control en donde en cada uno incluimos aleatoriamente a jóvenes que abrieron una cuenta transaccional diseñada para menores de edad en el Banco Caja Social. Los jóvenes del primer grupo recibieron durante 12 meses un recordatorio mensual en donde se les mencionaba la importancia del ahorro para alcanzar los sueños; los jóvenes del segundo grupo recibieron el mismo recordatorio dos veces al mes durante los mismos 12 meses; los jóvenes en el tercer grupo recibieron un mensaje de educación financiera con distintos tips financieros sencillos cada mes por el mismo periodo, mientras que los jóvenes del cuarto grupo fueron asignados al grupo de control.

Al finalizar el envío de los mensajes encontramos que el ahorro de los jóvenes que recibieron uno y dos mensajes recordatorios al mes era 28 y 43 por ciento más alto que el ahorro logrado por los jóvenes del grupo de control respectivamente. Sin embargo, no es posible rechazar la hipótesis que el impacto de recibir uno o dos mensajes al mes sea diferente. Por el contrario, no encontramos ningún impacto en la recepción de mensajes de texto con tips de educación financiera. El análisis detallado de las transacciones individuales muestra que los recordatorios lograron disminuir los retiros de los jóvenes en los grupos de tratamiento uno y dos. Esto sugiere que los jóvenes quizás no necesitaban los tips financieros (o no los supieron aprovechar) y por el contrario los recordatorios lograron quizás disminuir problemas de atención limitada a los que posiblemente se ven enfrentados. El análisis de los datos revela que estos mensajes tienen impactos duraderos en el mediano plazo. Ocho meses después del último envío de los mensajes, el ahorro promedio de ambos grupos de jóvenes que recibieron recordatorios es significativamente mayor que el del grupo de control. Además, resultados de una encuesta a un grupo aleatorio de estos jóvenes sugieren que el aumento en los balances en las cuentas bancarias se debe a un incremento del ahorro neto y no solo una sustitución en el sitio en donde los jóvenes lo hacen.

Aunque la eficacia de mensajes de texto en otros contextos ha sido demostrada previamente, la contribución de este estudio deja importantes conclusiones. La más importante probablemente es la posibilidad de incentivar actitudes positivas en jóvenes y quizás en el largo plazo lograr eventualmente crear hábitos sanos a través de estrategias sencillas y costo eficientes como lo son los mensajes de texto. Los resultados indican que la efectividad de los mensajes no depende tanto de la frecuencia con la que son enviados. Enviar un mensaje al mes tiene el mismo impacto que enviar dos. Lo fundamental sin embargo es el contenido, mensajes sencillos que llamen a los jóvenes a tomar una determinada acción parece ser lo relevante para cambiar sus actitudes.