Tal como señala esa conocida canción de Lucybell, parece que estamos sembrando en el mar. Y aunque es cierto que los frentes son muchos y de muy diversa naturaleza, hay ocasiones en que la mejor forma de enfrentar un escenario complejo es simplificar la estrategia. Por lo mismo, se me ocurren cuatro ámbitos de acción que sí están en manos de este gobierno.
En primer lugar, y en relación a la crisis ocasionada por el financiamiento ilegal de la política, la Presidenta debe retomar su compromiso de liderar la agenda de transparencia y probidad, la que hoy no cuenta con una clara autoridad responsable de su aprobación e implementación, al mismo tiempo que también carece de un relato y explicación de lo que está en juego. Ya poco y nada podemos hacer respecto de lo que ocurrió en el pasado y debemos dejar que la justicia siga su curso. Pero para el futuro, y si de verdad se lo propusiera, esta administración podría legar un cambio sustancial para el sistema político y la calidad de nuestra democracia.
Segundo, resolver de una vez por todas la tensión entre un programa de gobierno muy ambicioso y las restricciones económicas y políticas que han aflorado. Para ello es mejor ponerse colorado una vez y no seguir dando amarillas explicaciones. Por una parte se requiere sincerar la situación económica del país, su proyección de corto y mediano plazo, junto con recalcular los recursos con que verdaderamente dispondrá el Estado. Por la otra hay que ajustar a dichas restricciones las prioridades de política pública, reafirmando algunas y postergando derechamente otras. Toda resolución dejará a sectores disconformes, por lo que la pérdida debe hacerse ahora y no cuando la futura dinámica electoral lo haga todavía más difícil.
Tercero, no podemos seguir matizando los daños de la desaceleración económica, especialmente por quienes tenemos una profunda vocación igualitarista, pues sabemos que para distribuir, primero hay que generar. Sea por factores internos o externos, a estas alturas es evidente que ha caído estrepitosamente la inversión y confianza en el dinamismo de nuestros mercados, lo que ya está nacional e internacionalmente instalado. Y como no bastan las declaraciones o los amagues retóricos, se requiere un plan serio, real y concreto, donde la estimulación no sólo puede venir de las propuestas futuras, sino también modificando acciones pasadas y tomando posición en debates presentes.
Por último hay que volver a poner la mirada en la gestión pública. Nuestro sistema de salud es un buen ejemplo, aunque desgraciadamente no el único, donde la prestación de un mal servicio tiene menos que ver con la falta de recursos y sí más con el exceso de burocracia, la precariedad de los procesos o la falta de profesionalismo. Nombrar a nuevos ministros, intendentes o gobernadores ciertamente ayuda, pero tan importante como lo anterior es revisar la labor de todos aquellos en cuya responsabilidad está mejorar la cara del Estado ante sus ciudadanos.
Quizás no baste, pero me parece un buen comienzo.