El conformismo y las bajas aspiraciones pueden ser una barrera muy grande para el progreso.
Los caleños son gente feliz. Hace unos pocos meses, la encuesta “Calibrando” del Observatorio de Políticas Públicas de ICESI le hizo la siguiente pregunta a 1.200 caleños: “En una escala de 1 a 10, ¿qué tan satisfecho se siente con sus vida?”. Uno de cada tres dijo estar en el escalón más alto de satisfacción, y sólo uno de cada cuatro declaró ubicarse en alguno de los seis escalones más bajos. En promedio, los caleños se sitúan en un nivel de satisfacción de 8,3.
Esto significa que los caleños están mucho más satisfechos con sus vidas que los colombianos de cualquiera de las otras grandes ciudades (los promedios de satisfacción de Bogotá, Medellín y Barranquilla son 6,6, 7,5 y 7,2, obtenidos con preguntas ligeramente distintas).[2] También están más satisfechos que los ciudadanos de los países nórdicos (7,7), que tienen los más altos niveles de satisfacción con la vida y son reconocidos como los países de mayor desarrollo económico, social y comunitario del mundo.
Estas diferencias llevan a preguntarse si los caleños son diferentes al resto de la humanidad. En prácticamente todos los países del mundo se han hecho encuestas semejantes a Calibrando, que han sido estudiadas con técnicas estadísticas para determinar qué circunstancias individuales contribuyen a la satisfacción.
Los caleños son como todo el mundo en varios sentidos. Cuando son jóvenes o viejos son más felices que cuando están en la mediana edad. Sean jóvenes o no, las mujeres son más felices que los hombres. Puesto que estos rasgos son universales, es seguro que se deben a la naturaleza humana. Posiblemente cuando somos jóvenes nuestras expectativas no han enfrentado la prueba de la realidad, y cuando somos viejos sabemos mejor cómo manejar nuestras emociones. Posiblemente las mujeres tienen más capacidad que los hombres para interpretar y manejar las expectativas y los sentimientos. De igual forma, son más felices los caleños que viven en pareja que los que viven solos, sean solteros, viudos o divorciados, lo cual también está en la naturaleza humana.
Los caleños son también como el resto de la humanidad en que les gusta el dinero: a mayor ingreso mayor el nivel de satisfacción con la vida. Pero, al igual que en todo el mundo, tener mucho más dinero aumenta muy poco la felicidad. Por ejemplo, si uno compara dos caleños típicos que son iguales en todo, excepto en que uno gana cinco veces lo que gana el otro (digamos que por pura suerte), lo más probable es que el más rico esté apenas un escalón más arriba en la escala de satisfacción con la vida.
Usualmente quienes ganan más tienen más educación, y sin duda la educación contribuye a la satisfacción con la vida, pero no solamente por el ingreso. De hecho, al margen de las diferencias de ingreso, tener alguna educación técnica o universitaria eleva la satisfacción tanto como si uno recibiera el doble del ingreso que en realidad está recibiendo.[3] Para los caleños también es muy importante tener casa propia: la seguridad económica y la independencia de una vivienda propia equivalen a un poco más de un año de ingreso.
Como todos los mortales, los caleños no la pasan bien cuando están enfermos y, especialmente, cuando su salud mental está trastornada. Para seguir con la comparación, si un caleño cayera en la angustia o la depresión, habría que triplicarle el ingreso para que sintiera más o menos el mismo nivel de satisfacción con la vida que antes. Lo cual tiene una implicación contundente: no hay gasto más justificable que el que se hace para mantener o recuperar la salud mental.
Las diferencias de los caleños con el resto de la humanidad tienen que ver con su actitud ante el trabajo y las expectativas económicas. El hecho de trabajar o no los tiene sin cuidado. Incluso parecen ser más felices quienes no trabajan. En todas partes del mundo, quienes tienen una actividad laboral sienten que sus vidas AShASptienen más sentido, independientemente de si tienen un salario alto o bajo. Esto sugiere que los caleños pueden tener una actitud despreocupada e incluso conformista.
En efecto, la encuesta confirma que así es, al menos en lo que se refiere a la vida material. Aunque hay muchas diferencias entre unas personas y otras, el caleño típico considera que sus ingresos están 50% por encima del mínimo necesario, y apenas un 30% por debajo del ingreso que aspirarían tener para vivir holgadamente. Además, dos de cada tres encuestados están satisfechos con su estándar de vida. Esto es sorprendente porque el ingreso mensual promedio de los encuestados es apenas un millón de pesos, y porque una tercera parte de los encuestados declaran ganar menos de 600.000 pesos (incluyendo los que no tienen ingresos). Aunque las personas con ingresos de este grupo aspirarían en promedio a ganar dos veces y media lo que ganan para vivir holgadamente, consideran que actualmente ganan lo que necesitan para vivir. Para completar el cuadro, tres de cada cuatro de los caleños que sí tienen trabajo están a gusto con él, a pesar de que cerca de la mitad no tienen contrato ni gozan de condiciones plenas de seguridad social.
Todos estos indicios de conformismo son muy preocupantes desde un punto de vista económico, aunque podrían no serlo desde un punto de vista social y comunitario. Al fin de cuentas, si tener más dinero eleva tan poquito la felicidad, puede haber otros aspectos muy enriquecedores de la vida. Sin embargo, Calibrando preguntó a los encuestados que no estaban totalmente satisfechos con sus vidas qué más les haría falta, y la mayoría respondieron cosas materiales: plata, trabajo, casa propia. Menos del 30% destacaron el estudio, la familia, la salud u otros aspectos no materiales de la vida.
Por consiguiente, todo apunta a indicar que el caleño promedio toma la vida a la ligera y tiene expectativas muy modestas sobre su vida. Aunque esto puede resultar tranquilizante, especialmente para las élites y para quienes detentan el poder local, el conformismo y las bajas aspiraciones pueden ser una barrera muy grande no sólo para el progreso económico, sino para enfrentar los problemas sociales más graves, como son la falta de seguridad, la baja calidad de la educación y la ineficiencia y corrupción del sistema político.
Como la encuesta se hizo hacia mediados de 2014, coincidió en parte con la época del Mundial de Fútbol. Eso nos llevó a pensar que el buen desempeño de la selección colombiana podría ser la explicación de tanta felicidad. Cerca de la mitad de las encuestas se hizo bien en los días que jugó Colombia, o bien alguno de los dos días siguientes. Sin embargo, no encontramos ninguna evidencia de que quienes fueron entrevistados el día de partido (o el día siguiente, o los dos días siguientes) hubieran reportado más satisfacción que los demás. También nos tomamos el trabajo de ver si a este respecto había diferencia entre hombres y mujeres, y no encontramos nada. Esto es muy importante porque permite descartar la tesis popular de que las encuestas de satisfacción son poco confiables porque son susceptibles a eventos muy pasajeros y a estados de ánimo transitorios.
Es muy posible que la desmesurada satisfacción de los caleños se deba a la forma cómo se hizo la encuesta que, a diferencia de otras encuestas, no se aplicó en viviendas seleccionadas al azar, sino en forma un poco más casual en la calle. Ojalá sea así. En cualquier caso, esta valiosa encuesta debería servir para alentar una discusión pública sobre las aspiraciones de los caleños.
[1] El autor agradece muy especialmente la eficiente ayuda de Marianella Ortiz, quien hizo los análisis econométricos en que se basa este artículo, que será publicado en enero del 2015 en el boletín POLIS, edición 15 del Observatorio de Políticas Públicas –POLIS- de la Universidad ICESI, de Cali.
[2] Por ejemplo, en las encuestas Cómo Vamos la pregunta se plantea así: “Por favor imagine una escalera con los escalones numerados de 0 a 10, donde 0 es el peldaño más bajo y 10 el más alto. Suponga que el peldaño más bajo representa la peor vida posible para usted y el peldaño más alto representa la mejor vida para usted ¿En qué peldaño de la escalera se siente usted en estos momentos?”.
[3] Sin embargo, el efecto de la educación solo se encuentra cuando se excluye del análisis a quienes declaran estar totalmente satisfechos.
Es una pena que un investigador tan prestigioso haga inferencias estadísticas a partir de una muestra NO ALEATORIA, REQUISITO INDISPENSABLE, para ello, pues según el autor «no se aplicó en viviendas seleccionadas al azar, sino en forma un poco más casual en la calle». El Dr Lora, a juzgar por la ligereza de sus comentarios y de acuerdo a las inadecuadas conclusiones de su artículo, podría ser de esos «caleños» que el describe
Profesor Lora, muchas gracias por compartir los resultados de la encuesta Calibrando.
Solo por curiosidad revisé los resultados de las encuestas de percepción realizadas para «Cali Cómo Vamos» y «Medellín Cómo Vamos» en el año 2013 y encontré que los niveles de satisfacción promedios con la vida para ambas ciudades son de 7 (Cali) y 7.2 (Medellín).
Obviamente los resultados de «Cali Cómo Vamos» y Calibrando son para años distintos. No obstante, me parece difícil de interpretar una diferencia tan grande entre ambos promedios. De hecho, el comportamiento de los resultados de las encuestas «Cali Cómo vamos» en el periodo 2010-2013 no muestran una tendencia creciente.
¿Qué cree que explique ese «crecimiento» tan importante en los niveles de satisfacción? Seguramente tiene algo que ver el mecanismo de selección de la muestra en Calibrando (¿en cuáles zonas de la ciudad se hicieron las encuestas?) y el efecto Copa Mundial (no estoy tan seguro que el efecto de los partidos de la selección Colombia tuvieran un efecto que desapareciera tan rápido, más teniendo en cuenta que la Selección jugó cada cinco días y siempre hubo muchas expectativas antes de los partidos (no había un minuto en los medios en los que no se recordara la hora del siguiente partido); quizá comparar lo reportado antes, durante y después del Mundial sea más adecuado).
Lamento enviar un comentario tan largo. De nuevo gracias por compartir los resultados de esta investigación.