Servicio internacional: Un momento, por favor.

Nota editorial. Un cambio en la programación me obligo a anticipar el post. El monitoreo fiscal que prometí continuara en la próxima, con los números del primer trimestre sobre la mesa.

Usé la segunda frase que más veces escuché en mi vida para titular este post (la primera es “Sooooy de Riiiiiiver, soooy…”). Y fue durante la segunda mitad de los 80. Es que tuve que comunicarme por teléfono varias veces al exterior durante el año 86 y, como no existía el “discado directo”, había que llamar a la operadora. Se podía esperar entre 15 minutos y algunas horas antes de que un ser humano contestase, tomara el número al que queríamos llamar y nos dijera cuánta “espera” tendría la llamada, pudiendo ser entre 1 y 8 horas (sí, podía tocar a las 3 de la mañana).

Hoy, yendo por la calle, puedo usar el teléfono para llamar, mucho mas barato e inmediatamente, a cualquier país del mundo. También puedo sacar fotos de lo que sea que suceda alrededor mío. Como país, no hemos contribuido en nada fundamental para que esto suceda, por lo menos no que yo sepa. No hay patentes importantes en comunicaciones o en el desarrollo de tecnologías para la fabricación de teléfonos hechas en nuestro país.

Quizás me equivoque, porque no es mi área. Pero la verdad es que la pregunta es irrelevante. La gracia del desarrollo tecnológico es el efecto gigante que tiene sobre la calidad de vida de la humanidad. Hace unos meses nos enteramos que un grupo de investigadores argentinos hizo un descubrimiento que puede acelerar el desarrollo de algunos tratamientos contra el cáncer. Para el argentinito que todos tenemos dentro, ¡vamos Argentina todavía! Pero para los enfermos de cáncer que, ojalá, se beneficien de eso en algún momento, no hay nacionalidades, hay vida.

Hoy puedo hacer cosas impensables con mi teléfono, porque hemos sabido aprovechar las habilidades del resto del mundo, abriéndonos a él. Pero ese mismo teléfono es testigo de las fuertes distorsiones que todavía pesan sobre nosotros, en este caso sostenidas desde el gobierno nacional. He aquí las fotos.

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La reminiscencia del lenguaje de estos avisos con el utilizado en las campañas de prevención de enfermedades es lamentable. Contener una epidemia sin la ayuda de la población es muy difícil, por lo cual es fundamental en esos casos hacer a la población corresponsable. Contener la inflación solo requiere políticas de estado consistentes.

La lucha contra la inflación no implica ser de derecha. Felipe Gonzales, Ricardo Lagos, Lula, Bachelet, Evo Morales y los Tupamaros lo han dejado claro. Hasta Correa, quien se queja de que “¡Nos han matado al Sucre!” pero no se ocupó de resucitarlo.

Es una perversión que el gobierno nacional gaste recursos en una campaña de desinformación sistemática. Recursos que tantas familias argentinas necesitan con urgencia. Es una perversión no reconocer que la inflación esta generada porque el estado gasta más de lo que recauda y por lo tanto debe pedirle al Banco Central que imprima billetes por la diferencia. Es una perversión inventar culpables, mintiendo de manera descarada.

Era una perversión sostener una empresa de teléfonos que desconocía los avances tecnológicos que el mundo ofrecía. Es una perversión desconocer una de las verdades que la economía ha establecido con claridad desde hace tiempo: la financiación del déficit con emisión genera inflación.