Junto a María Laura Alzúa (CEDLAS-UNLP y CONICET) y Carolina López Erazo (CEDLAS-UNLP y CONICET)
La mayor incidencia del desempleo entre los jóvenes que en cualquier otro grupo etario es un fenómeno generalizado y persistente en los países de América Latina y el Caribe, y (aunque en niveles diferente) en todo el mundo. Entre las políticas que se han implementado para mitigar este problema se destacan los programas de capacitación laboral, que intentan subsanar algunas de las principales deficiencias que dificultan la inserción laboral de los jóvenes: la carencia de experiencia laboral (Pallais, 2013), y la falta de habilidades demandadas por los empleadores.
La pregunta del millón cuando analizamos los programas de capacitación es “¿qué impacto real ha tenido en el corto y en el largo plazo?” Existe una amplia experiencia sobre programas de entrenamiento laboral para jóvenes. En general, se ha demostrado que la capacitación en el lugar de trabajo suele ser más efectiva que la que se realiza sólo en aulas, pero se observan diferencias importantes entre los países desarrollados y los que están en vías de desarrollo. Las experiencias de los Estados Unidos y Europa indican un impacto modesto, a lo sumo, en los resultados laborales de los beneficiarios, con mejores resultados para mujeres que para hombres.
En un meta-análisis de las evaluaciones de este tipo de programas en Estados Unidos y Europa (Card, 2010) se destaca un resultado: aunque estas iniciativas no siempre son exitosas, los mayores efectos positivos de los programas de capacitación se observan en las mujeres y en los jóvenes de mayor edad. Para el caso de América Latina y el Caribe la evidencia experimental de este tipo de programas es relativamente escasa y no muy conclusiva. Una evaluación del programa Juventud y Empleo de República Dominicana (Card et al., 2011) no encuentra efectos significativos sobre el empleo, pero si un modesto impacto en el salario condicional a estar empleado. Por otra parte, la evaluación del programa Jóvenes en Acción de Colombia (Atanassio et al., 2011) encuentra grandes impactos positivos del programa sobre los salarios y la probabilidad de estar empleadas en el sector formal de las mujeres, e impactos positivos pero menores para los hombres. Card (2010), Gonzalez, Ripani, Rosas (2012) y otros han realizado relevamientos sobre evaluaciones de este tipo en la región, pero necesitamos más evidencia para tener una idea más clara para saber si estos programas (o cuáles de sus componentes) funcionan, y sobre todo, entender cómo funcionan.
En este post queremos presentar evidencia de corto y mediano plazo de una nueva evaluación de un programa de entrenamiento en Argentina, destacando algunos puntos metodológicos y algunas características originales de nuestro trabajo.
Entra21 es un programa de capacitación laboral para jóvenes que comenzó en el año 2001 y que se desarrolló en 18 países de América Latina y el Caribe. Adoptó muchas de las mejores prácticas detalladas más arriba, como el énfasis en la formación en la empresa, entre otros. Su objetivo fue aumentar la empleabilidad de jóvenes provenientes de familias de bajos recursos mediante la participación en proyectos de capacitación, de modo de favorecer la posterior inserción laboral en empleos de buena calidad. A diferencia de otros programas que se aplicaron previamente en la región, el sector privado tuvo una importante participación en el programa y la cantidad de participantes en la capacitación fue relativamente pequeña. En Argentina, el programa Entra21 se implementó en la ciudad de Córdoba y fue ejecutado por la Agencia para el Desarrollo Económico de la Municipalidad de Córdoba y la Secretaria de Desarrollo Social de la provincia. Específicamente, el programa consistió en la capacitación en distintos tipos de oficios, entre ellos cocineros, operarios industriales y empleados de ventas y administración. La capacitación comprendía un total de 884 horas repartidas en 100 horas de entrenamiento técnico en las aulas, 64 horas de entrenamiento para habilidades de la vida, 16 horas de habilidades básicas y 704 horas de pasantía en firmas privadas.
Para el caso de Córdoba, se diseñó una evaluación de impacto de carácter experimental a partir del relevamiento de una línea de base donde se encuestó a 407 jóvenes elegibles para participar del programa (residentes en el área urbana de la ciudad) durante el último trimestre del año 2010. Los criterios de elegibilidad fueron tener entre 18 y 30 años de edad, estar desempleado y ser parte de un hogar con ingreso menor a la línea de pobreza. Dados los cupos limitados, se determinó mediante una lotería quienes participarían en el programa (220 jóvenes) y quiénes formarían parte del grupo de control (187 jóvenes).
Utilizamos distintas fuentes de información para evaluar los resultados del programa. Como condición de participación, quienes se anotaban en el programa consentían a que pudiéramos seguir sus datos en el futuro. La principal fuente de información que utilizamos son los registros administrativos del Sistema Integrado Previsional Argentino (SIPA) y de la ANSES. Estas fuentes nos permiten saber si los individuos participantes están en un empleo registrado o no, sus remuneraciones, y si perciben la Asignación Universal por Hijo. Uno de los objetivos de la evaluación fue el de intentar capturar efectos del programa más allá del mercado de trabajo. Por ello, se compiló información sobre uso de crédito por parte de los jóvenes a través de la base de deudores del BCRA y empresas calificadoras de crédito individual.
Algunos puntos metodológicos: la ventaja de contar con datos administrativos es que tenemos muchos años pre-programa (desde el 2002), lo que compensa el tamaño chico de la muestra de participantes. Una desventaja del “n chico” es que, por más que nos consta fehacientemente que el sorteo se hizo bien (fue con escribano, en público, y usando un bolillero) y esto está reflejado en el balance de las características demográficas de los individuos en los grupos de tratamiento y control, tuvimos algo de mala suerte. Analizando la variable de empleo registrado observamos tres trimestres para los cuales las diferencias de medias resultan estadísticamente significativas y más altas para el grupo de tratamiento y de control en el período anterior a la implementación del programa a fin de 2010 (tercer trimestre y cuarto de 2009 y primer trimestre de 2010) – puede verse la manifestación de esto en las diferencias de salarios en el gráfico 3 más abajo. El “t grande” nos permite confirmar que estas diferencias son anomalías debidas al “n chico”.
Grafico 1: Empleo registrado por trimestre
Los resultados indican que hay un impacto positivo en el principal objetivo del programa, el empleo registrado (Gráfico 1): después del período de formación, la tasa de empleo registrado de los tratados es de alrededor de 35%, comparado con alrededor de 25% para los controles. A diferencia de lo encontrado en evaluaciones de programas similares en Latinoamérica, se registra un mayor impacto de entra21 para los hombres y para los participantes más jóvenes (entre 18 y 24 años de edad). Estos efectos son más marcados para el 50% de los jóvenes del grupo de tratamiento que completaron las etapas de formación y pasantía.
Grafico 2: Salario real mensual (base enero 2011), promedio trimestral
Grafico 3: Diferencias real mensual (base enero 2011), promedio trimestral
También encontramos efectos positivos en los salarios de los tratados con respecto a los controles. Dado que este resultado puede deberse tanto al mayor empleo entre los tratados como a salarios potencialmente más altos para estos, estimamos “bounds” para determinar el impacto de la productividad para los salarios promedio post-tratamiento, encontrándose entre $203 y $785 (Lee, 2008; Attanasio, et al., 2011) – es decir, las mayores remuneraciones no se deben solo a que los tratados tienen más empleos, sino que comparados con controles empleados equivalentes, también los tratados ganaban más.
También analizamos el efecto del programa en la participación en programas sociales por parte de las mujeres, y encontramos un efecto negativo (menor participación en AUH) del programa para las mujeres más jóvenes.
Finalmente, estimamos el impacto del programa en las variables relacionadas al status crediticio y el uso de crédito por parte de los jóvenes. El programa tuvo un impacto positivo en una medida de crédito en buena situación de acuerdo al BCRA, y también un impacto positivo en la cantidad de consultas trimestrales sobre los jóvenes realizadas por comercios e instituciones financieras. Estos efectos se concentraron en los hombres y en los participantes más jóvenes (entre 18 y 24 años).
Nuestro trabajo entonces provee una evaluación adicional de una experiencia de este tipo en la región. En este caso, se trata de un programa con un impacto positivo, aunque concentrado en los hombres, a diferencia de otros programas de la región. Presentamos además evidencia original sobre otros efectos, como la reducción de la participación en programas sociales para las mujeres, y un aumento del uso de crédito, expandiendo el rango de evidencia disponible sobre los efectos de estos programas más allá de los mercados de trabajo. Una de las limitaciones de este estudio es que, si bien el empleo formal o registrado era el objetivo del programa, el uso de fuentes de información administrativa no nos permite evaluar si el programa tuvo un impacto en el empleo no registrado – los efectos encontrados entonces podrían constituir una cota inferior al impacto total. Una limitación más importante de este y de la mayoría de estudios sobre estos programas es que no nos permite distinguir qué mecanismos operan para mejorar el empleo de los jóvenes. Galdo y Chong (2012), en el contexto de un programa en Perú, indican que cursos de mayor calidad tienen mayores efectos, pero también encuentran evidencia de que los cursos solos sin las pasantías que les siguen no tienen prácticamente efectos en los resultados laborales de los jóvenes. La gran pregunta para el diseño de políticas futuras más masivas, entonces, es cuánto del éxito relativo de los programas puede atribuirse a la capacitación y cuánto a la intermediación entre jóvenes sin experiencia y empleadores con los que no hubieran tenido contacto de otro modo.
Referencias
Attanasio, O., Kugler, A. y Meghir, C. (2011). Subsidizing Vocational Training for Disadvantaged Youth in Colombia: Evidence from a Randomized Trial. American Economic Journal: Applied Economics, vol. 3(3), pág. 188-220.
Card, D., Kluve, J. y Weber, A. (2010). Active Labour Market Policy Evaluations: A Meta-Analysis. Economic Journal, Royal Economic Society, vol. 120(548), pages 452-477.
Card, D., Ibarrarán, P., Regalia, F., Rosas-Shady, D. y Soares, Y. (2011). The Labor Market Impacts of Youth Training in the Dominican Republic: Evidence from a Randomized Evaluation. Journal of Labor Economics, vol. 3(2), pág. 267-300.
Galdo, Jose & Chong, Alberto, 2012. «Does the quality of public-sponsored training programs matter? Evidence from bidding processes data,» Labour Economics, Elsevier, vol. 19(6), pages 970-986.
González-Velosa, Carolina; Ripani, Laura; Rosas Shady, David (2012). ¿Cómo mejorar las oportunidades de inserción laboral de los jóvenes en América Latina? IDB-TN-305
Lee, D. (2008). Training, Wages, and Sample Selection: Estimating Sharp Bounds on Treatment Effects. Disponible en: http://www.princeton.edu/~davidlee/wp/resrevision8.pdf
Pallais, A. (2013). Inefficient Hiring in Entry-Level Labor Markets. Disponible en: http://scholar.harvard.edu/files/pallais/files/inefficient_hiring.pdf
[…] especialidades técnicas a vendedores y que fue medido en un año laboral, denominado”Entra21”(https://dev.focoeconomico.org/2014/03/19/programas-de-capacitacion-y-resultados-laborales-de-los-jovenes/) mostró resultados de incremento en empleo con tasas de 35% e incremento en sueldos del 90% Para […]