En días recientes, el Fondo Monetario Internacional (FMI) publicó su informe semestral sobre las Perspectivas de la Economía Mundial (WEO, por sus siglas en inglés), y el Banco Mundial publicó un estudio sobre la Desaceleración de América Latina (Latin America’s Deceleration and the Exchange Rate Buffer).
Estos estudios identifican las oportunidades y retos que enfrentan la economía mundial, los países emergentes en general, y América Latina en particular, dentro de la nueva coyuntura internacional. También evalúan cuán preparados están los países emergentes para enfrentar estos retos. El escenario central del WEO asume que la Zona Euro, Estados Unidos y Japón continuarían con una moderada recuperación, aunque con algo más de fuerza, en los dos primeros casos.
En tanto, el crecimiento de los países emergentes seguirá perdiendo dinamismo ahora que el beneficioso entorno externo que enfrentaron en los últimos años se está deteriorando como resultado de la desaceleración del crecimiento de China, de la incertidumbre fiscal en Estados Unidos y de los efectos en las condiciones financieras y en su volatilidad del anticipo del inevitable inicio de la normalización monetaria en Estados Unidos.
Para los países emergentes y en desarrollo, el WEO revisó a la baja las proyecciones para este año y el próximo. La desaceleración del crecimiento de las economías emergentes ha sido más pronunciada en aquellas que mostraban importantes desequilibrios (inflación alta y altos déficits en cuenta corriente financiados con baja participación de inversión extranjera directa).
Entre estos países destaca un grupo al que recientemente Morgan Stanley ha denominado como los “Cinco Frágiles”: Brasil, India, Indonesia, Turquía y Sudáfrica, también llamados los BIITS.
De hecho, el solo anuncio del 22 de mayo pasado por parte de la Fed de que estaría más cercano el inicio de la reducción de los montos de compra de bonos desató en los países emergentes una salida de capitales, un aumento de las tasas de interés de los bonos gubernamentales y corporativos y una fuerte depreciación de sus monedas. En el caso particular de América Latina, el WEO también revisó a la baja las proyecciones de crecimiento regional para este año y el próximo, tanto por la debilidad del crecimiento del primer semestre, como por los efectos esperados de los menores precios proyectados de materias primas sumado al endurecimiento de las condiciones financieras globales.
Por su parte, el informe sobre América Latina del Banco Mundial plantea que el cambio en el escenario externo que se anticipa para los países emergentes y la desaceleración que está experimentando América Latina han llevado a algunos observadores a cuestionar la sostenibilidad del alto crecimiento de la región de la última década, e incluso a plantearse una potencial crisis futura.
En esto el informe argumenta, lo que comparto, que las condiciones macro financieras de un grupo importante de países de la región indican que están mejor preparados para ajustarse al anticipado deterioro en el entorno externo. Estos países son los que tienen hoy sistemas de metas de inflación creíbles, regímenes cambiarios más flexibles, una sólida situación fiscal y de reservas internacionales, una mejor regulación y supervisión financiera, además de reducidos descalces de monedas en sus sistemas financieros. Como resultado, pueden beneficiarse del ajuste cambiario y no deben temer mayormente por sus efectos en la inflación y en el sistema financiero.
En estos países, se tiene amplio espacio para utilizar una política monetaria contracíclica que amortigüe los efectos en la demanda interna. Además, la baja de tasas facilita la depreciación cambiaria, resultando en una depreciación real que atenúa los efectos en la actividad económica y facilita la reducción del déficit en cuenta corriente.
Con todo, el deterioro en el entorno externo de los países emergentes tendrá efectos negativos en su crecimiento y la forma de contrarrestar estos efectos es con reformas estructurales encaminadas a incrementar la productividad.
Implicancias particulares para Chile del deterioro del entorno externo Entre los países emergentes, los más expuestos a la desaceleración de China son los exportadores de materias primas, entre los cuales se destacan Chile y Perú. Incluso, el artículo del FMI, Investment-Led Growth in China: Global Spillovers va más allá y estima que en el escenario en que el crecimiento de la inversión en China se reduce, el crecimiento de Chile sería el más afectado entre los países exportadores de productos primarios distintos al petróleo.
A este efecto habría que agregarle las consecuencias del deterioro de las condiciones financieras internacionales y la desaceleración de la inversión ahora que el ciclo de inversión minera se está completando. La buena noticia es que Chile es uno de los países que está mejor preparado en cuanto a sus políticas e instituciones macro financieras para absorber este tipo de shock. Sin embargo, en el área de reformas para aumentar la productividad que permitan sostener altas tasas de crecimiento en un entorno externo menos favorables estamos claramente muy al debe.
A riesgo de ser repetido, pero con la ilusión de que repitiendo muchas veces el mismo mensaje finalmente nos podamos focalizar en los problemas importantes, hay que señalar que Chile tiene una importante brecha de productividad con respecto a los países avanzados (varios estudios muestran que el producto medio del trabajo en Chile es menos de un tercio del de Estados Unidos).
Para reducir esta brecha se requiere remover una serie de obstáculos. En el primer lugar, y podríamos decir que el de mayor importancia, se encuentra la debilidad del capital humano. En esta área se requiere una reforma profunda del sistema de educación que esté focalizada en mejorar el acceso y la calidad de la educación pre-escolar, la calidad de la educación básica y media y la capacitación de la fuerza laboral. Las reformas a la educación terciaria son mucho menos efectivas si no se arreglan los problemas desde la base.
Se requiere también: facilitar la expansión, a precios competitivos, de la energía eléctrica; fortalecer la competencia en los mercados de bienes y servicios velando en forma paralela por mejorar la protección al consumidor; mejorar el funcionamiento del mercado laboral para que jóvenes y mujeres con bajos niveles de capital humano puedan acceder a un empleo formal y para que empresas y trabajadores se puedan adaptar mejor a los shocks; reformar el Estado para aumentar su eficiencia y agilidad; calibrar las contribuciones y la edad de retiro del sistema de pensiones para enfrentar la mayor esperanza de vida al momento de la jubilación, la caída de la rentabilidad de los fondos invertidos y salarios promedios de la vida laboral más bajos que el salario al momento del retiro; y agilizar el marco regulatorio y los programas de concesiones para hacer frente a las nuevas demandas de infraestructura que han surgido en los últimos 10 años.