Un país moderno, por favor

Los analistas internacionales empiezan a mirar a Chile con interés. La proclamación de Evelyn Matthei como candidata de la Alianza ha creado un sentido de expectativa. La contienda ya no es desigual, y aunque todos reconocen que Michelle Bachelet tiene mayores posibilidades, el resultado no parece tan obvio como hace unas semanas. Para empezar, ya nadie cree que las elecciones serán zanjadas durante la primera vuelta. Habrá ballotage y ahí (casi) cualquier cosa puede suceder.

Hace unos días un amigo me preguntó cuál era, en mi opinión,el mayor desafío que enfrentaría la próxima presidenta. Sin vacilar le dije que el principal reto era guiar al país hacia la modernidad. Me miró con aire de no entender, por lo que agregué: “Tu sabes, ser moderno no es lo mismo que tener el ingreso per cápita de un país avanzado. Es mucho más que eso. Tiene que ver con las instituciones, con la manera como los ciudadanos se relacionan entre sí, con la cultura, y con mucho más”. Como mi amigo pareció interesarse, seguí adelante y agregué que los países del Golfo Arábico eran riquísimos, pero que estaban a años luz de la modernidad. “Creo que ahora entiendo,” dijo mi amigo, y enseguida cambió de tema. Habló de fútbol y de películas, de viajes y de playas, de novedades literarias y del último gadget electrónico. Al rato nos despedimos y yo me quedé pensando en Chile y en la modernidad.

Después de darle vueltas y más vueltas al asunto concluí que ese es, precisamente, nuestro reto: pasar de ser un país simpático y tercermundista, a ser un país simpático y moderno. Un país como Nueva Zelanda o Australia; quizás como Canadá. Claro, es ambicioso, pero de eso se trata. Después de todo, lo que mi amigo me preguntó fue cuál era el desafío nacional, y los desafío son, por definición difíciles.

Modernidad y política  

Un país moderno es democrático. Tiene partidos políticos abiertos, inclusivos y transparentes. Un país moderno le da facilidades a los ciudadanos para afiliarse y desafiliarse de estos partidos. Nadie – o casi nadie – es censurado por un mal llamado tribunal de disciplina;todos son bienvenidos con los brazos abiertos.

En un país moderno el sistema político permite balancear el mundo de los idearios y los intereses de las regiones. Las autoridades regionales son elegidas por los ciudadanos, y los parlamentarios no votan en bloque ni siguen ciegamente las órdenes de los partidos. En ese mundo es posible formar todo tipo de alianzas, las que van cambiando dependiendo del tipo de problema que se discuta en el parlamento, en el concejo regional o en el municipio.

Pero mucho más importante que lo anterior, en un país moderno los ciudadanos sienten que la Constitución es legítima, que sus origines son democráticos y que representan a la visión de una amplia mayoría ciudadana en el momento de su aprobación.

Modernidad, economía, y sociedad

Los países modernos tienen, decididamente, un sistema capitalista de mercado. Claro, no todos tienen un sistema idéntico ni se guían por las mismas reglas, pero el sistema de mercado es el imperante, sin excepción.

Pero eso no es todo: los países modernos buscan, sin abandonar al mercado, un equilibrio entre la justicia social, la equidad distributiva, y el crecimiento económico.

Más específicamente, los países modernos tienen coeficientes de Gini – la medida más seria de la distribución del ingreso – no superior al 0.42(mientras más alto el Gini, peor la distribución del ingreso)En Chile el coeficiente de Gini es 0.52. ¡Un valor decididamente no-moderno!

En un país moderno los consumidores están “empoderados” y son exigentes. Son tratados con dignidad y respeto. Las empresas, bancos, AFPs e Isapres se deben a sus clientes, a quienes la legislación protege sin tapujos. La modernidad significa que no hay abusos, y que el consumidor es “soberano.”

En el capitalismo moderno el Estado asegura que impere la competencia, y la colusión es penada por la ley. Más aún, los consumidores tienen derecho a ser informados sobre las características de lo que adquieren; sobre el contenido calórico y nutritivo de los alimentos, sobre las materias primas usadas para su elaboración, y sobre su lugar de origen. En los países modernos los consumidores pueden devolver a las tiendas los productos que no les agradan.

En los países modernos el sistema tributario es progresivo, y contribuye significativamente a generar una distribución del ingreso más igualitaria.Al mismo tiempo, los impuestos fomentan la inversión, la innovación, y el crecimiento económico; también un medio ambiente más limpio.

En los países modernos no hay apagones eléctricos, y el sistema energético satisface en forma eficiente los requerimientos del desarrollo y del progreso económico.

Con la modernidad desaparece la cultura del trámite y disminuye el poder de los burócratas. Los notarios se hacen casi innecesarios. No hay que hacer colas eternas para demostrar que uno está vivo y que uno es quien dice ser. Además, los Conservadores de Bienes Raíces dejan de ser monopólicos.  

En un país moderno la innovación tecnológica y la productividad son el motor de la economía y del progreso. Hay una verdadera devoción por la eficiencia. Los innovadores son considerados héroes nacionales, a la par con los futbolistas, los cantantes de moda, y (algunos) personajes de la farándula.

En los países modernos las empresas públicas están sujetas al mismo régimen de gobierno que las empresas privadas. Tienen el mismo sistema de rendición de cuentas, y controles corporativos. En la mayoría de estos países las empresas públicas están abiertas a la bolsa y tienen una participación importante de inversionistas privados, incluyendo de fondos de pensiones y compañías de seguros.

Los países modernos protegen a sus ancianos y a sus niños. Velan por que no caigan en la pobreza. La salud pública es de calidad y provee atención básica universal. Este sistema es complementado por planes privados cuyos costos son monitoreados por las autoridades.

Modernidad y educación

Las naciones modernas tienen sistemas de educación pública de gran calidad. De hecho, la calidad es tan extraordinariamente elevada que los padres prefieren, mil veces, tener a sus hijos en un colegio o liceo público que mandarlo a una academia privada. Y, desde luego, estas escuelas públicas son gratuitas. Si Chile fuera moderno pasarían dos cosas: el Instituto Nacional volvería a sus antiguos años de gloria, y habría una treintena de Institutos Nacionales a lo largo del país.

En los países modernos las universidades públicas son instituciones de excelencia, y funcionan como instituciones públicas. El costo de su matrícula es mucho menor que el de las privadas; en algunos países, incluso, la universidad pública es gratuita.

Pero el que sean públicas no significa de que sean de libre acceso. El ingreso a estas grandes casas de estudio es por mérito estricto.Además, en los países modernos no hay cogobierno universitario. Las autoridades son nombradas por consejos consultivos, y no por votación popular.

En los países modernos la educación superior es crecientemente generalista; se evitan las especializaciones tempranas, y se fomenta el regreso a las aulas a través de los años. Además, las carreras son relativamente cortas. En los países modernos se promueve un sistema de educación superior que celebra la creatividad y el pensamiento crítico y original; universidades que combina las ciencias duras con las humanidades y las artes (el llamado sistema STEAM).

Por una cultura moderna   

Los países modernos tienen una cultura de inclusividad y tolerancia, de respeto estricto por la privacidad. En estos países los gay tienden a tener los mismos derechos que los heterosexuales – entre otras cosas, se pueden casar y adoptar hijos. En estos países se celebran y respetan a los pueblos originarios. En muchos de ellos el Estado ha pedido perdón por los abusos del pasado.

Los países modernos fomentan la lectura y las artes. Hay grandes museos públicos, los que reciben subsidios del Estado, organizan muestras memorables, y participan activamente de la enseñaza. Hay canales de televisión culturales financiados con fondos públicos. Se protege a las librerías – son un elemento esencial del capital social. Además, las artes y los libros suelen tener un tratamiento tributario preferencial.

¿Cuánto nos falta?

Si bien las líneas anteriores no cubren exhaustivamente todos los atributos de la modernidad, cumplen un propósito importante:muestran que aún estamos lejos de ser un país moderno, que queda mucho por andar.

En las próximas semanas, al escrutar a las candidatas y candidatos, debiéramos preguntarnos qué programa nos llevará a ser un país tolerante, inclusivo, amable, respetuoso y, sobre todo, un país moderno. También debemos recordar que la nostalgia, la burocracia, los intereses creados, y las ambiciones desmedidas de poder son los peores enemigos de la modernidad.