En estos tiempos de elecciones en la Argentina, en los que se discute mucho acerca de la distribución del ingreso y la inclusión social, quiero dedicarle unas líneas al tema del transporte público del área metropolitana de Buenos Aires, donde viven 13 de los 40 millones de argentinos. El mismo, no sólo es causa de muertes y accidentes, sino una importante fuente de exclusión social e ineficiencia.
La gran mayoría de los habitantes del Gran Buenos Aires, prácticamente 10 de sus 13 millones, vive fuera de la Capital Federal, en lo que se denomina el conurbano, repartidos en partes iguales entre la primera y la segunda corona alrededor de la Capital.
En los últimos cincuenta años, a pesar que la población de los partidos del conurbano creció considerablemente, pasando de 4 a 10 millones de habitantes, las conexiones con la Capital se mantuvieron constantes. En términos de obras viales, se construyeron algunas autopistas que no alcanzan a cubrir el aumento del parque automotor y las conexiones ferroviarias empeoraron considerablemente. En el corredor norte, por ejemplo, entre 1960 y 2010 el tiempo de viaje entre Tigre y Retiro en la línea (ferroviaria) Mitre subió de 46 a 75 minutos (la velocidad cayó de 38 a 24 kms/hora, la cantidad de formaciones por día cayó de 127 a 100 mientras que la cantidad de pasajeros por día se multiplicó por 2.5 (pasando de 85 a 215 mil pasajeros por día). En la castigada línea Sarmiento la velocidad bajó de 42 a 31kms por hora, las formaciones diarias subieron de 31 a 39 y los pasajeros pasaron de 120 a 240 mil por día. La velocidad de los colectivos también decayó en los últimos cincuenta años como consecuencia de la congestión del tránsito. La mayor accesibilidad de los automotores hizo que los viajes en vehículos privados pasen de constituir el 15% de los viajes en 1972, al 42% en 2007.[i]
Resumiendo, en el último medio siglo la población alrededor de la Capital Federal se multiplicó por 2.5 mientras que la infraestructura del transporte se deterioró considerablemente. La falta de inversión en infraestructura alargó notablemente los tiempos de viaje y también empeoró las condiciones de los mismos.
¿Cuáles son las consecuencias de la falta de inversión en transporte público? Supongamos que un viaje entre un hogar en el conurbano y un puesto de trabajo en la Capital Federal insume 3 horas, y que la falta de inversión que acompaña al crecimiento poblacional le adiciona una hora a dicho trayecto. Esta pérdida de una hora por día es una estimación conservadora a la luz del desempeño del ferrocarril Mitre, que tarda 30 minutos más que en 1960 en completar su recorrido. Podemos pensar en el tiempo perdido viajando como un impuesto al ingreso del 11%, pensando que una persona que trabaja 8 horas por día pierde una hora debido a la mala red de transporte público. Este impuesto implícito es indeseable desde muchas perspectivas. Primero, es una pérdida completa de recursos, ya que la hora diaria que pierde la gente simplemente se pierde, no se transforma en ningún otro recurso. Segundo, es un impuesto muy regresivo ya que, en general, la distancia respecto del centro y la calidad del transporte, es un factor determinante del precio de la tierra. La gente más pobre, por ende, es la que más sufre por la ineficiencia del transporte público. Tercero, el costo (en tiempo) del transporte hacia los “buenos” trabajos incentiva a la gente más humilde a buscar trabajo más cerca de su casa, aumentando la probabilidad de terminar en trabajos informales y poco productivos. Cuarto, dado que el 69% de los niños menores de cinco años vive en el 40% de los hogares mas pobres del país cada hora que sus padres viajan de más es un hora que no están con sus hijos. Cuando pensamos en la mala calidad del transporte urbano de esta manera, la discusión sobre el impuesto a las ganancias tan candente en esta campaña electoral palidece (ver aquí quien paga el impuesto a las ganancias). El mismo no es una pérdida neta para la sociedad y es uno de los pocos impuestos progresivos en esta Argentina que tanto necesita políticas que igualen las oportunidades entre ricos y pobres.
[i] Ver Cepellotti, Jenik, Santaella y Vernhes, Evolución y Evaluación del Transporte Público en el Área de Buenos Aires: 1960-2013. Congestión y Deterioro, 2013 y Desarrollo Urbano y Movilidad en América Latina, Corporación Andina de Fomento, 2009.
Excelente artículo. Cada vez que quedo «atascado» en la autopista pienso en esto justamente, en la pérdida de bienestar que trae la mala infraestructura en transporte y como afecta mi vida (la horita que pierdo es menos sueño, menos actividad deportiva o menos estudio, dependiendo de como se me cante asignarla).
Saludos,
Nicolás.
¿hay algo que se pueda hacer para descentralizar y que la gente no tenga que viajar tanto? Porque, más que claro está, que es preferible que se generen más puestos de trabajo cerca de tu casa a que los trenes sean más rápidos.
Me parece (sin ver datos) que hay un proceso de descentralización, pero que responde mas a solucionar el tiempo de viaje de los gerentes.