Productividad: ¿Motor o lastre?

Desde hace más de una década, el Ministerio de Hacienda convoca a un grupo de expertos -el Comité Consultivo del PIB Tendencial- para generar las estimaciones que sirven de insumo en el cálculo del Balance Estructural, pilar sobre el que descansa la política fiscal chilena. El ministerio entrega una serie de datos a los consultores para alimentar sus proyecciones. Entre otros, entrega la productividad total de factores, PTF, que es una medida de la eficiencia con la que Chile usa sus recursos.

En simple, la PTF es la parte del crecimiento que no puede ser explicada por la expansión del capital y del trabajo. Por ejemplo, si el empleo y el capital crecen al 5% pero la economía crece al 7%, entonces, la PTF se expande en un 2%. Al revés, la productividad cae si los insumos crecen más rápido que el PIB.

Esta eficiencia se asocia a avances tecnológicos y a mejoras en la organización de los recursos productivos. Una extensa literatura muestra que este último factor, la reasignación de recursos hacia donde ellos son más productivos, es clave en explicar el crecimiento de largo plazo.

¿Qué ha sucedido con la PTF, de acuerdo a las cifras entregadas por la Dipres al comité? El gráfico presenta su evolución. Éste muestra que la PTF creció rápidamente durante casi toda la década de los 90, hasta la crisis asiática. En efecto, entre 1990 y 1997, la PTF creció al 3% promedio anual. La tendencia positiva recién pareció recuperarse en 2004, con una tasa de expansión media del 1,5% anual hasta el 2007, año en que alcanzó su máximo histórico.

La expansión se detuvo junto con la crisis financiera internacional, retrocediendo en 2008 y en 2009. En 2010 tuvo una leve recuperación, que se perdió completamente en el 2011, ubicándola en un 3,5% por debajo de 2007 y a un nivel levemente inferior al de 2009.

Cabe notar que la mitad de los expertos consultados estima que la PTF caerá o permanecerá constante en 2012; la predicción media no es estadísticamente distinta de cero. Asimismo, es interesante notar que la evolución reportada hasta 2011 por la Dipres, usando las Cuentas Nacionales antiguas, era aún peor, con una caída en 2010.

Estimar la PTF es un desafío importante sobre el que los economistas no hemos llegado a una solución plenamente satisfactoria. La PTF no es observable: es un residuo, lo que no podemos explicar del crecimiento. Para estimarla, se toma la diferencia entre el crecimiento del PIB y el de los insumos productivos debidamente ponderados por su relevancia en la producción agregada. Esos insumos se corrigen luego por su calidad e intensidad de uso, para no asignar erradamente a la PTF mejoras en el capital humano de los trabajadores o un uso más intenso de las máquinas.

En distintos foros, Hacienda ha reportado a la ciudadanía una evolución de la PTF distinta de la que usa oficialmente para el Balance Estructural, una medida muy simple que no corrige por la calidad e intensidad de uso de factores ni por variaciones en las horas trabajadas y que, por tanto, asume erróneamente que las mejoras en los insumos son parte de la expansión en la PTF.

A diferencia de la cifras del Balance, esa medida muestra una evolución favorable en 2010 y en 2011, con alzas del 0,99% y 0,11%, respectivamente, aunque aún la posiciona por debajo de su máximo histórico de 2007.

Sobre la base de estos datos alternativos es que hemos oído declaraciones totalmente debatibles, como que «hemos transformado una productividad de factores negativa, que constituía un lastre para el crecimiento, en una positiva, que empuja como un motor».

No se generan crecimientos sistemáticos de la PTF por arte de magia. Varios proyectos de ley que descansan en el Congreso y una infinidad de propuestas en el debate público buscan promover políticas para un uso más eficiente de nuestros recursos. Entre ellos, se cuentan las reformas a la Ley de Quiebras, a los notarios y a la movilidad de garantías en el sistema crediticio. El país se beneficiaría de un auténtico impulso a estas iniciativas para que ellas puedan traducirse en ganancias reales de productividad.