Una de las principales funciones de las instituciones políticas es prevenir el abuso del poder por parte de los políticos. Frecuentemente, los políticos utilizan su poder para favorecer a ciertos grupos de interés, o para apropiarse de recursos públicos para su beneficio personal. La evidencia sugiere que las instituciones políticas democráticas son las más efectivas para controlar a los políticos. En efecto, los índices de corrupción política suelen ser mayores en regímenes no-democráticos[1]. Aún así, hay incontables episodios en los que incluso instituciones democráticas fallan en prevenir el abuso del poder por parte de los gobernantes. En este contexto, resulta fundamental entender las condiciones en las cuales disminuye la efectividad de la instituciones políticas, aumentando el riesgo de la captura de rentas y de abuso de poder.
El estudio de la corrupción y la captura de rentas se enfrenta a varios obstáculos metodológicos pues éstas suelen ser actividades difíciles de detectar y de medir sistemáticamente. Una alternativa es hacer un seguimiento a la riqueza de los políticos. Si los políticos se apropian de recursos públicos de manera sistemática, deberíamos observar su riqueza aumentar a una tasa inusual, superior a la que habrían experimentado en ausencia de poder político.
En un trabajo conjunto con James M. Snyder Jr., utilizamos una fuente de datos inusual para explorar estas preguntas. Los censos federales de Estados Unidos de 1850, 1860 y 1870 recopilaron información sobre la riqueza de todos los ciudadanos. La página web www.ancestry.com permite acceder al registro original de cada ciudadano y encontramos, para cada uno de estos años, el registro de todos los candidatos al Congreso de los Estados Unidos durante el periodo 1840-1880. Esto nos permite conocer la riqueza en diferentes momentos del tiempo, así como otras características demográficas, para un amplio número de individuos. Como medida adicional de la riqueza de los candidatos, también recopilamos información sobre el número de sirvientes domésticos (información también disponible para 1880). Esto nos permite comparar el cambio en la riqueza en cada década, de aquellos que ganaron las elecciones y tuvieron poder político con aquellos candidatos que perdieron y no lograron un lugar en el congreso.
La comparación de la acumulación de riqueza de ganadores y perdedores de elecciones es problemática, pues éstos individuos pueden, potencialmente, diferir en otras características correlacionadas con el cambio en su riqueza y no sólo en su acceso al poder político. Por esto, nos concentramos en candidatos que ganaron o perdieron su primera elección por un margen muy pequeño. Idealmente, aquellos que ganan o pierden las elecciones por un margen estrecho son muy similares, y el resultado de la elección es aleatorio, en cuyo caso su comparación captura exclusivamente el efecto del poder político sobre la acumulación de la riqueza.
Nuestro resultados revelan patrones interesantes. No encontramos evidencia de acumulación de riqueza excepcional de aquellos que estuvieron en el congreso en tiempos “normales” en la década de 1850, la segunda mitad de la década de 1860 y en la década de 1870. Este es un resultado que contrasta con la evidencia disponible para otros países con instituciones más débiles como Indonesia, y habla bien de la efectividad de las instituciones democráticas en países como Estados Unidos. Sin embargo, nuestros resultados demuestran que aquellos que estuvieron en el congreso durante los años de la Guerra Civil (1860-1865), acumularon un 40% más de riqueza entre 1860 y 1870 que aquellos candidatos que perdieron las elecciones por un estrecho margen y no tuvieron poder político. Para el congresista promedio, esto corresponde a US$ 1,000,000 adicionales (en valor presente).
¿Qué explica la acumulación de riqueza excepcional de los congresistas durante la Guerra Civil? En el trabajo argumentamos que se debe a mayores oportunidades de enriquecimiento, consecuencia del aumento en el gasto público, y a una caída en el control y supervisión por parte de los votantes, los medios y las instituciones del Estado durante este periodo. El incremento en las oportunidades de enriquecimiento se ilustra en la Figura 1 que muestra la evolución del gasto nominal del gobierno Federal entre 1850 y 1880. Se observa un aumento dramático en el gasto público durante los años de la Guerra Civil, de un nivel de US$60 millones justo antes del comienzo de la guerra a un nivel de US$ 1,200 millones en su nivel más alto durante la guerra. Dicho aumento en el gasto público ocurre por la necesidad de formar y movilizar a un ejército a una escala sin precedentes en la historia de los Estados Unidos. El mayor gasto público pudo haber facilitado el enriquecimiento de los congresistas (y otros políticos) que lograron, por ejemplo, otorgar contratos a empresas en las que tenían un interés personal, o cobrar comisiones o sobornos a contratistas a cambio de un tratamiento preferencial. Adicionalmente, las urgencias de la guerra llevaron a que la ejecución del gasto público se realizara de manera caótica y sin mayor supervisión.
La caída en el control y supervisión por parte de los votantes y los medios se ilustra en la Figura 2 que muestra la fracción de artículos en periódicos locales que reportan noticias relacionadas con corrupción. Los reportes de corrupción disminuyen precisamente durante los años de la Guerra Civil y vuelven a aumentar a partir de 1866 con el fin de la guerra. Nuestra interpretación de este patrón, es que los eventos políticos y las batallas de la guerra ocuparon la atención de los medios y los votantes, y los distrajeron de los detalles asociados a la asignación del gasto, los contratos y otras transacciones de los congresistas. La interacción de mayores oportunidades de enriquecimiento con la caída en el control y la supervisión puede explicar los mayores niveles de apropiación de rentas durante el periodo 1860-1865 que documentamos en nuestro trabajo.
Otros resultados sustentan la importancia de la guerra para explicar la acumulación de riqueza de los congresistas durante este periodo. En particular, encontramos que los congresistas pertenecientes a los comités encargados de asignar el gasto militar, así como aquellos que representan a los estados que recibieron la mayor cantidad de contratos asociados a la guerra, se enriquecieron a tasas excepcionalmente elevadas.
Podemos dar una interpretación más amplia a nuestros resultados que sugieren que la corrupción y la captura de rentas por parte de los políticos pueden ser más prevalentes en épocas de crisis como los desastres naturales, las guerras y otro tipo de turbulencias políticas y económicas. Durante estos períodos, el gasto del gobierno aumenta de manera dramática para atender la crisis, aumentando las oportunidades de enriquecimiento de aquellos con poder político y decisión sobre la asignación de dicho gasto. De manera simultánea, durante estos periodos la atención de los medios y del público en general se concentra en los eventos de la crisis, disminuyendo la supervisión sobre el comportamiento de los políticos, facilitando la apropiación de rentas. Este problema resulta particularmente importante dado que son los políticos, precisamente, los responsables en declarar estados de emergencia que justifican el incremento del gasto a su diposición.
Esto motiva una agenda de investigación más amplia para establecer qué tan prevalente es este fenómeno en otro tipo de crisis y en contextos institucionales diferentes. En el reciente terremoto en Haití, por ejemplo, varios medios y organizaciones han reportado la desaparición de millones de dólares de ayuda humanitaria que iba dirigida hacia las víctimas. En un país que exhibe, incluso en tiempos “normales”, altos niveles de corrupción, no es sorprendente que la captura de rentas se exacerbe en momentos de crisis. Esto también plantea la importancia de tener sistemas de vigilancia y supervisión, que se fortalezcan en momentos de crisis y prevengan la desviación de recursos en momentos en que la atención de los medios y los votantes se desvían hacia sucesos más apremiantes. Algunos dirán que la corrupción es el precio a pagar en momentos de crisis, dado que es importante movilizar recursos de manera rápida y no hay espacio para tanta supervisión y transparencia. Sin embargo, es en estos momentos en que parece crucial evitar que recursos escasos y de fundamental importancia sean desviados hacia los bolsillos de los políticos.
[1] Ver Mauro (1995) y Besley (2006)
Una pregunta:
El estado Argentino se encuentra declarado en «Estado de Emergencia» hace varios años a pesar de cierto crecimiento, si la tendencia que están estudiando se ve en otros casos y esta «teoría» es aceptada.
¿Se podría decir que los políticos en el país se están aprovechando de la utilización del Estado de Emergencia para su beneficio?
Mauricio, en la interpretación más general de nuestros resultados hago referencia a crisis en las que coincidan dos elementos: 1) aumento en las oportunidades de enriquecimiento para los políticos (por el aumento en el gasto para atender la crisis) y 2) una disminución en el control y supervisión por parte de los medios y el público en general. En la medida en que un «estado de emergencia» se declare por demasiado tiempo sin que haya una crisis subyaciente real, es menos probable que los gobernantes logren desviar la atención de la gente por tanto tiempo. Sobra decir también que nuestro argumento es que en estas circunstancias disminuye la efectividad de las instituciones democráticas en prevenir la captura de rentas. Sin embargo, hay países en los cuales las instituciones democráticas no son efectivas para controlar a los políticos incluso en tiempos «normales». No tengo conocimiento del caso Argentino para aventurarme a especular si en dicho Estado de Emergencia se dan los elementos que menciono arriba. Eso se lo dejo a mis colegas Argentinos!
Disculpa, pensé que eras Argentino.. muchas gracias igual por responder, estaría bueno que alguno de tus colegas pueda respondera. Otra cosa, esta muy bien explicado tu post ya que yo soy un chico de 17 años que si bien, arranco a estudiar economía en estas semanas, no soy un experto y pude entender bastante bien lo que explicas.
Lo que puedo ver (no se si estaré acertado) es que si hoy ocurriría alguna turbulencia en la Argentina, que aumente el Gasto Público y por ende los políticos tengan mas dinero a su disposición para realizar negocios para su beneficio. No ocurriría lo que muestra la figura 2, ya que chocarían los intereses de los medios con los gobernantes actuales y los medios estarían atentos a cualquier hecho de corrupción que puedan hacer los gobernantes para sacarlo a la luz.
La forma en la que el autor dice aquello de que «la evidencia sugiere que la corrupción se controla mejor a través de instituciones democráticas» me ha parecido sibilina, muy políticamente correcta pero tristemente inexacta en muchos casos patentes y muy cercanos.
La extensión, profundidad y volumen de la corrupción en la España posterior a Franco es incomparable con la probidad pública que imperaba en la época del dictador. Esto es un hecho duro pero incontestable.
Una de las labores realizadas por los políticos democráticos a partir del último gobierno de UCD (los gobiernos de Adolfo Suárez) fue desmontar la estructura de control legal del gasto y contrataciones que los Interventores del Estado llevaban a cabo en toda la administración pública.
A partir de ese instante la corrupción se extendió como un reguero de pólvora por los distintos niveles de la administración.
La ciudadanía ni siquiera sospecha hasta qué profundidades alcanza y tendemos a pensar que es un asunto fundamentalmente relacionado con el negocio inmobiliario. Licencias urbanísticas.
La corrupción es sistémica si se dan dos condiciones:
1. La administración coarta la libertad de decisión de los ciudadanos a través de un sistema del tipo «ventanilla». Es decir, «preséntame tu caso y ya te diré si puedes o no»
2. Los incentivos para el peticionario son tan fuertes (potencial de gran beneficio) que puede compartirlos con el poder, la oposición y los potenciales «chivatos».
¿Por qué esta enfermedad era infinitamente menor en el franquismo?
Por dos motivos:
1. La libertad de decisión personal en lo económico era mucho mayor que hoy. Por ejemplo, no hacía falta licencia previa para prácticamente nada. Ni para construirte tu casa en tu terreno en tu pueblo ni para abrir un taller o comercio. Hoy es justamente todo lo contrario.
2. Franco se consideraba el dueño de la finca y pensaba que rendiría cuentas a Dios y a la Historia. Estaba convencido de que su Dios no toleraba el tipo de corruptela que hoy impera pero era compasivo con otros pecados.
Como bien lo expones como una tesis fundamental en tu trabajo las instituciones sirven en el proceso de encaje en el cual los políticos básicamente hacen su trabajo, maximizar el bienestar social. Cuando decimos que los políticos responden cuando aumentan sus oportunidades de enriquecimiento y por la disminución del control es lógico como canales teóricos y acorde a la empírea que has mencionado, estoy de acuerdo, sin embargo recibo con algo de inquietud el concepto de crisis, en el caso de estudio hubo un espacio coyuntural de guerra civil en el cual podremos hacer un consenso global sobre la existencia del concepto de crisis, pero el caso nacional está lejos de tener un acercamiento como este. Nosotros gozamos de honorables escándalos de corrupción y un conflicto civil prolongado, en un país como el nuestro que acercamiento tendríamos al estudiar un periodo de crisis ¿? Cuando parece que al menos los efectos de la misma son permanentes en el sistema. Que hacer ¿? Las ventajas de la normalidad no aparecen puesto que los corruptos se han organizado para transformarse y parecer invisibles al votante mediano, quien determina su elección, y ahora encontramos escándalos no solamente de robos al sistema sino que los mismos políticos recientemente intentaron pasar una reforma a la justicia en donde sus actos corruptos serían ignorados por el sistema penitenciario. Como creyente en las preferencias reveladas diría que le preguntáramos a las personas, sin embargo la democracia nos ha mostrado que no es efectivo, el votante mediano está lejos de conocer qué pasa con la política, encontrándonos en una paradójica imposibilidad.