¿Otra vez el déficit fiscal? Sí, y seguiré haciendo entradas sobre este tema mientras siga preocupándome.
Me preocupa porque el deterioro de las cuentas públicas que se inicia en el primer trimestre del 2009 no da ninguna muestra de recuperación; y también porque no veo que el nuevo-viejo gobierno tenga un plan para recuperar el sano superávit fiscal primario del 3% que supimos conseguir entre 2003 y 2008.
La evidencia del deterioro no es el resultado de cuentas conspirativas y malintencionadas hechas por golpistas vende-patria. No, es nuestro Banco Central el que la publica en el siguiente link: http://www.bcra.gov.ar/pdfs/indicadores/Radar.pdf.
El grafico 6 muestra el resultado primario del estado nacional como porcentaje del producto: del 3% de superávit en 2008 (esencialmente el mismo valor desde el 2003) pasamos a menos del 1% en el tercer trimestre del 2011. Un porcentaje insuficiente para afrontar los pagos de la deuda. Y en situaciones así aparece una palabra que a nadie le gusta: ajuste.
Esa palabra, que tiene un tufillo a Fondo Monetario Internacional y que hoy resume la dolorosa situación europea, había desaparecido del lenguaje político argentino a partir del 2003 sólo por una razón: el superávit fiscal primario superaba el 3% del producto.
Ya sé, muchos estarán pensando que no se puede creer en los números oficiales, que sin duda hay mucho gasto encubierto que se financia desde el Banco Central, o con los fondos que se incautaron de las futuras jubilaciones. Tampoco estoy teniendo en cuenta los excesos de gasto en algunas provincias y el potencial impacto que puede ésto tener sobre las cuentas nacionales (como la reciente extensión por dos años de la deuda de varias provincias con el estado nacional). Mi punto es que aun si no consideramos estos aspectos, la situación es preocupante. Insisto: la situación no es dramática, es preocupante. Volveré sobre esto al final de la nota.
Será porque durante los 90 se habló mucho (¡y con razón!) del déficit fiscal, que entonces ahora pretender tener disciplina fiscal es “de derecha” y no está bien visto políticamente. Quiero desmentir esta fantasía. No se puede ser un presidente progre sin poder, y sin recursos no hay poder. Kirchner lo sabía mejor nadie y fue el abanderado del superávit fiscal (lo que el llamaba la “caja”). La disciplina fiscal no es de derecha ni de izquierda. Es supervivencia: sin ella, no hay estado.
Estamos todos muy orgullosos (y con razón) porque desde 1983 recuperamos la democracia. Pero en estos 28 años tuvimos 5 presidentes elegidos democráticamente, uno de los cuales aun no ha terminado su gestión. De los otros 4, dos vieron interrumpido su mandato; y en estos dos casos, hay que decirlo: el golpista fue el déficit fiscal.
Sobre la importancia del superávit fiscal, hay mucho detalle en un paper que reciente que escribimos con Paco Buera (profesor en la Universidad de California en Los Angeles e investigador en el Fed de Minneapolis) y Gastón Navarro (estudiante de doctorado en New York University) y que pueden ver en el siguiente link: http://www.laje-ce.org/current-issue-results-en?docid=4071 .
Aquí, solo quiero recordar, a costa de espantar a los ortodoxos, que los dos períodos de bonanza económica de los últimos 40 años fueron entre 1992-1998 y 2003-2011. Creo no equivocarme al afirmar que el único punto en común entre los dos períodos es la estabilidad macroeconómica sostenida sobre la disciplina fiscal. Por eso, mi pronóstico es que si el gobierno que recién comienza mantiene disciplina fiscal y estabilidad macroeconómica tendremos tasas de crecimiento razonables para los 47 meses de gestión restantes. Todas las distorsiones micro son de segundo orden (los detalles de la lógica usada están el paper que mencione arriba y en una entrada previa https://dev.focoeconomico.org/2011/09/04/borrador/ ).
Dos cosas son necesarias para garantizar esta estabilidad: primero, construir una fuente verificable de información sobre la situación fiscal. Nuestras experiencias pasadas más la pesadilla europea que estamos viendo nos han dejado claro que las dudas sobre la capacidad económica de un estado son tan importantes como la propia capacidad económica de ese mismo estado. Para decirlo en criollo, no solo hay que ser capaz, nos tienen que creer que somos capaces. Segundo, corregir el rumbo de las cuentas fiscales, sin grandes revoluciones, pero garantizando una mejora en el superávit, para converger al saludable 3% o 4% del producto en el 2014.
Sin estas dos cosas, volverá a aparecer la palabra ajuste en el diccionario político, palabra poco consistente con la estrategia de poder reinante, tan exitosa según el contundente juicio de las urnas.
Dos observaciones:
1. El porcentaje del déficit respecto del PBI (ambos nominales, en pesos corrientes) está viciado en los últimos años por el efecto indirecto de la falsificación de la inflación sobre el PBI. Como se sabe, hay partidas del PBI que se calculan primero en términos reales, y luego se pasan a precios corrientes usando índices de precios; por ejemplo en producción agrícola. En otras partidas es a la inversa: se dispone de datos en precios corrientes, y se obtienen las cifras a precios constantes mediante la deflactación de aquellos datos con índices de precios. En muchos casos, los índices de precios utilizados son el IPC o algún capítulo del IPC; en algunos casos especiales se usan índices especiales de precios. El INDEC ha falseado principalmente el IPC pero también otros índices como el de precios mayoristas.
Esto hace que en las primeras de esas partidas se subestime el PBI nominal y en las segundas se sobreestime el PBI a precios constantes. El balance es incierto porque depende de la importancia relativa de ambos grupos de partidas, y de las dimensiones relativas de de la distorsión de los índices de precios de unas y otras. Es posible que el porcentaje deficit/PBI sea inferior o superior al reporte oficial. Me inclino a pensar que es levemente menor.
2. El superavit primario de 2003-08 «no lo supimos conseguir» sobre la base de un manejo prudente de las finanzas públicas, sino porque el «dólar recontra-alto» de 2002, que perduró hasta aproximadamente 2006, le daba un peso desproporcionado a los ingresos fiscales en dólares (especialmente retenciones), y además en esa época el crecimiento económico (nominal) y por ende de la recaudación fiscal interna, era mayor que el crecimiento (nominal) del gasto público. Con el tiempo, las lógicas consecuencias de semejante «modelo» se fueron haciendo sentir. El dólar fue depreciándose en términos reales, por su depreciación genérica en el mundo y por la mejora de la competitividad argentina debido a los altos precios de las exportaciones. Al mismo tiempo comenzó a manifestarse la inflación que usualmente resulta de estos esquemas, y por ello (además de las necesidades políticas) el gasto público comenzó a subir más rápido que el PBI (y por ende más rápido que la recaudación interna) precisamente cuando la significación relativa de las retenciones se iba haciendo más reducida.
El resultado del proceso es, por un lado, un tipo de cambio que tiende a su nivel de equilibrio real para una economía con un competitivo sector exportador, como es la Argentina; ese nivel es relativamente «bajo» para el gusto de gran parte de la industria argentina, que arrastra décadas de atraso tecnológico. Por otro lado, el gasto público en explosivo crecimiento y la economía que se va desacelerando, lo mismo que la recaudación, hacen que el balance fiscal se vaya deteriorando como efectivamente sucedió.
Finalmente llega, como siempre, el momento del ajuste. Ya comenzó, y ya comenzó a tener efectos en la conflictividad. Veremos durante 2011 como se desarrolla ese proceso, a nivel nacional y provincial.
Juanpa,
Recuerdo haberte leido numerosas veces defendiendo al estabilidad fiscal.
Me interesa saber si aun en contextos recesivos como vive Europa actualmente o hace unos meses parecía avecinarse en EEUU, crees que el superávit fiscal es un objetivo inclaudicable. O son estos casos en los que el déficit fiscal en el corto plazo debe o puede ser tolerado?
Como siempre, tu opinión me resulta muy interesante.
Saludos
Muy buen artículo, y qué grande Gastón!!!!
Saludos
No fui el destinatario de la pregunta de-Tomás V., pero igual ofrezco esta reflexión: en economías integradas y muy abiertas entre sí y hacia afuera, como las europeas, el equilibrio fiscal (y la austeridad monetaria) son esenciales para la estabilidad del sistema (es decir el sistema supranacional en el que estos países están insertos). Es discutible si «deberían» o «no deberían» tolerar más déficit, pero el hecho es que resulta más difícil para un miembro de la «familia» despilfarrar los recursos «de todos». Es diferente el caso de los países relativamente insulados a través de restricciones a los flujos financieros y en alguna medida a los flujos comerciales, así como un más estricto control del cambio, como eran los países soberanos hasta los años 70. En una economía más integrada y globalizada, el juego consiste en convencer a los potenciales inversores de que conviene invertir en un determinado territorio en lugar de hacerlo en otro. No sé si una mayor tolerancia del déficit fiscal ayudaría para eso.
Juanpa, leí tus papers sobre la historia macroeconómica argentina y la interacción entre la política monetaria, fiscal y el crecimiento, y me quedó una duda. Vos marcas una correlación entre el deficit fiscal y el crecimiento, y propones que el deficit fiscal es la causa del estancamiento. Tu idea que los deficits generan reasignaciones de recursos, y que la gente no se concentra en mejorar la productividad sino en como salir beneficiado en esta reasignación, me resulta lógica en un largo plazo, pero no logro entender como es esto lo que explica la correlación entre las variables en cada año en particular.
Al mismo tiempo me surge la pregunta de por qué no hay una causalidad inversa, y es el crecimiento del país por otros factores (más alla de lo fiscal) que le genera más recursos al estado y permite el superavit.
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