El 15 de septiembre de 2008, Lehman Brothers se declaró en quiebra, anunciando la crisis financiera más grave desde la Gran Depresión. Un par de años más tarde, me encontraba en una conferencia y un alto funcionario (europeo) presentó una ponencia titulada La crisis financiera global, lecciones para América Latina. Me pregunté si no había una errata. ¿Acaso no debía ser lecciones de América Latina?, pregunté. Esto pareció generar cierta confusión. Lo que ocurrió es que América Latina—por oposición a Estados Unidos y Europa—sobrevivió a la crisis financiera global y salió relativamente indemne. Desde luego, provocó una recesión en casi todos los países de la región, en gran parte debido al “macrocontagio” del norte, pero ninguna de las economías más grandes al sur del Río Grande sufrió una crisis financiera.[1]
¿Cómo consiguió capear la tormenta América Latina? En primer lugar, ya había aprendido algunas lecciones difíciles a partir de sus propias crisis financieras. Las crisis de la deuda de comienzos de los años ochenta y la posterior “década perdida” fueron provocadas en parte por el rescate de anteriores crisis financieras. Chile sufrió una de las peores crisis financieras de la historia en términos de los costos fiscales divididos por el PIB. En Argentina, los rescates tanto de los dueños de depósitos como de los bancos aumentaron la deuda, que posteriormente alimentó la hiperinflación. Algunas de las crisis de los años ochenta se profundizaron gracias a los vínculos entre los bancos y los “préstamos vinculados” (prestamos entre bancos y empresas vinculadas a los mismos) a escala masiva.
En los años noventa, la ola de liberalización financiera generó otras presiones. Una fuerte acumulación de deuda en dólares a corto plazo contribuyó a provocar la crisis de 1994/95 en México, con una devaluación del peso y con efectos posteriores, particularmente en Argentina. México sufrió una crisis financiera que llevó a un importante paquete de rescate de los bancos entre cuyas medidas estaba la adquisición de aproximadamente el 30% del total de la cartera de préstamos de 12 bancos que, según se dijo, no fueron “intervenidos”. Este mecanismo generó deudas considerables para una entidad pública conocida como FOBAPROA, pero sirvió para limpiar los balances de los bancos.[2]En Argentina, la quiebra en diciembre de 1994 de un pequeño banco mayorista, junto con la ausencia de seguros de depósitos provocó inquietudes en relación con la liquidez y la solvencia de otros bancos (más pequeños) que, ante una incertidumbre creciente y una elección presidencial en el horizonte, eventualmente provocaron una corrida sistémica. El sistema financiero perdió el 18% del total de los depósitos en sólo tres meses. Argentina introdujo un sistema innovador para cerrar bancos minimizando los costos fiscales que fue utilizado ampliamente en los meses posteriores.
Avances regulatorios en la región
Desde mediados hasta finales de los años noventa, se vivió una ola de avances regulatorios. La supervisión mejoró y hubo serios intentos en numerosos países para introducir los Principios Básicos de Basilea y el Acuerdo de Basilea I, que estableció requisitos más estrictos para el capital bancario en muchas jurisdicciones.
Aun así, algunos países sufrieron crisis financieras generadas por inquietudes de carácter macro. La fuerte devaluación de Ecuador provocó una gran crisis financiera y luego la dolarización. El bajo crecimiento, la deuda más alta y la aparente incapacidad de ajustarse a la situación vigente con incertidumbres políticas crecientes provocó una serie de corridas de depósitos en Argentina a lo largo de 2001. El default y una fuerte devaluación, junto con la conversión forzada de los activos y pasivos de los bancos a diferentes tipos de cambio eliminó la mayor parte del capital bancario.[3]
La mayoría de países siguió mejorando en términos de estructuras regulatorias, capacidad de supervisión y vigilancia. La entrada a gran escala de bancos extranjeros, sobre todo en Chile y México, cambió el panorama, y ayudó a generar estabilidad en algunas dimensiones, pero también creó nuevos desafíos, entre ellos la cooperación en la supervisión transfronteriza.
Reglas diferentes para los bancos de América Latina
Y luego llegó la crisis financiera global. Una de las diferencias fascinantes que encontré entre la cultura regulatoria de mi país natal—Reino Unido—y la de América Latina es que los bancos anglosajones (al menos en Estados Unidos y el Reino Unido) pueden básicamente hacer lo que quieran a menos que esas actividades estén prohibidas. En varios países de América Latina, siguiendo la tradición del código napoleónico, los bancos sólo pueden hacer lo que ha sido autorizado específicamente. Los bancos en Estados Unidos y el Reino Unido comercializaban a gran escala en complejos derivados y productos estructurados. Algunos analistas vieron esto como una diversificación eficiente del riesgo, pero ex post gran parte de la innovación financiera al parecer tenía más que ver con las regulaciones de arbitraje. Se ha sostenido que América Latina escapó de lo peor de la crisis puesto que tenía mercados de capitales menos desarrollados. Sin embargo, esto entiende la causalidad en un sentido equivocado. Los bancos han sido actores cruciales en la creación de nuevos instrumentos del mercado de capitales. Uno de los motivos es que esto les permite gestionar su capital más eficientemente—o proporcionar oportunidades de arbitraje—dependiendo del lado de la valla en la que uno se quiera situar. En numerosos países de América Latina, los bancos no estaban autorizados para comerciar libremente en derivados complejos, de modo que los incentivos para desarrollar esos mercados disminuyeron. Si miramos el futuro y vemos cómo evaluar los beneficios y los costos potenciales de la innovación financiera, puede que el mundo todavía quiera prestar atención a esta lección concreta.[4]
Los desafíos en el futuro
Los bancos comerciales en América Latina tienden a ser más parecidos a servicios públicos (los utilities) que sus contrapartes anglosajonas, centrados más en los préstamos a sus clientes (reales). Sin embargo, también han sido procíclicos en los últimos tiempos. Por un lado, eso implica que se pueden contener riesgos financieros. Por otro lado, y a medida que los sistemas financieros han crecido, pueden profundizar la parte negativa del ciclo. La experiencia del auge del crédito seguido de la recesión en Brasil es un caso pertinente.[5]La salud de los sistemas financieros es un reflejo de la macroeconomía y la región se enfrenta a tiempos difíciles en el futuro. Si bien los bancos están generalmente bien capitalizados y líquidos, las tasas de crecimiento son más bajas de lo que se podría esperar, varios países requieren ajustes fiscales y las tasas de interés globales y el dólar están experimentando subidas en ambos casos.[6] Los próximos años pueden ser una prueba desafiante para las mejoras que la región ha desarrollado en la estructura regulatoria y de supervisión.
[1]Se produjo una crisis financiera importante en Trinidad y Tobago que afectó a varios países en el Caribe, debido al colapso de CLICO, pero no está claro cuán relacionado estaba eso con la crisis financiera global.
[2]Ver Policy Responses to the Banking Crisis in Mexico ,de Pablo Graf.
[3]Ver Argentina’s Avoidable Crisis (2002) para un informe sobre la situación anterior a la crisis argentina. A medida que el tipo de cambio se depreció de un peso por dólar a más de cuatro pesos por dólar, los depósitos en dólares fueron convertidos a pesos a un tipo de cambio de 1,4 por dólar mientras que los préstamos en dólares se convirtieron a pesos a un tipo de cambio de 1 a 1.
[4]Ver Prudent Banks and Creative Mimics, Powell, Miller y Maier (2011) para un modelo de innovación financiera y un debate de estas contrapartidas.
[5]Ver Boring Banks, Safe Economies para un análisis de cómo los bancos mantuvieron ratios de capital estables a pesar de la volatilidad macroeconómica, en el blog del BID Ideas que cuentan.
[6]Ver La hora del crecimiento, Cavallo y Powell (2018, coord.) para una evaluación reciente del panorama macroeconómico de América Latina y el Caribe.