Por Juan Carlos de Pablo. Publicada originalmente en CONTEXTO; Entrega N° 1.409; Agosto 8, 2016.
El Dr. Olivera, el Dr. Julio H. G. Olivera, Olivera, JHG, el negro Olivera, el flaco Olivera o el temible Olivera (esto último porque, entre otras cosas, practicó esgrima), nació en Santiago del Estero, Argentina, y a juzgar por su obra constituye un notable contraejemplo de la imagen que todos tenemos de sus coprovincianos.
Su papá era profesor de matemáticas, física y economía política. “Mi interés por la economía política fue anterior a mi ingreso a la universidad. Mi padre me inició en los conceptos y principios de la ciencia económica. Mi primera monografía sobre un tema económico fue un trabajo que redacté bajo su dirección, cuando tenía 14 años de edad” (Olivera en Teubal, 1998).
Estudios. Se recibió de abogado en 1951, y de doctor en derecho y ciencias sociales en 1954, en la Universidad de Buenos Aires (UBA). Aprobó todas las materias de grado con sobresaliente. “Sostiene la tradición oral que en los exámenes citaba a los autores extranjeros en su idioma original, y que la facultad literalmente se `paraba´ para presenciar las mesas examinadoras” (de Pablo, 1995). “En un concurso realizado en la FCE de la UBA no le otorgaron el puntaje máximo por no ser doctor en ciencias económicas. Al respecto declaró: `la teoría económica es una disciplina científica, no un oficio o profesión que requiera título habilitante. Casi todas las ideas fundamentales de la teoría económica provienen de hombres que no eran doctores en economía, y aún entre los más eminentes –Ricardo, Cournot, Walras, Pareto, etc.- que no eran doctores en nada´. Finalmente la absurda objeción fue desestimada” (Fernández López, 1998).
En economía es básicamente un autodidacta. En 1957 fue economista invitado por el departamento de economía de la Universidad de Chicago.
Profesor. Desde 1956 fue profesor en la Facultad de Ciencias Económicas (FCE) de la UBA, donde realizó una crucial tarea para mejorar el estudio de la ciencia económica. “Es preciso conocer cómo estaba la facultad entonces, para apreciar la labor de Olivera. Absolutamente sólo, literalmente se tomó de las orejas y tiró para arriba”, afirma José María Dagnino Pastore. Morris Franklin Delano Teubal agrega que Don Patinkin es a la Universidad Hebrea de Jerusalén, como Olivera a la UBA.
Durante muchos años dictó Dinero, crédito y bancos, en base al apéndice matemático de Dinero, interés y precios, que Patinkin había publicado en 1955. “Sus clases eran de ejecución extremadamente cuidada, al punto que de hecho se estudiaba por la transcripción de las mismas. Creo que la primera (de las transcripciones) fue realizada por Miguel Sidrauki y Héctor Luis Diéguez” (Fernández López, 1998).
“En 1966, por razones personales, no pudo hacerse cargo de la cátedra Irving Fisher, en la Universidad Yale (recuerdo cómo lamentó esto Sidrauski, a quien puse muy contento cuando le dije que JHG iba a ir a Yale, por haberlo leído en la edición internacional de La Nación)[1]. Durante buena parte de la década de 1980 la prolongada enfermedad de su madre limitó sus movimientos, aunque difícilmente sus lecturas (cuando uno habla con Olivera tiene la sensación de que leyó todo[2])” (de Pablo, 1995).
Instituto. Desde 1961 dirigió el Instituto de Investigaciones Económicas de la FCE de la UBA, que todo el mundo conoce como “el instituto de Olivera”. “William Leslie Chapman, decano de la FCE de la UBA, me propuso dirigirlo. Aunque ya poseía considerable experiencia en materia de investigación económica, el período de mayor productividad de mi labor científica comenzó con la dedicación exclusiva en la universidad” (Olivera en Teubal, 1998).
“En las exposiciones que se realizaban en el mítico seminario [que se desarrollaba en el Instituto], el expositor era designado por sorteo al comienzo de cada sesión” (Fernández López, 1998). “Me incorporé a los seminarios de Olivera, quien dijo: `miren, muchachos, ustedes tienen que leer 3 o 4 libros en economía. Y ya está. Eso es economía´. Valor y capital, de John Richard Hicks; Fundamentos del análisis económico, de Paul Anthony Samuelson. Más Patinkin, que se leía en sus clases. Nosotros, aparte, nos pusimos a leer Teoría del valor, de Gerard Debreu. Leímos topología general, ese tipo de cosas, para poder entender. No llegamos muy lejos… En los seminarios había un eje central, que era el de la economía matemática; en ese momento una novedad, hoy constituye la corriente principal dentro del análisis económico… ¡Qué entusiasmo teníamos! Entusiasmo provocado por un hombre que nadie diría que es una tromba. Nunca llegaba y decía: `muchachos, vamos por acá o por allá´. Se sentaba en la parte de atrás del salón, no decía una palabra, y nosotros nos sentíamos como si estuviéramos en presencia de… Dios. Olivera nos inspiraba con el silencio” (Calvo, en de Pablo, 2006).
El, sobre algunos discípulos. «La inteligencia de Sidrauski era como un dardo, la de Diéguez como un molino: ambas de primera. Sidrauski era más profesional; en Diéguez el profesional estaba en segundo plano; Héctor se veía a sí mismo más como un economista reformador, en el sentido clásico del término» (Olivera en de Pablo, 1995a).
«En 1960 por primera vez utilicé el sistema de coloquios que había sido implantado en la facultad. En la primera clase de mi curso anuncié 3 exámenes escritos, uno al comienzo, otro al promediar y otro al terminar el semestre, advirtiendo que cada uno de ellos tendría carácter eliminatorio. Sólo Diéguez, entre aproximadamente una decena de alumnos, aprobó el primer examen parcial. El `coloquio´ se transformó en diálogo. Su rendimiento resultó igualmente satisfactorio en los otros 2 exámenes. Calificación: sobresaliente» (Olivera en de Pablo, 1995a).
“Sidrauski tomó mi curso en 1959, la primera vez que lo dicté. Asistió a todas las clases, luego de lo cual rindió examen oral e integral, superando un test muy simple: un error y afuera. Le puse sobresaliente. Según me contó una vez, su verdadero `despegue’ se produjo cuando participó en el Seminario de análisis económico que en 1960 dicté para estudiantes avanzados de la licenciatura en economía… Jamás se equivocaba en nada. Su mente era brillante, pero además muy segura. Su brillante carrera no me sorprendió nada. Combinaba la pasión del amateur con la seriedad del profesional; podía pasarse el día discutiendo temas de teoría económica… San Pablo dice que hay que aguantar las estupideces. Esta es una cualidad que ni John Maynard Keynes ni Miguel tenían» (Olivera en de Pablo, 1995a).
Rector. Entre 1962 y 1965 fue rector de la UBA. “Como candidato al rectorado, compitió con José Luis Romero y José Babini” (Fernández López, 1998). Renunció como consecuencia de la agresión que le impidió a Walt Whitman Rostow dictar una conferencia en FEC. “A raíz de este episodio retó a duelo a Rolando García, entonces decano de la Facultad de Ciencias Exactas de la UBA (Olivera practica esgrima… no solamente cuando discute)” (de Pablo, 1995).
AAEP. La Asociación Argentina de Economía Política (AAEP) nació el 6 de noviembre de 1957. Firmaron el acta fundacional Juan Ernesto y Roberto Teodoro Alemann, Julio Broide, Benjamín Cornejo, Aldo Ferrer, Juan José Guaresti (h.), Francisco García Olano, Carlos Conrado Helbling, Carlos María Moyano Llerena, Olivera, Federico Pinedo, Oreste Popescu, Ovidio Schiopetto y Francisco Valsecchi. Pero independientemente de lo que digan los documentos, Olivera está crucialmente asociado con el origen y el desarrollo de la AAEP durante sus primeras etapas.
“¿`Oliverizó´ JHG a la AAEP? Indudablemente. ¿Cómo podría haber sido de otra manera, independientemente de sus deseos, dada la tremenda distancia profesional que existió entre él y el resto de los colegas, más `el fantasma´ que generó con su estilo? Ahora que el `niño´ camina solo, sus sentimientos hacia la Asociación deben de ser ambivalentes, como los de cualquier padre al ver triunfar a un hijo suyo: orgullo por la maduración del esfuerzo, pena por la menor dependencia” (de Pablo, 1995).
Su particular método de exposición, impresionaba. “Expone de pie, su cuerpo levemente inclinado hacia adelante, apoyando sobre la mesa la punta de sus dedos, los cuales quedan separados entre sí, formando un `quínpode´ (el equivalente a 5 de un trípode). Su voz es grave, y suena impostada; vocaliza pausada y perfectamente un discurso donde ni falta ni sobra alguna palabra (no le recuerdo un sólo furcio). Su discurso siempre comienza así: `Agradezco profundamente…´. Nunca lee[3]. Durante sus presentaciones se escucharía el vuelo de una mosca… A comienzos de la década de 1970, en la Academia de Derecho dictó una conferencia sobre el informe del Club de Roma. Al terminarla invitó a hacer preguntas. Alrededor de una decena de personas preguntamos sobre cuestiones diferentes. Sin tomar nota escrita alguna, contestó cada pregunta… ¡en el orden en que fueron formuladas!” (de Pablo, 1995).
De las múltiples anécdotas de Olivera en la AAEP sintetizo una, que me tiene como coprotagonista. “En la reunión celebrada en Mar del Plata en 1975, presentó un trabajo sobre `el gradualismo en las políticas de ajuste´, y a mí me designaron uno de sus comentaristas. El trabajó me pareció formalmente correcto, aunque no espectacular desde el punto de vista de su contenido. Pero lo que quiero recordar aquí es lo que ocurrió antes de que comenzara a desarrollar mi comentario. Cuanto me tocó hablar dejé pasar un par de segundos, para crear un poco de suspenso y, basándome en sus notables conocimientos matemáticos, bien conocidos por el público, dije textualmente: `La ecuación 5 de este trabajo contiene una derivada mal hecha, lo cual invalida todas sus conclusiones´ agregando, luego de otro par de segundos y en medio de un silencio total, `no saben lo que daría por poder decir esto en serio de un trabajo de Olivera´. Los asistentes pasaron abruptamente del estupor a la carcajada… y al aplauso (un testigo me dijo que fue JHG mismo quien inició los aplausos). Más tarde, en el mismo congreso, Olivera me devolvió la gentileza. Presenté un trabajo sobre `un modelo de dinero pasivo de patrón variable´, obviamente inspirado en sus trabajos sobre el tema. Luego de la presentación de los comentaristas, JHG pidió la palabra para hacer una consideración extremadamente crítica sobre mi trabajo,… aclarando que también a él le gustaría que lo que acababa de decir fuera cierto” (de Pablo, 1995).
En la reunión anual que la AAEP celebró en Rosario, en noviembre de 2013, se desarrolló un panel en su homenaje, donde hablaron Daniel Heymann, Luis Blaum y yo. Por razones de salud, lamentablemente Olivera no pudo estar presente.
Fuera de la academia. Más allá de su obvia ventaja comparativa, Olivera no circunscribió su labor al ámbito académico. A partir de 1956 fue ministro de economía en la provincia de San Luis, durante la intervención federal a la provincia; entre 1959 y 1962 fue subgerente general en el Banco Central de la República Argentina (BCRA), y también fue secretario de estado de ciencia y tecnología durante la última presidencia de Juan Domingo Perón. “Ingresé al BCRA, donde Olivera era gerente de investigaciones económicas. Hice `clic´ en ese momento. El me dijo: `lea Análisis económico, de Kenneth Ewart Boulding, Matemática para economistas de Roy George Douglas Allen, etc.´. Empecé a leer y dije: `ah, esto se entiende todo´. Hacía poco que Patinkin había publicado su libro y de golpe ponía todo junto” (Calvo, en de Pablo, 2006).
alardones. Puede haber discusiones referidas a si fue un genio o no, pero es indudable que fue un fuera de serie. Por eso ningún premio en economía que galardona trayectorias en Argentina se da el lujo de que JHG no sea su primer premiado. Fue, en 1965, uno de los 10 primeros jóvenes sobresalientes; fue primer premio Bunge y Born en economía en 1966; fue Konex de platino en teoría económica en 1986 [y Konex de brillante en 2006]” (de Pablo, 1995). Recibió además el premio Universitario y Tedín Uriburu en 1951 y el premio Ovidio Gimenez en 1968. “Votó en diversas oportunidades por candidatos al premio Nobel en economía, y ahora va llegando su turno [pero lamentablemente no le llegó. JCdP]” (Fernández López, 1998). En 1995 ganó un certamen relacionado con la esgrima, por la forma en que contestó un conjunto de preguntas referidas a dicha actividad[4].
Además, es miembro de la Academia Nacional de Ciencias Económicas (ANCE), de la Academia Nacional de Derecho y Ciencias Sociales, y de la Academia de Ciencias de Buenos Aires. Entre 1965 y 1971 fue miembro titular del Comité Ejecutivo de la International Economic Association.
Presidió una sociedad secreta, tan secreta que ni él sabía que existía. La UMES. Pistas, para que el lector la pueda identificar. Ejerció la vicepresidencia de la entidad Gordon Tullock, y entre sus miembros (por orden alfabético) cabe mencionar a David Miles Bensusan Butt, Ana María Claramunt, Eusebio Cleto del Rey, Carlos Federico Díaz Alejandro, Francisco Ysidro Edgeworth, Hermann Henrich Gossen, David Hume, Lloyd Wynn Mints, Michael Louis Mussa, Arthur Cecil Pigou, Raúl Arturo Ríos, Adam Smith y Piero Sraffa. UMES significa unión mundial de economistas solteros.
¿Por qué los economistas nos acordamos de Olivera? Por su personalidad y por su vasta obra. Nuevo caso que plantea la eterna cuestión de la importancia relativa que las circunstancias y la persona, juegan en la explicación de determinados hechos.
No sorprende que haya sido uno de los economistas argentinos más conocidos en el ambiente académico de todo el mundo (durante mucho tiempo fue el único; hoy también ostentan ese honor colegas como Guillermo Antonio Roberto Calvo, Rolf Ricardo Mantel y Carlos Alfredo Rodríguez, y algunos más jóvenes que encararon sus carreras profesionales en el exterior). Como Arthur Cecil Pigou, dentro de la profesión su apellido está asociado con un efecto: en `efecto´, a la reducción del valor real de los ingresos tributarios que provoca un aumento de la tasa de inflación, la profesión la denomina `efecto Olivera´ (Oliveira, para algunos, quienes creen que JHG es… portugués)[5]” (de Pablo, 1995).
Obra. “Es autor de más de un centenar de artículos técnicos publicados en revistas internacionales [una selección se publica al final de estas líneas], en muchas de las cuales a mí me hubiera gustado publicar por lo menos uno. Escribe breve (en ocasiones, un texto un poquito más largo hubiera facilitado muchísimo la comprensión del trabajo), usando poca matemática. Se ocupó de los temas más diversos (el ciclo económico en la economía colectivista, el nivel al cual se iguala el precio de los factores a través del comercio internacional de bienes, la universidad como unidad de producción, la contribución científica de Adam Smith, etc.), pero se destacan 2 líneas de investigación principales: la de la teoría `estructural o no monetaria´ de la inflación, que arrancó con Olivera (1960); y la de los modelos de dinero pasivo, que inició con Olivera (1968). Ambos esfuerzos se basan en ideas empíricamente importantes, fueron bien planteados, y con el tiempo -tal como era de esperar- entraron en la zona de rendimientos marginales decrecientes. Pronostico que, de lo que escribió hasta ahora, dentro de un siglo hablaremos más de los trabajos que escribió en la década de 1960 y comienzos de la de 1970, que de sus contribuciones posteriores” (de Pablo, 1995)[6].
Esta fuera del alcance de estas líneas hacer justicia a la descripción, análisis e impacto de su obra. Dada la diversidad de cuestiones que le interesaron, y la profundidad con la que encaró el análisis, seguramente que esta tarea deberá ser encarada por varios especialistas.
. . .
Dejé deliberadamente para el final una apreciación personal.
Como estudié en la Universidad Católica Argentina, no fui alumno suyo. “Supe de su existencia por Osvaldo Emilio Baccino, Norberto Aaron Belozercosvky y Dagnino Pastore, y personalmente lo vi en Mendoza en 1965, en la reunión de la AAEP, donde no me atreví a acercarme para saludarlo. Hablamos por primera vez en una circunstancia dolorosa: a raíz del fallecimiento de Sidrauski, en setiembre u octubre de 1968 organizó un acto académico en el Instituto. Al finalizar se paró en la puerta y le fue dando la mano a cada uno de los que salíamos, lo cual me permitió intercambiar algunas palabras” (de Pablo, 1995).
“Poco tiempo después, en respuesta al envío que le hice de algunos de mis trabajos, recibí una conceptuosa carta suya. Gran emoción: el capo di tutti capi tenía un muy alto concepto de mis escritos. Con el tiempo descubrí que Olivera es extremada y exageradamente generoso en sus apreciaciones sobre los trabajos de sus colegas. Nunca perdió esta costumbre. Tengo en mi archivo por lo menos media docena de cartas, algunas manuscritas en su microscópica pero perfectamente legible caligrafía, sistemáticos acuses de recibo de otros tantos libros míos que le envié, que conservan la misma característica[7]” (de Pablo, 1995).
“Cuando conversa `juega de local, no de visitante, permitiéndole al otro que juegue de visitante si quiere, o también de local… si aguanta el desafío´. Nuestra amigable y eficaz comunicación no demanda ni que él vista polera roja y alpargatas, ni que yo me ponga corbata o me peine: cada uno habla en su idioma y a su manera [lo tuteo, él no porque según me dijo no sabría cómo hacerlo] y el otro lo entiende… y comprende… Lo aprecio más allá de su obra profesional, como corresponde entre amigos. Algún día, jubilados ambos, nos sentaremos en un banco de plaza, para -bastones mediante- «solucionar todos los problemas del mundo´” (de Pablo, 1995).
La anterior fue la impresión que registré en mis memorias, lo cual invita a realizar la correspondiente actualización. Cuando nos conocimos, Olivera me llevaba 14 años. Siempre fue igual. Pero en 1965 el tenia 36 años y yo 22, mientras que en 2014 el tiene 84 años y yo 70. Vivencialmente nos hemos acercado.
En algún momento me autotitulé “sobrino” suyo, designación que aceptó gustoso. Desde esta perspectiva le doy consejos no pedidos, que con frecuencia son los peores. Ejemplo: “Julio, no tenés edad para vivir solo. Un día te vas a resbalar en la bañadera y te encontraran demasiado tarde, cuando la señora que limpia tu casa abra la puerta del baño”. Por ahora no me hace caso. Cada tanto cenamos, o almorzamos, y hablamos sin parar de todos los temas imaginables, y –oh, sorpresa- también de algunos otros.
Poca gente se le acerca, porque hay que animarse a “saltar el cerco”. Pero quienes lo hacen pueden pasar momentos muy agradables. En su momento aprendí mucho de él y la pasé muy bien interactuando con él durante sus últimos años.
Ultima. El mejor homenaje que le podemos hacer a un pensador, es leer con detenimiento su obra, y luego pensar. En el caso de los trabajos de Olivera sobre dinero pasivo e inflación estructural, vale la pena resaltar que en modo alguno constituyen un “viva la pepa” o un “piedra libre” para la emisión monetaria. De manera que, por favor, léanlo antes de citarlo.
En la conferencia de incorporación a la ANCE, pronunciada en 1965, afirmó: “La posición monetarista puede sintetizarse en 3 proposiciones o tesis. La primera atañe a la causa de la inflación, la segunda a los objetivos de la política económica y la tercera a los medios de la política económica. El estructuralismo puede describirse sustancialmente mediante 3 proposiciones o tesis que son antitéticas de las que caracterizan al monetarismo. Primera, la verdadera causa de la inflación no debe buscarse en un desequilibrio global entre la oferta y la demanda, sino en desajustes sectoriales; segunda, el crecimiento y la estabilidad son fundamentalmente incompatibles entre sí; y tercera, la política monetaria es impotente como medio para la estabilización. La diferencia no reside esencialmente en los hechos, sino en la dirección que atribuyen a las relaciones causales. Muchos estructuralistas parecen creer que, siendo la inflación estructural de origen no financiero, su eliminación debe procurarse por medios no financieros. Algo similar puede observarse respecto al monetarismo y a su receta para la inflación monetaria. Sin embargo, esta correspondencia entre las causas y los remedios no es un principio de necesidad lógica. Si se comprobara que las fluctuaciones económicas se deben a los cambios en las manchas solares, no se seguiría de esto que la única posibilidad de la política de estabilización consistiera en hallar la forma de inmovilizar las manchas solares. El monetarismo no puede ignorar que la calidad de las inversiones modifica la oferta de bienes, el estructuralismo que el grado de flexibilidad de los precios no es independiente de las condiciones de liquidez de la economía”. Por eso repito: léanlo, antes de citarlo.
OBRAS DE OLIVERA
Derecho económico, conceptos y problemas fundamentales, Arayú, 1954.
“Crecimiento, desarrollo, progreso, evolución. Nota sobre relaciones entre conceptos”, El trimestre económico, julio-setiembre de 1959.
«Cyclical growth under collectivism», Kyklos, 1960.
«La teoría no monetaria de la inflación», Trimestre económico, octubre-diciembre de 1960.
“Causas no monetarias de la inflación en la Argentina», Instituto de investigaciones económicas, Facultad de ciencias económicas, Universidad de Buenos Aires, 1961.
«Sobre la estabilidad de los mercados múltiples», Trimestre económico, julio-setiembre de 1961.
“Equilibrio monetario y ajuste internacional”, Desarrollo económico, julio-setiembre de 1962.
«On structural inflation and Latin-american structuralism», Oxford economic papers, noviembre de 1964.
“Sobre inflación estructural”, AAEP, 1965.
“Una nota sobre una depreciación finita”, AAEP, 1965; “Análisis de la devaluación mediante diferencias finitas”, Revista de ciencias económicas, julio-diciembre de 1966; “A note on finite devaluation”, Weltwirtschaftliches archiv, 1966.
“Inflación estructural y política financiera”, ANCE, 1965.
“El dinero pasivo”, AAEP, 1967; «El dinero pasivo», Trimestre económico, octubre-diciembre de 1968; «On passive money», Journal of political economy, julio-agosto de 1970.
“La universidad como unidad de producción”, AAEP, 1967.
“¿Es el libre comercio un sustituto perfecto de la movilidad de factores?”, AAEP, 1967; «Is free trade a perfect substitute for factor mobility?», Economic journal, marzo de 1967.
«Money prices and fiscal lags: a note on the dynamics of inflation», Banca nazionale del lavoro quarterly review, setiembre de 1967.
«La teoría alberdiana de las crisis», Jurisprudencia argentina, 14 de diciembre de 1967.
«Aspectos dinámicos de la inflación estructural», Desarrollo económico, octubre-diciembre de 1967.
“La reforma monetaria internacional: aspectos analíticos”, AAEP, 1968; ANCE, 1968.
«La posición monetaria neta», Económica, enero-agosto de 1968.
“El objeto de la política monetaria”, Revista de ciencias económicas, enero-marzo de 1968.
“Sobre la teoría asintótica de la demanda de dinero”, AAEP, 1969; ANCE, 1970; «On the asymptotic theory of the demand for money», Oxford economic papers, marzo de 1969.
“La posición monetaria neta: observaciones complementarias», Económica, setiembre-diciembre de 1969.
“A note on the optimal rate of growth of international reserves”, Journal of political economy, marzo de 1969.
“Dinero pasivo y acumulación de capital”, AAEP, 1970; «Dinero pasivo y acumulación de capital», Trimestre económico, abril-junio de 1972.
“La ley de raíz cuadrada para las reservas precautorias”, AAEP, 1971; “The square root law of precautionary reserves”, Journal of political economy, setiembre-octubre de 1971.
“Desarrollo económico y progreso económico”, ANCE, 1971.
“On passive money, inflation and economic growth”, Journal of money, credit and banking, febrero de 1971.
“Conjuntos de producción bernoullianos”, AAEP, 1972.
“Teoría económica y sistema cooperativo”, ANCE, 1972.
“Teoría económica y sistemas lineales”, ANCE, 1972.
«Gradualismo, ineficacia e inestabilidad cíclica», Económica, enero-abril de 1972.
“Propiedades de semicontinuidad inferior de las funciones de comportamiento”, Económica, setiembre-diciembre de 1972.
Lecciones de dinero, crédito y bancos, Facultad de ciencias económicas, Universidad de Buenos Aires, 1972.
“Política científica y desarrollo económico”, ANCE, 1974.
“El gradualismo en las políticas de ajuste”, AAEP, 1975; ANCE, 1975.
“Los informes para el Club de Roma”, Indicadores de coyuntura, diciembre de 1975.
“Oferta de estadísticas y políticas económicas en países subdesarrollados”, AAEP, 1976; «Supply of statistics and choice of economic policies in developing countries», International social science journal, 1976.
“La contribución científica de Adam Smith”, ANCE, 1976; «La contribución científica de Adam Smith», en: Economía clásica actual, Macchi, 1977.
“Economía estructural y sistemas lineales”, AAEP, 1977; “Economía estructural y sistemas lineales”, La economía como disciplina científica. Ensayos en honor del profesor Francisco Valsecchi, Macchi, 1982; “Structural economics and linear systems”, Economic notes, 1977.
“Luis Roque Gondra y los estudios de economía matemática en la Argentina”, ANCE, 1977.
«El leviatán monetario», La nación, 31 de agosto de 1977.
Economía clásica actual, Ediciones macchi, 1977.
“Autonomía y heteronomía monetarias”, Ensayos económicos, diciembre de 1977.
«La teoría no monetaria de la estanflación», El economista, 3 de noviembre de 1978.
«Tasa de interés, salario real y saldos monetarios reales», Ensayos económicos, diciembre de 1978.
“Teoría matemática de la empresa cooperativa”, Cuadernos de economía social, mayo-agosto de 1979.
“Estanflación estructural”, AAEP, 1980; «Estanflación estructural», Desarrollo económico, abril-junio de 1980.
“Autonomía monetaria, heteronomía monetaria y dinero pasivo”, Ensayos económicos, marzo de 1980.
“Las categorías monetarias”, Revista de la Universidad de Buenos Aires, 1980.
«Sobre la estabilidad del dinero pasivo», Económica, enero-agosto de 1981.
“La confusión sobre la ley de Gresham”, Desarrollo económico, abril-junio de 1981.
“El Dr. Pedro Olaechea y Alcorta, primer presidente de la ANCE”, ANCE, 1983.
«Dinero pasivo internacional y hegemonía monetaria», Desarrollo económico, abril-junio de 1983.
“Impuestos, inflación, confiscación”, ANCE, 1986.
«Inflexibilidad descendente de los precios monetarios», Desarrollo económico, enero-marzo de 1986.
“La Asociación Argentina de Economía Política. Los años iniciales”, AAEP, 1987.
«Inflexibilidad descendente de las tasas de interés», Desarrollo económico, abril-junio de 1988.
“Economías distribucionales”, ANCE, 1989.
“Las ideas económicas de Alejandro E. Shaw”, ANCE, 1989.
“El enfoque distribucional de los hechos económicos”, AAEP, 1994.
“Funciones vectoriales y producto funcional de distribuciones”, AAEP, 2001.
“Sobre la estructura geométrica de los conjuntos de producción”, ANCE, 2002.
“Las condiciones jurídicas del progreso económico”, ANCE, 2002.
“Polinomios distribucionales”, ANCE, 2003.
“Multiplicadores de Lagrange sobre espacios de distribuciones”, ANCE, 2004.
“Crecimiento balanceado en economías distribucionales”, ANCE, 2009.
“Derecho económico y análisis económico del derecho”, ANCE, 2009.
“La ciencia económica como hermenéutica social”, AAEP, 2010.
Economía y hermenéutica, Edutref, 2010.
“Indiferencias monetarias”, ANCE, 2012.
“Inflación y bienes públicos”, ANCE, 2013.
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de Pablo, J. C. (1995): Apuntes a mitad de camino, Macchi.
de Pablo, J. C. (1995a): Héctor L. Diéguez, Miguel Sidrauski, y el nacimiento de la licenciatura en economía en Argentina, Sudamericana.
de Pablo, J. C. (2006) “Entrevista a Guillermo Antonio Roberto Calvo”, publicada en Revista de economía y estadística, 44, 2, 2006.
de Pablo, J. C.; Leone, A. M.; y Martínez, A. J. (1991): Macroeconomía, Fondo de cultura económica.
Elzinga, K. G. (1992): `The eleven Principles of Economics´, Southern Economic Journal, 58, 4, abril.
Fernández López, M. (1998): “Julio H. G. Olivera”, en Teubal, M. (comp.): Teoría, estructura y procesos económicos. Ensayos el honor al Dr. Julio H. G. Olivera, Eudeba.
Teubal, M. (1998): “Presentación”, en Teoría, estructura y procesos económicos. Ensayos el honor al Dr. Julio H. G. Olivera, Eudeba.
[1] No haber podido dictar clases en Yale lo lamentó en el plano académico, pero no en el de la salud. «Sufro de `nacionalismo fisiológico'», me dijo una vez cuando me contó que asistiendo en Viena a un congreso de economistas, tuvo que ser hospitalizado. «Menos mal que estaba Juan Ernesto Alemann», agregó, «porque me tuvo que prestar plata para poder salir del sanatorio».
[2] Según Elzinga (1992), en 1983 Robert Merton Solow dijo exactamente lo mismo, pero referido a Paul Anthony Samuelson, cuando al encontrar un posible lapsus bibliográfico en un artículo publicado en 1937 -¡cuando Samuelson tenía 22 años!- se preguntó: “¿Será posible que haya existido el momento en que Samuelson no hubiera leído todo?”.
[3] Algunos sostienen que en los últimos años leía. Puede ser. Al respecto reproduzco textualmente el siguiente testimonio: “En la reunión de la AAEP en Santiago del Estero le tocó hablar. Si uno hubiera tenido que volcar al papel lo que decía (en inglés), lo hubiera hecho con comas y puntos, ya que hablaba como escribiendo y quien lo escuchaba lo notaba” (Alfonso José Martínez).
[4] En su juventud practicó esgrima por sugerencia de su padre, quien no la consideraba un deporte sino parte de las habilidades que todo varón debía desarrollar, para defender su honor (en duelos). Por tal motivo a su hijo nunca le permitió competir.
[5] En el seminario de Toledo de 1987 sobre políticas antihiperinflacionarias, los argentinos presentes reaccionamos vehementemente cuando algunos denominaban efecto Tanzi al efecto Olivera (“Rudiger Wilhelm Dorbusch y Stanley Fischer introdujeron la locución `efecto Olivera-Tanzi´”. Olivera en Teubal, 1998). A mi regreso a Argentina le conté el episodio a JHG, sugiriendo que deberíamos iniciar una «guerra santa» para que la profesión reconociera la primacía del descubrimiento (descripto en Olivera, 1967), a fin de que no se repitiera lo que le ocurrió a José Barral Souto. Finalmente no hicimos nada porque en carta de fecha 29 de junio de 1987 el propio Olivera me indicó que en el artículo de Tanzi la prioridad en el análisis del tema está explícitamente reconocida.
[6] Un planteo detallado de los modelos de dinero pasivo e inflación estructural pueden consultarse en de Pablo, Leone y Martínez (1991).
[7] Exagerará en sus calificativos, pero el material lo lee. El 18 de julio de 1991, al acusar de recibo del texto universitario que escribí con la colaboración de Alfredo Mario Leone y Alfonso José Martínez, me escribió: «Aunque Macroeconomía no utiliza en general la elipsis, el cuadro de la página 500 constituye una notable excepción». Sin perder un segundo fui hasta la página 500, encontrando el título del cuadro… y -un espacio en blanco donde éste debería estar inserto-.