La idea de regular de manera más eficaz el trabajo a distancia aparece recurrentemente en el debate sobre cómo promover una mejor inserción laboral de las mujeres. Ello, porque las tecnologías de la información prometen nuevas oportunidades para trabajar fuera de los lugares tradicionales de empleo -en particular desde el hogar-, lo que favorecería la conciliación entre el trabajo y la vida familiar.
La promoción del teletrabajo ha sido recogida por diversos programas presidenciales (el de Bachelet en 2005 y el de Piñera en 2009, por ejemplo). También fue propuesta por el Consejo de Trabajo y Equidad en 2008, y más recientemente por la Comisión Nacional de Productividad y la Comisión de Productividad CPC. Asimismo, para algunos las prioridades legislativas en materias laborales debiesen estar aquí, y no en el fortalecimiento de la negociación colectiva.
Si bien se le asigna un conjunto de beneficios a la idea de trabajar a distancia -que además de lograr un mejor equilibrio entre trabajo y familia reduciría los costos de traslado y el consumo de energía, y descongestionaría las ciudades-, se sabe muy poco de las ventajas reales de estos arreglos.
De acuerdo a la Encuesta de Empleo del INE, apenas 4,7% de los ocupados trabaja principalmente desde su casa, tasa que no ha variado desde que comenzó a aplicarse la metodología actual de medición de empleo el año 2010. De ellos, el 96% son trabajadores por cuenta propia o que trabajan para un negocio familiar. La mayor parte son mujeres.
El trabajo a domicilio tampoco ha avanzado de manera significativa en países desarrollados. En Estados Unidos, por ejemplo, un 23% de los ocupados declara trabajar algunas horas desde la casa en un día típico (estadísticas oficiales del Bureau of Labor Statistics, BLS).
El promedio es alto -casi un cuarto de los ocupados-, pero la mayor parte de ellos no trabaja en realidad desde la casa, sino que se lleva trabajo para la casa. En efecto, los resultados de dos estudios del propio BLS sugieren que las horas trabajadas a distancia por los asalariados no sustituyen horas trabajadas en el lugar formal de trabajo.
En otras palabras, el teletrabajo no estaría ofreciendo mejores opciones de horarios y de conciliación entre la vida familiar y el trabajo, sino que primordialmente estaría alargando las jornadas laborales.
De hecho, este trabajo adicional suele realizarse los domingos, y no existe evidencia de que esas horas extras se remuneren. Solo 4% de los asalariados en Estados Unidos tendría un arreglo formal con su empleador para trabajar desde su hogar.
Así, el teletrabajo no ha permeado ni siquiera el mercado laboral de una de las economías más desreguladas del mundo en lo que a empleo se refiere. Si el teletrabajo no ha estado a la altura de las expectativas allá, un país con un alto nivel de capital humano y una gran penetración del uso de tecnologías de la información, cuesta creer que haga una diferencia acá.
Las mujeres que no participan laboralmente en Chile en su mayoría indican que son los deberes de cuidado los que dificultan su inserción. Así lo muestran diversas encuestas, incluyendo la Casen y la Encuesta Voz de Mujer.
Quienes, por ejemplo, han intentado trabajar y cuidar niños al mismo tiempo saben lo difícil que es combinar eficazmente estas labores. El problema del cuidado no se resuelve con el trabajo a distancia desde el hogar. Son otras las políticas a revisar, en particular aquellas leyes discriminatorias que asignan un rol y un costo desproporcionado a las mujeres en lo que se refiere a las tareas de cuidado.
El artículo 203 del Código Laboral, que exige a las empresas que emplean a 20 o más trabajadoras la provisión de servicios de sala cuna para madres de niños menores de dos años, es seguramente el caso más evidente.
Para sustituir el artículo 203 primero es necesario crear un sistema integral de cuidado y estimulación temprana. Su efectividad en levantar las limitaciones a la inserción laboral femenina dependerá crucialmente de la calidad de los servicios que entregue.
Existe un conjunto de propuestas respecto a cómo financiar y quién proveería estos servicios. El debate sobre cómo avanzar en este ámbito debiese, a mi juicio, ocupar un lugar prioritario en la agenda laboral en lo que viene.