El reciente escándalo de Volkswagen (VW) ha golpeado a la industria alemana y castigado la acción de la firma: esta ha bajado un 25% desde el día en que se conoció la noticia. Notemos que la bolsa alemana ha subido un 7% en el mismo periodo.
Como ya se sabe, VW diseñó e instaló un software que le permitía a sus automóviles pasar los tests de emisión de gases requeridos por la autoridad regulatoria norteamericana (EPA) a pesar de tener unos niveles de emisión de NOx (gases tóxicos) muy superiores a lo establecido. De hecho, los motores de los más de 11 millones de automóviles afectados (los que tenían el software «especializado») aparentemente excedían los niveles exigidos por la EPA en más de 30 o 40 veces.
Recordemos, primero, que VW–al contrario de lo que algunos ingenuos podrían pensar con relación a la supuesta probidad de esta firma–ya tenía unos antecedentes un poco imperfectos.
El año 1993 estuvo involucrada en un caso muy bullado de espionaje industrial: el llamado caso López. Este se suscitó a raíz de que VW contrató a un ejecutivo de General Motors (GM), José Ignacio López, el que fue acusado por GM de robar documentos confidenciales.
Posteriormente, el año 2005, VW estuvo embrollada en un escándalo relacionado con el pago de coimas a un grupo de dirigentes de los trabajadores de la firma (que también incluían viajes de placer al exterior más la compañía de prostitutas).
En este contexto, varios expertos en gobiernos corporativos han apuntado a la estructura del directorio de VW como una potencial debilidad. Tal vez no la única causa, pero si un factor relevante en una empresa que consistentemente había mostrado un alto grado de disfuncionalidad. En efecto, el directorio–que en realidad está dividido en dos sub-grupos, en virtud del principio de co-determinanción bajo el cual operan muchas firmas alemanas–tiene tres componentes:
[A] representantes de la familia Porsche y Piech (descendientes de Ferdinand Porsche, el ingeniero que diseñó el primer automóvil en la entonces empresa recién fundada por Hitler) y representantes del fondo soberano de Qatar;
[B] representantes del estado de Baja Sajonia, que es dueño del 20% de la firma; y
[C] representantes de los trabajadores.
Ojos inocentes tal vez podrían interpretar como fortaleza la supuesta «diversidad» de este directorio. Pero la verdad es que nadie puede servir a dos señores (tal como dice la Biblia) y mucho menos a tres. Lo concreto es que aquí hay tres grupos con objetivos bien diferentes–accionistas, trabajadores, y políticos–y no es obvio que esta diversidad sea conveniente.
Para el representante de Baja Sajonia (que es esencialmente un político), puede ser más importante preservar el número de empleos en su territorio que introducir cambios necesarios si estos van acompañados de despidos. (Un dato relevante: Toyota, que produce el mismo número de vehículos que VW–10 millones al año—tiene una fuerza laboral igual al 60% de la que tiene VW).
Por otro lado, uno esperaría que los accionistas principales tuvieran una mirada de largo plazo orientada a la sobrevivencia de la empresa; sin embargo, las familias Porsche y Piech, muchas veces han privilegiado al vínculo familiar más que al talento al momento de nombrar directores.
No está claro todavía cuanto tiempo llevaba VW haciendo trampa en los tests de gases, ni tampoco la responsabilidad que le cupo al directorio–individual o colectivamente–en este fiasco. Sabían? Y si sabían, desde cuándo sabían? Y si no sabían, por qué no sabían? Hicieron las preguntas correctas? (Es preferible hacer preguntas desagradables a puertas cerradas que tener que dar explicaciones incómodas en forma pública después.) Sospechaban algo? Debieron haber sospechado?
Independiente de cual sea la respuesta frente a estas conjeturas, una cosa es evidente: el directorio de VW no funcionó bien. Hay aquí alguna lección para Chile? Habrá alguna firma chilena (con presencia bursátil, familiar, privada, o estatal) que pudiera sacar alguna lección de la desafortunada experiencia de VW?