Por Andrea Velásquez | Twitter: @a_velasquezg
El pasado 9 de octubre, Claudia Goldin, profesora de economía de Harvard, fue galardonada con el premio Nobel de Economía. Con el riesgo a sonar repetitiva, quisiera aprovechar este espacio para sumarme a la celebración de este reconocimiento. Es importante recordar que este es solo el tercer Premio Nobel de Economía otorgado a una mujer, y el primero a una mujer en solitario. Claudia Goldin fue reconocida por su innovadora investigación sobre las diferencias de género en el mercado laboral a lo largo de la historia.
Su trabajo es pionero en estudiar el mercado laboral de las mujeres. En una entrevista reciente, mencionó que, al iniciar su investigación en este tema, se dio cuenta que la mayoría de los estudios se centraban en analizar el mercado laboral de hombres y niños, relegando por completo el papel de las mujeres. Claudia, que desde niña había querido ser una detective, ha encontrado respuestas indagando en datos históricos, y es ese trabajo minucioso de detective el que ahora nos permite entender mejor los factores que explican la desigualdad de género en el mercado laboral y los retos que enfrentamos para disminuir las brechas laborales que aún persisten. En las siguientes secciones de esta entrada, ofreceré un breve resumen de algunas de sus contribuciones, basándome en los documentos del Comité del Nobel, así como discusiones sobre implicaciones de políticas públicas.
Curva en Forma de U
Una de las principales contribuciones de Claudia Goldin fue demostrar que en los últimos 200 años la participación laboral de las mujeres ha seguido una curva en forma de U, con mayor participación antes de la Revolución Industrial, seguida de una caída durante la industrialización, y una nueva tendencia positiva a partir de comienzos del siglo XX. Aunque Goldin se concentra en el caso estadounidense, esta dinámica también se ha encontrado para otros países.[1] ¿Qué explica esta curva en forma de U? Usando datos históricos, Goldin demostró que la mayor participación laboral de la mujer antes de la Revolución Industrial es explicada por su trabajo en el sector agrícola, y en sectores que le permitían trabajar desde casa. Con la industrialización el trabajo desde casa y combinar el trabajo con el cuidado de los hijos se dificulta para las mujeres lo que explica su menor participación en la fuerza de trabajo. Este hallazgo fue sumamente innovador porque hasta ese momento se creía que a mayor crecimiento económico la participación laboral de la mujer aumentaría. Sin embargo, los resultados de Goldin demuestran que esta relación no ha sido siempre positiva. Estos resultados tienen importantes implicaciones de política pública, ya que solamente incentivando crecimiento económico no podemos garantizar una mayor participación de la mujer en el mercado laboral.
Los resultados también dieron pie a nuevas preguntas. Si no es el crecimiento económico, ¿qué explica las dinámicas de la participación laboral de la mujer a lo largo de la historia? Me concentro en dos puntos que han influenciado no solo mi trabajo académico, sino también mis experiencias personales: la importancia de las expectativas, y el efecto de la maternidad en las decisiones laborales.
Expectativas
Claudia Goldin enmarca la dinámica laboral de la mujer utilizando un marco conceptual basado en la oferta y la demanda de trabajo. Este modelo es sumamente intuitivo. Cuando una persona espera ingresar al mercado laboral, decide invertir en su educación para mejorar sus perspectivas laborales. La cantidad que una persona invierte en su educación depende de las ganancias que anticipa obtener de esa inversión, es decir, sus expectativas de oportunidades en el mercado laboral. Sin embargo, para las mujeres, este cálculo no solo se basa en sus expectativas laborales, sino también en sus expectativas relacionadas con decisiones matrimoniales, de fertilidad y responsabilidades domésticas.
Hasta la década de 1970, las mujeres esperaban trabajar por un período corto antes de casarse, lo que las llevaba a invertir menos en su educación en comparación con los hombres. Aunque estas expectativas eran acertadas a principios del siglo XX, a partir de la mitad del siglo, se volvió más común que las mujeres regresaran al trabajo después de que sus hijos crecieran. Como las decisiones de inversión en educación se realizan en edades tempranas, las hijas de esta generación se encontraron con cálculos cada vez menos precisos. Esto se debió a que basaban sus cálculos en información incompleta sobre las trayectorias laborales de generaciones anteriores.
No fue sino hasta la década de 1970 que las expectativas de las mujeres comenzaron a coincidir de manera más precisa con la realidad de sus oportunidades laborales. Este cambio en las expectativas laborales, junto con la introducción de la píldora anticonceptiva, marcó lo que Goldin denomina «la fase revolucionaria» o «la revolución tranquila». A partir de ese momento, las mujeres empezaron a invertir más en su educación y a posponer las decisiones matrimoniales y de fertilidad.
Implicaciones de política publica
Desde el punto de vista de políticas públicas, resulta fundamental entender cómo se forman estas expectativas y cómo pueden ser influenciadas a través de programas públicos. Estos hallazgos han servido de inspiración para una amplia serie de investigaciones orientadas a entender cómo la exposición a modelos femeninos en, por ejemplo, cargos políticos, profesiones en el sector de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas, o a mujeres con bajas tasas de fertilidad, puede incidir en las aspiraciones, y elecciones educativas y de fertilidad de mujeres jóvenes.
Por otro lado, existe una considerable cantidad de evidencia que ha documentado el impacto del acceso a métodos anticonceptivos en las decisiones laborales y el bienestar económico de las mujeres en diversos países de la región, incluyendo Chile, y Colombia.
Maternidad
Fuente: https://www.nobelprize.org/
A pesar del incremento en la participación laboral de las mujeres y de la disminución en las tasas de fertilidad, las brechas salariales entre hombres y mujeres han persistido, manteniéndose en un promedio del 10 al 20 por ciento en países de altos ingresos y aproximadamente en un 20 por ciento en la región de América Latina y el Caribe. El trabajo de Goldin también ha contribuido a comprender las razones detrás de esta persistente brecha salarial, y una de las respuestas clave es la maternidad.
En el caso de Estados Unidos, Goldin documenta que, aunque hombres y mujeres comienzan sus carreras laborales con salarios similares, tras el nacimiento del primer hijo, la tendencia cambia drásticamente. Los salarios de las mujeres no solo disminuyen, sino que dejan de crecer al mismo ritmo que los de los hombres. Estos resultados han sido replicados en diferentes países, incluyendo Colombia.
Los determinantes de esta “penalidad por maternidad” (“child penalty”) pueden ser explicados, a grandes rasgos, por dos factores principales: mercados laborales poco flexibles, y el mayor tiempo que asignan las mujeres a tareas del hogar. Iregui-Bohorquez, et. al (2021) proporciona una revisión detallada de la literatura sobre esta penalidad en Colombia. Las autoras muestran, por ejemplo, que en Colombia las mujeres son responsables del 63% del cuidado a niños y adultos mayores. Además, tener hijos en Colombia aumenta la carga de trabajo doméstico, independientemente de si las mujeres ya tienen un empleo a tiempo completo, lo que dificulta su capacidad para mejorar su posición en el mercado laboral (Olarte y Peña, 2010).
Implicaciones de política publica
Desde la perspectiva de políticas públicas, es fundamental comprender los factores que influyen en la «penalidad por maternidad», ya que estos pueden variar significativamente dependiendo del contexto donde se estudien. En general, la revisión de la literatura resalta la importancia de complementar las políticas de licencia de maternidad y paternidad con cambios en las normas sociales que fomenten e incrementen la participación masculina en las responsabilidades y tareas del hogar, así como en el cuidado de los hijos.
Para concluir, quisiera destacar que además de sus importantes contribuciones al entendimiento de la evolución del mercado laboral de las mujeres, Claudia Goldin ha desempeñado un papel fundamental en la creación de oportunidades para las mujeres en la profesión. Algunas de sus iniciativas se detallan específicamente en este blog.
El trabajo de Claudia Goldin como mentora y académica es una fuente de inspiración para muchos de nosotros. Espero que, al igual que yo, muchos continúen celebrando su Nobel y que este reconocimiento siga siendo una fuente de motivación para seguir trabajando en pro de una mayor igualdad de género, tanto en el ámbito laboral como en el hogar.
[1] Iregui-Bohorquez, et. al (2021) describe las etapas que determinan la forma de U del caso estadounidense para el caso colombiano.