Este martes 8 de marzo tendremos un nuevo Día Internacional de la Mujer. Se trata de una fecha para recordar una tarea pendiente: las diferencias de género son tremendamente injustas y en buena medida injustificables. Limitan varios funcionamientos de la sociedad y el potencial de nuestras economías. Tomar conciencia del problema, y discutirlo públicamente, es un paso previo a la tarea de tomar acción para construir sociedades con mejor espacio para todos. Y esa tarea que beneficia a todos, es de todos, no solo para la mitad de la población.
Con la intención de aportar en esa discusión pública, junto a Josefina Miró Quesada hemos escrito “Ser Mujer en el Perú. Dónde estamos y a dónde vamos” (Editorial Planeta). Ahí documentamos diversos ámbitos en los que hombres y mujeres interactuamos en desiguales condiciones. Gran parte de la evidencia que ahí citamos se ha construido con información peruana, pero buena parte también proviene de la literatura internacional. Es que este es un problema compartido, en mayor o menor medida, por casi todos los países del globo. En tal sentido, el libro puede ser leído mutatis mutandis, al menos, para los países que se discuten en el blog de Foco Económico.
A continuación, un breve esquema del libro, con algunos apuntes que provienen de la literatura que ahí discutimos.
Comenzamos con la violencia como la expresión más mediática y repudiable del problema de género de nuestras sociedades, argumentando que un elemento subyacente a ella es la diferencia de poder entre hombres y mujeres. Presentamos la evolución de años recientes de los reportes de violencia hechos por las víctimas o sus familiares, pero nos aproximamos también a la medida de los casos de violencia no reportados, que aún son mayoría. De hecho, nuestra estimación indica que por cada hecho violento reportado hay tres que quedan sin reportar. Una razón importante que podría estar detrás de esto es que el perpetrador es generalmente un miembro del hogar.
En el segundo capítulo nos enfocamos en el mundo del trabajo. Este ámbito es claramente de central importancia pues ahí se generan alrededor de tres cuartos de los recursos de las familias. La desigualdad en el acceso a los recursos generados por el trabajo es enorme: la masa salarial generada por hombres duplica a la masa salarial generada por mujeres, y esto ha cambiado muy poco en las últimas dos décadas. Después de documentar estas disparidades exploramos algunos factores que podrían explicarlas. Entre ellos resaltamos la educación, las labores domésticas y los sesgos inconscientes. Sobre este último factor ahondamos en un listado amplio de ejemplos locales e internacionales, los otros dos factores son discutidos en detalle en otros capítulos.
Luego analizamos la educación, comenzando por la constatación de un fenómeno que parece paradójico: hace algunos años ya se ha revertido la brecha de género en la escolaridad. Hoy en día egresan más mujeres que hombres de los campus universitarios. ¿Cómo se explica, entonces, que las mujeres de estas nuevas generaciones siguen percibiendo salarios inferiores a los de los hombres? Una parte de la explicación que pertenece al mundo educativo corresponde a la elección de carreras pues todavía existe una alta segregación: las carreras de ciencia, tecnología, ingeniería y matemáticas son predominantemente masculinas; las de humanidades y las vinculadas al cuidado, femeninas. Esta segregación, a su vez, es resultado de diferencias de género en habilidades matemáticas que no existían al inicio de la vida escolar pero se manifiestan de forma muy marcada al final de la primaria. Para esto hay un rol muy importante del cuerpo docente (que es mayoritariamente femenino) y el trabajo con enfoque de género que permita una mejor convivencia sin sesgos ni estereotipos.
En el capítulo que sigue analizamos el sistema de justicia, ahí donde los delitos deberían condenarse de forma tal que la sociedad aprenda de sus errores y avance en una mejor senda. Lamentablemente tal sistema no funciona así desde hace mucho tiempo, y la precariedad afecta desproporcionadamente a las mujeres. Esto sucede en el acceso a la justicia en general, pero de manera muy dramática en el acceso a la justicia vinculada a la violencia de género que documentamos en el primer capítulo. Aquí confluyen varios factores culturales (normas, estereotipos, expectativas, etc.) que hacen que la igualdad ante la ley sea una quimera, pues resulta difícil conseguir una igualdad frente al propio funcionamiento del sistema.
Luego presentamos un capítulo dedicado a analizar los hogares, documentando que se trata de un espacio tremendamente desigual que impone desigualdades de oportunidades en otros ámbitos. La desigualdad es tal que las mujeres, en promedio, se encargan de 80% del trabajo doméstico no remunerado de sus hogares. Esto se traduce en poco más de dos jornadas de trabajo por semana. Las mujeres, antes de cruzar las puertas de su casa, salen con una desigualdad de oportunidades frente a sus pares hombres, de ese tamaño. Esto luego se traduce en desigualdades de resultados en múltiples otros ámbitos.
Los factores detrás de las desigualdades también se retroalimentan entre sí. Un ejemplo claro de ello está justamente entre la distribución del trabajo doméstico y la capacidad de generación de ingresos de los hogares. Para un hogar típico del país, de cada cuatro soles en sus ingresos, dos provienen del trabajo de los hombres, uno proviene del trabajo de las mujeres y uno proviene de rentas y transferencias (alquileres de propiedades, recursos recibidos de terceros, sean estos públicos o privados). La capacidad de generación de recursos monetarios y la distribución de recursos en actividades no remuneradas van de la mano.
En el capítulo sexto prestamos atención a la participación femenina en la política. Comenzamos analizando la ley de cuotas en el Perú, en el marco de leyes similares en el mundo, reconociendo que se trata de un primer paso que necesita acompañamientos en etapas siguientes del quehacer político para que la competencia se pueda dar en condiciones menos desiguales. La presencia de mujeres en la política puede tener impactos en el corto, mediano y especialmente en el largo plazo, pues la visibilidad de mujeres líderes puede impulsar a más niñas a que no limiten sus sueños.
Cerramos con un capítulo analizando la pandemia del Covid-19. Uno de los principales mecanismos para hacer frente al virus era quedarnos en casa y desde ahí trabajar, estudiar y seguir con todo lo que hacíamos en casa en el pasado. Pero, como se documentó previamente, esa casa en la que tuvimos que quedarnos ya era un espacio de grandes desigualdades. Así, las desigualdades se exacerbaron de una manera que aún no hemos terminado de documentar ni comprender. Más investigación sobre esto seguramente aparecerá en los años siguientes.
Como puede notarse, las desigualdades basadas en género son múltiples e interrelacionadas. Combatirlas requiere acciones coordinadas de largo plazo. En el libro presentamos también algunas propuestas de políticas que podrían ser útiles, reconociendo, sin embargo, que no hay soluciones sencillas. Espero que esta breve presentación sirva como invitación a una lectura más detallada del libro. Esta puede ser una buena manera de conmemorar.