El desayuno debe haber sido saludable el Viernes Santo en el barrio alto. Fruta, pan integral y palta, más jugo natural. Lo recomendado luego del ejercicio matinal. Ojalá toda la población pudiese seguir ese ejemplo: dieta y actividad para evitar las enfermedades crónicas no transmisibles (ECNT) como la hipertensión, diabetes y obesidad. De ahí al helicóptero. ¿Cuarentena? Para el resto, no para mí. En la costa central esperan quienes mantienen la nave y ayudan con la casa en la playa. Los costos de la vida en la exclusiva zona del aterrizaje son altos, por lo que seguro ellos viven en las más modestas comunas aledañas de Cabildo, La Ligua o Puchuncaví (pobreza 30 veces la de Vitacura, Las Condes y Lo Barnechea).
La evidencia de la letalidad del coronavirus se acumula y no es auspiciosa. Mientras el mundo ha puesto el énfasis en la importancia de crear un muro de contención para diluir los efectos, el análisis de fallecidos demuestra el peligro que enfrentan las personas con ECNT. Estudios en China y Corea indican que 48% de los muertos por covid-19 era hipertenso, en EE.UU. un 55% y en Italia un 76%. En el caso de diabetes y obesidad, cerca del 35% y 25%, respectivamente. Entonces, no solo la disponibilidad inmediata de un respirador (un preciado tesoro) podría salvar la vida de un enfermo, sino también años de inversión en salud (chequeos, dieta y ejercicio) para evitar condiciones que faciliten complicaciones del virus.
Ante esta realidad, lo civilizado es esforzarse al máximo para reducir el contagio, particularmente en los grupos de mayor riesgo. Sabemos que la edad es un factor y debemos agregar la pobreza. ¿Cómo así? Es que a menor nivel de ingreso, mayor es la presencia de ECNT. ¿Por qué? Producto de las permanentes brechas de factores económicos y sociales que determinan la salud de los más vulnerables. Es lo que el Nobel de Economía Angus Deaton llamó la acumulación de desventajas. Chile es un ejemplo: El 5% de las comunas más pobres tiene 12% (15%) mayor prevalencia de hipertensión (diabetes) que el 5% de las ricas (2017). En Vitacura la obesidad llega al 16%, en Lo Espejo al 34% (2016). ¿Consecuencia? Si el distanciamiento social se toma a la chacota, el número de muertes debería escalar impulsado por los más pobres. Una razón adicional para actuar.
Evadir una cuarentena es un delito, pero hacerlo en helicóptero a Zapallar es una criminal idiotez. Los tripulantes pusieron en riesgo a una población con servicios de salud precarios y con preexistencias que multiplican la fatalidad en caso de contagio (Cabildo tiene el doble de prevalencia en hipertensión que Providencia; La Ligua, el doble de obesidad que Vitacura; Puchuncaví, el doble de diabetes que Las Condes). En estas condiciones, un simple contacto puede desencadenar la tragedia. Pero la estupidez no termina ahí. Con su condenable acción, en vez de ser modelos a seguir, ejemplos de cómo el progreso económico reduce brechas individuales y colectivas en salud, los pasajeros se autoinfligieron daño. Se transformaron en símbolos de quienes ven a la élite como un virus a combatir. (El Mercurio)