¿A cuánto debiera subir el salario mínimo desde los 183 mil pesos actuales? ¿A 193 mil pesos mensuales, como propone el gobierno? ¿A 200 mil pesos, como postulan varios parlamentarios de oposición y de gobierno? ¿O a 250 mil pesos como quiere la CUT?
Quienes critican al gobierno, afirman que con 183 mil pesos no se cubren las necesidades básicas de una familia típica chilena. «¿Qué persona de buen corazón puede negarse a subir el salario mínimo en apenas 17 mil pesos para llegar a los 200 mil pesos mensuales?» agregan. Un salario mínimo de 200 mil pesos es un primer paso, concluyen, para cerrar la brecha impresentable que existe entre quienes ganan más y quienes ganan menos en nuestro país.
Quienes apoyan al gobierno, en cambio, responden que es populista e irresponsable subir el salario mínimo más allá de las ganancias de productividad. Incrementos adicionales, dicen, afectan las posibilidades de encontrar empleo para trabajadores jóvenes y poco calificados, especialmente en el escenario probable en que los problemas europeos afecten a Chile en un futuro cercano.
Dos visiones opuestas
La postura del gobierno nace de suponer un mercado laboral competitivo, en que los salarios de un trabajador reflejan su productividad. En este contexto, tener un salario mínimo solo puede ser fuente de problemas, ya que su único efecto es dejar sin trabajo a trabajadores cuya productividad está por debajo del salario mínimo. La izquierda tradicional, en cambio, ve la fijación del salario mínimo como una decisión política, donde la derecha defiende a los capitalistas y la izquierda a los trabajadores, y la disputa es sobre cómo se reparte la torta entre unos y otros.
Una tercera opción
Existe una visión intermedia, que se deriva de varios trabajos publicados durante las últimas dos décadas. Esta visión sugiere la existencia de un rango donde variaciones del salario mínimo no afectan significativamente el empleo al mismo tiempo que mejoran los salarios de los trabajadores
menos calificados. Una posible explicación para la existencia de este rango es la falta de competencia (entre empleadores) en ciertos segmentos del mercado laboral.
Dentro del rango de valores para el salario mínimo recién mencionado, parece razonable que prime la visión de izquierda, de modo que se elija el salario más alto en este rango. De esta manera se favorece al máximo a los trabajadores de menores ingresos.
Por sobre este rango, sin embargo, vale el argumento de la derecha ya que aquí incrementos del salario mínimo llevan a más desempleo. Quienes quieren una distribución más equitativa deben reconocer las limitaciones que tiene utilizar el salario mínimo para lograr este objetivo y recurrir
a otras políticas, como un incremento de impuestos combinado con mayores transferencias para los sectores más pobres.
El desafío, entonces, es determinar cuál es el rango donde el salario mínimo no aumenta el desempleo. Si el rango va de los 190 a los 200 mil pesos, el salario mínimo debiera ser de 200 mil pesos y el presidente de RN no debió ceder ante el gobierno. En cambio, si el rango va de los 183
a los 193 mil pesos, la propuesta del gobierno es la correcta y debemos aplaudir al Ministro de Hacienda por perseverar en su propuesta. Y si el rango va de los 225 a los 250 mil pesos, quien tiene razón es el máximo dirigente de la CUT, ya que en este caso es impresentable tener un salario
mínimo inferior a los 250 mil pesos.
¿Dónde está el rango?
No conozco ningún trabajo reciente que permita responder hasta dónde puede subir el salario mínimo actual sin afectar el empleo. El último trabajo útil para estos efectos data de hace casi una década y fue preparado por Kevin Cowan, Alejandro Micco, Alejandra Mizala, Carmen Pagés y Pilar Romaguera (CMMPR).
Este trabajo se propuso entender por qué el desempleo se duplicó luego de la crisis del sudeste asiático a fines de los 90 y por qué la recuperación del empleo que siguió fue tan lenta. Tomó casi una década regresar a los niveles de desempleo anteriores a la crisis y muchas familias, sobre todo de trabajadores con bajos niveles de educación, lo pasaron muy mal.
Una de las conclusiones del trabajo de CMMPR es que un factor importante para explicar por qué el desempleo se duplicó en 1999 y luego cayó muy lentamente, fue la aprobación por parte del Congreso, justo antes de la crisis del sudeste asiático, de incrementos anuales del salario mínimo de 10%, por tres años consecutivos. Producto de esta decisión, el año 2001 el salario mínimo se encontraba claramente por sobre el rango de valores donde no afecta el empleo.
Teniendo en cuenta lo anterior, en un momento el gobierno de Lagos se jugó por congelar el salario mínimo y así acelerar la recuperación del empleo. La iniciativa iba bien encaminada, hasta que Joaquín Lavín, en aquel entonces principal líder de la Alianza, junto a la Iglesia Católica, se opusieron a esta iniciativa. El costo político de seguir adelante con la iniciativa se tornó demasiado alto y fue asi como muchos chilenos, sobre todo jóvenes y con poca educación, vieron frustrados sus deseos de encontrar trabajo por varios años.
Nueva institucionalidad
El gobierno de Piñera propuso crear un consejo técnico que decida los aumentos del salario mínimo basado en incrementos de productividad e inflación. A la luz de la discusión de esta columna, este mandato parece muy restrictivo.
Mejor es un mandato para determinar el rango de valores del salario mínimo que no impactan negativamente sobre el empleo. La tarea no será fácil, pero vale la pena enfrentar el desafío. Tener una estimación para este rango facilitará un proceso de fijación del salario mínimo más informado y menos ideologizado. Después de todo, es probable que la inmensa mayoría de los parlamentarios (y la ciudadanía) coincidan con el objetivo de tener un salario mínimo lo más alto posible en la medida que no cauce desempleo.
El gobierno también propuso que el salario mínimo varíe con el ciclo económico, creciendo más rápido en tiempos de bonanza, creciendo más lento durante recesiones. Esta propuesta fue hecha con poca prolijidad y no prosperó. Cabe notar que una propuesta de este tipo es consistente con el objetivo sugerido en esta columna, pues el rango de valores en que el salario mínimo no afecta el empleo cae, a veces fuertemente, durante las recesiones.
Conclusión
Ni el gobierno ni la oposición han sido serios en la discusión del salario mínimo de las últimas semanas. El gobierno, porque no ha entregado estimaciones de cuánto subiría el desempleo si el salario mínimo crece más allá del valor que propuso. La oposición, porque no ha aportado antecedente alguno que permita descartar la repetición del grave error que se cometió fijando un salario mínimo muy alto justo antes de la crisis de fines de los noventa.
La buena noticia es que existe un criterio para determinar el salario mínimo que constituye un lugar de encuentro para quienes hoy no logran ponerse de acuerdo.
El sector sindical, empresarial y gubernamental siempre quedan satisfechos con el salario que fijan pero no los trabajadores. Pasan los gobiernos y los salarios son cada vez más mínimos.