¿Cómo podemos gestionar el mediocre crecimiento económico de América Latina y sus problemas de desigualdad? ¿Qué hacer con la falta de confianza en las instituciones y el aumento del populismo?
Para responder algunas de esas preguntas, Andrés Velasco, decano de la Escuela de Políticas Públicas de la London School of Economics and Political Science, recientemente habló en el BID como parte de los Seminarios de Investigación y Política, una nueva serie que cuenta con la participación de distinguidos oradores que trabajan en la interfaz de diseño de políticas e investigación basada en evidencia.
El profesor Velasco también se desempeñó como Ministro de Finanzas en Chile de 2006 a 2010. En un entrevista en cámara, nos habla sobre los orígenes económicos, políticos y culturales del populismo, así como sus manifestaciones en América Latina como en el mundo entero.
¿Qué es el populismo?
El populismo es un enfoque de la política que niega la complejidad del mundo. Como resultado, tiende a descalificar la legitimidad de las opiniones de los demás. Porque si el mundo es sencillo, yo tengo razón y los demás están equivocados, lo que muy pronto lleva a una erosión de los controles y equilibrios democráticos. Y es por eso que a veces el populismo es descrito como algo bueno para la democracia, un correctivo para sus fallas. Yo creo que es exactamente lo contrario. El populismo es una gran amenaza para la democracia y lo hemos visto muchas veces en América Latina. También lo vemos hoy en día en otras partes del mundo, como en Europa del Este.
¿Por qué el populismo se está extendiendo por todo el mundo, incluida América Latina?
Creo que hay un debate apasionante sobre por qué el populismo está creciendo hoy en día en todo el mundo. Algunas personas señalan causas meramente económicas. Ha habido un estancamiento en la economía en los Estados Unidos, el Reino Unido y otras economías de altos ingresos. Obviamente tuvimos una gran crisis financiera, y la percepción es que la gente perdió sus casas y los banqueros fueron rescatados, y eso en general no presagia nada bueno para la política. Hay algo de verdad en esto, pero esa no puede ser la explicación completa por varias razones. Una es que los factores culturales tienen más peso que los meramente económicos a la hora de explicar quién hizo qué y quién votó por un populista. En segundo lugar, porque estamos viendo populismo en economías muy exitosas en cuanto a crecimiento. Es posible que no tengan éxito en todos los aspectos, pero países como Hungría, como Turquía, han estado creciendo a un ritmo cercano al 7% anual durante una década más o menos, así que es difícil argumentar que el estancamiento económico haya generado el populismo. Por último, pero no por ello menos importante, si todo se redujera a la desigualdad y al estancamiento salarial, estaríamos observando una oleada de populismo de izquierda que quería redistribuir más. Y, por el contrario, en gran parte del mundo, incluidos los países de América Latina, estamos viendo populismo de derecha. Así que creo que la explicación no es meramente económica. Hay que considerar los problemas de confianza, el colapso total de la confianza de los votantes con respecto a las élites políticas, a las élites tradicionales, a las élites empresariales, a las élites sindicales e incluso a las élites religiosas. Y, por supuesto, cuando se pierde la confianza, es probable que la gente busque un salvador, y los políticos populistas están allí con un cartel que dice: ‘Voten por mí, yo resolveré todos los problemas’. Y no lo hacen, pero a la gente le toma tiempo darse cuenta de eso.
¿Cuáles son las consecuencias tanto en términos políticos como económicos?
En términos políticos, el populismo es a menudo, aunque no siempre, una amenaza para la democracia. Hemos visto en muchos países, por ejemplo, que se hacen cambios a las constituciones para otorgar más poder al ejecutivo; que una vez que las instituciones autónomas como la jurisdicción electoral o el tribunal constitucional, o incluso la corte suprema están repletas de aliados del gobierno se cambian las reglas del juego; las constituciones son modificadas para dar derecho al presidente en ejercicio a poder ser reelegido una y otra vez. Y en otros países del mundo, esto también ha significado una disminución de la libertad de prensa y muchas otras limitaciones a la libertad de expresión y a las libertades democráticas. Así que, desde un punto de vista económico, el populismo es malo; y desde un punto de vista político estamos aprendiendo que el populismo también es malo. Hay muchas razones para estar muy atento y entender que el populismo no solo nos genera inflación, crisis de las balanzas de pagos y todas esas cosas que los latinoamericanos conocen muy bien. También podríamos estar enfrentando – y países como Venezuela ya han enfrentado – una amenaza a las libertades democráticas.
¿Qué se puede hacer al respecto?
Como de costumbre, si el problema es complejo, la solución no va a ser sencilla. Evidentemente, hay elementos económicos. América Latina es una región que ha crecido lentamente. Creo que necesitaríamos probar otra cosa. Me interesan particularmente cosas como una política industrial moderna para desarrollar nuevos sectores y nuevas industrias. Es evidente que la desigualdad es importante, pero creo que no la hemos abordado de la manera correcta. Sigo muy convencido de que no vamos a avanzar en la lucha contra la desigualdad si, por ejemplo, no nos centramos en el empleo, en particular en el empleo de las mujeres y los jóvenes. Eso es una gran fuente de frustración, también es una gran fuente de desigualdad. Pero está claro que las soluciones no se limitan únicamente a la política. Algunas de las cuestiones son políticas y deben abordarse como tales. Hay una gran falta de confianza en las élites políticas, hasta cierto punto, porque todas las élites políticas provienen de los mismos círculos. Hay gabinetes en América Latina donde cada uno de los miembros asistieron a un manojo de escuelas privadas en la ciudad capital. Existen problemas de democracia interna en los partidos. Por ejemplo, muchos partidos son considerados con toda razón como círculos cerrados: los candidatos son nombrados a dedo en lugar de mediante procedimientos democráticos. Hay problemas de financiación de campañas que son muy grandes. Al igual que en Estados Unidos, el dinero probablemente juega un papel importante en la política. Y finalmente, pero no menos importante, la política gira en torno a narrativas, gira en torno a identidades, pero hay demasiados líderes centristas, liberales y reformistas que no han logrado comprender eso. Los hombres y las mujeres no viven solo de soluciones tecnocráticas. Necesitamos líderes reformistas que también puedan entrelazar estas reformas en una narrativa convincente y explicar a la gente por qué dichas reformas son buenas, pero este talento en particular es bastante escaso en la región hoy en día.