El año pasado, los dueños de Cornershop eran pura alegría. El cuento parecía importado de Silicon Valley, el «Disneylandia» del capitalismo digital, pero era protagonizado por dos ingenieros chilenos. Cornershop, la plataforma tecnológica que empezó a operar recién el 2015 en Chile y México, con un modesto capital inicial, estaba siendo vendida a Walmart por US$ 225 millones.
Este año, en cambio, el ambiente es otro: de funeral o al menos de accidente inesperado. La autoridad mexicana ha rechazado la operación, sin aceptar medida alguna de mitigación, a pesar de que la Fiscalía Nacional Económica chilena (FNE) la había aprobado sin condiciones.
¿Cómo se explica este abismo entre las percepciones de las autoridades de los dos países?
No es fácil saberlo. Las razones pueden ser múltiples y esto no es matemático. El mercado analizado y la regulación parecen similares en ambos países, y tanto Walmart como Cornershop ostentan posiciones de liderazgo. Walmart México, eso sí, tiene una mayor participación que su par en Chile, lo que -creo- no debiera justificar la diferencia de criterios.
Cornershop es una app que permite comprar productos de supermercados desde nuestros celulares, que son entregados en nuestras casas en alrededor de una hora, y en donde el shopper , que hace la compra por nosotros, nos puede llamar por teléfono si, por ejemplo, no encuentra paltas maduras.
Chile analizó la operación y descartó tres potenciales riesgos: que Walmart se negase a comercializar sus productos en otras plataformas distintas de Cornershop; que se restringiera el acceso a Cornershop de otros supermercados competidores de Walmart, y que Walmart accediera a información sensible de otros supermercados vía Cornershop.
Los argumentos esenciales para descartar los riesgos fueron también tres: desde antes de la operación, Walmart solo utilizaba Cornershop, y Cornershop se focalizaba en Walmart; las operaciones online de los supermercados no alcanzan al 1% de las compras en tiendas físicas y no se ven insalvables barreras de entrada y expansión para que surjan nuevas apps.
Además, la FNE se refirió al riesgo colusivo que pudiese surgir si todos los supermercados operaran bajo una misma plataforma. Si este riesgo fuese importante, sería preferible que Cornershop operara solo con Walmart y que las otras cadenas de supermercados buscaran alianzas con otras apps o montaran sus propios sistemas on demand .
La autoridad chilena expuso, y con humildad, otra razón: que estos mercados son sumamente dinámicos y que hay incertidumbre sobre su evolución. En la economía digital, nadie tiene asegurado el futuro, y la autoridad no escapa a esa realidad. Y si fuese así, ¿por qué impedir operaciones cuando la empresa comprada es aún pequeña y es incierto su futuro?
El documento mexicano, cuatro veces más extenso que el chileno, se centra en dos riesgos: el desplazamiento por parte de Walmart de competidores de Cornershop y el posible debilitamiento de los supermercados competidores de Walmart al no contar con Cornershop. Se esgrimen costos -el desarrollo del software , la confianza de los consumidores y la búsqueda de financiamiento-, como si constituyeran barreras infranqueables de entrada. No se menciona el riesgo colusivo, el dinamismo del mercado ni la incertidumbre.
La condicionada mirada de México sobre los riesgos (que supone que Cornershop es insustituible) contrasta con las referencias a los desafíos que traerá la economía digital a la libre competencia, y ahí México se explaya sobre los mercados de dos lados, las plataformas, los algoritmos, el crowdfunding (financiación de masas), las economías de redes, etc.
La economía digital y su impacto en la libre competencia es un tema en boga en el mundo entero. Una noticia en desarrollo. Si bien la economía digital es un catalizador de prosperidad e innovación, está dibujando un nuevo mapa del poder económico. Se teme que las herramientas reguladoras que hoy buscan garantizar la libre competencia podrían ser insuficientes para enfrentar la voracidad de Amazon, Apple, Facebook, Google y Microsoft.
El caso Google Search, de la Comisión Europea, o de Facebook, de la autoridad alemana, desafían el enfoque economicista del bienestar del consumidor y su cuantificación en los precios, que ha imperado desde la década del setenta. Incluso han surgido sectores académicos y políticos en Estados Unidos que claman por un control más severo sobre las empresas digitales.
El nuevo enfoque, con una mirada más estructural y cualitativa del mercado, que conecta con la privacidad de la información, va a implicar fricciones no vistas hasta ahora entre distintas jurisdicciones.
Estas nuevas aguas sobre las que se navegará van a requerir templanza y sensibilidad, tanto de parte de las autoridades como de las empresas, para saber cuándo un caso concreto que se analiza amerita una excursión a nuevos territorios y para entender el rol de un país pequeño frente a empresas digitales globales.
En el caso Cornershop, México utilizó una visión de economía digital para analizar un negocio básicamente tradicional, como el de los supermercados. Como si Walmart fuese el hermano menor de Amazon y Cornershop el futuro nieto de Google. En cambio, Chile aplicó los estándares tradicionales para una operación de concentración vertical y mostró prudencia frente al componente tecnológico.
Eso explicaría, a mi juicio, el abismo entre la autoridad chilena y mexicana.