Memorias y desmemorias de PPK

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«Todos queremos olvidar algo, así que contamos historias. Es más fácil de esa manera.»

—A. Kurosawa, Rashōmon

PPK es un hombre de muchos talentos.  Uno de ellos, que yo no conocía, es el de narrador.  Sus recientemente publicadas memorias (Tarea incompleta: Una memoria 19382023, Pedro Pablo Kuczynski, Editorial Aguilar, 2023) se leen de un tirón.

En retrospectiva, no es sorprendente que PPK sea un excelente narrador.  Su principal talento, el de financista de grandes proyectos de inversión en minas y energía, ha requerido de su capacidad para hablar, por así decirlo, en su propio idioma con inversionistas, banqueros, políticos, tiranos, funcionarios y aventureros, convencerlos e ilusionarlos.

Las páginas iniciales de Tarea incompleta están dedicadas a la infancia y la educación de PPK.  Son en sí entretenidas, con un reparto de caracteres que incluye un cameo de su primo, Jean-Luc Godard.  Pero el grueso del libro está dedicado a la carrera de PPK como funcionario de organismos internacionales y como financista internacional, y a su carrera como funcionario público y político peruano, ambas carreras entrelazadas y solapadas, hasta el conflictivo final de su presidencia.

La narración de los ciclos de las finanzas internacionales desde los 1960 hasta inicios de este siglo es uno de los aspectos más valiosos del libro.  Las nacionalizaciones de los sesenta, a veces empujadas por el Banco Mundial, la colocación de los superávits de los países petroleros en los setenta, la subsecuente crisis de deuda soberana de los ochenta, y las olas de privatizaciones posteriores son relatadas con la perspicacia y conocimiento de un exitoso observador participante que anticipa en varias ocasiones los movimientos de origen político del ciclo.  Algunos de los capítulos correspondientes pueden ser utilizados en cursos de finanzas internacionales, con mucho provecho.

Otro aspecto valioso del libro es la descripción de la actividad de PPK como ministro en las administraciones de Fernando Belaúnde (1963—1968, 1980—1985) y en particular en la administración de Alejandro Toledo (2001—2006), en la que llegó a ser primer ministro.  Más que durante su propia presidencia, envuelta en un conflicto de poderes de estado de principio a fin, la influencia de PPK en la política económica del Perú fue mayor durante la presidencia de Toledo.  PPK describe con orgullo lo realizado en este período, en particular la reforma del sistema de pensiones, el mejoramiento de la infraestructura portuaria y de carreteras, y el acuerdo de libre comercio con los Estados Unidos.

PPK fue un funcionario pragmático, más allá de las apariencias; podía estar a favor de un mayor déficit fiscal a inicios del gobierno de Toledo, a pesar de las recetas del Fondo Monetario Internacional, podía reconocer que algunas empresas públicas, como las eléctricas, estaban bien administradas en el Perú, y podía recomendar la planificación central en temas de salud y saneamiento. 

Es trágico que el recuerdo de las administraciones de Toledo, Alan García II (2006—2011) y Ollanta Humala (2011—2016), el período más largo de la historia del Perú con sufragio universal y efectivo y transmisión pacífica del poder entre rivales políticos, y también un período de estabilidad monetaria y fiscal y la promesa de cierta prosperidad, haya sido empañado por el escándalo provocado por la revelación de la extensa red de sobornos y contribuciones de campaña y otros gastos de influencia de la empresa brasileña Odebrecht.  Hubo en esas administraciones, en sus mejores momentos, un esfuerzo importante por construir una economía de mercado y una sociedad más inclusiva, a pesar de la debilidad institucional y la acrimonia del debate entre opciones partidarias a veces con minúsculas diferencias de ideas.

A pesar de sus múltiples talentos, PPK parece tener un punto ciego respecto de sí mismo.   Como narra PPK, en su carrera como funcionario de organismos internacionales, y luego como representante de grandes empresas mineras, tuvo que viajar a diversos países del Caribe y África, en particular Guinea, en donde regentó una enorme mina de bauxita y tuvo que negociar con dictadores sucesivos y sus desafortunados ministros.  Páginas después, describiendo a un representante de la Shell en el Perú, PPK se queja de las actitudes de funcionario colonial de éste.  Esto resulta, sin quererlo, irónico, dado que la descripción del paso de PPK por Guinea revela que nuestro autor fue, básicamente, un funcionario colonial.  

De manera similar, PPK describe con sagacidad la ética, o la falta de esta, de otros operadores políticos y financieros; hay, por ejemplo, unas divertidas pinceladas acerca de un exmonje budista dedicado a las finanzas. Sin embargo, en la descripción de sus propias actividades de influencia política y de finanzas, PPK atribuye a la viveza lo que en otros podría atribuir a la falta de escrúpulos. 

El aparente punto ciego de PPK se manifiesta también en su actividad política y administrativa.  El primer soborno importante de Odebrecht lo negoció el presidente Toledo, a su propio favor, cuando PPK era ministro de economía; PPK le dedica un pie de página para apuntar que los ministros no estuvieron enterados.  También cree que la contribución presuntamente recibida por la coordinadora de la primera campaña presidencial (2011) de PPK por parte de Odebrecht «es un cuentazo».  Menciona de paso la desaparición de candidaturas rivales en su segunda (y eventualmente exitosa) campaña del 2016 a través de maniobras legales, presuntamente orquestadas por operadores vinculados a la campaña de PPK, como un hecho fortuito.

¿Por qué buscó PPK la presidencia de la república, a una edad tardía, habiendo obtenido honores, dinero y éxitos profesionales a lo largo de muchos años? Si la lectura del libro ofrece una clave, fue una mezcla de deseo de servicio y vanidad, el punto ciego con respecto de sus reales habilidades como político y al lastre acumulado durante años de carreras entrelazadas de político, funcionario y financista. El propio PPK lamenta no haberse retirado de la actividad política al final de la administración de Toledo.

La presidencia inconclusa de PPK, del 2016 al 2018, fue el escenario de un choque de trenes entre el ejecutivo y el legislativo.  PPK ganó la presidencia por un margen electoral mínimo, pero debido a las peculiaridades del sistema político peruano, su derrotada rival, Keiko Fujimori, dispuso de una amplia y beligerante mayoría en el Congreso.  La mayoría parlamentaria, orquestada por Keiko, se empeñó en descarrilar la administración.  Desde la presidencia, PPK respondió con ingenuidad y vacilación.   El predecible resultado (ver por ejemplo mi post del 2016, https://nadaesgratis.es/admin/pleito-de-poderes-en-el-peru) fue un desastre para ambos bandos.  PPK renunció el 2018, anticipando la vacancia presidencial que el Congreso estaba a punto de declarar.  Un año y medio después, el Congreso fue disuelto por el sucesor de PPK, con la prohibición a los excongresistas de presentarse de nuevo al parlamento.

PPK está desde 2019 bajo arresto domiciliario, en tanto que Keiko ha estado en varias oportunidades en prisión desde entonces, en ambos casos bajo la figura de prisión preventiva y por acusaciones vinculadas a las revelaciones de los gastos de influencia de Odebrecht. La prisión preventiva permite a jueces y fiscales privar de libertad a los acusados sin que medie sentencia; a PPK le recuerda esa escena de Alicia en el País de las Maravillas en la que la reina ordena al juez, «¡No, no, primero la cárcel y después la sentencia!».

El libro culmina con un catálogo de grandes proyectos de inversión pendientes.  PPK vuelve a ponerse el sombrero del financista, quien se imagina el desarrollo económico como equivalente con la construcción y puesta en marcha de grandes proyectos, presumiblemente con inversión pública y financiamiento internacional, en infraestructura y minería.  Señala además las tareas pendientes en salud, en educación y en agua, un tema vital para el Perú dado el desafío del cambio climático. 

Recordando un libro admirable del PPK de hace décadas, el post mortem de otra administración inconclusa (Democracia bajo presión económica, Pedro Pablo Kuczynski, Mosca Azul, 1980), hubiera sido útil escuchar algo más de reflexión acerca de cambios institucionales para evitar el desastroso destino de su administración.  A un lustro de la renuncia presidencial, el Perú sigue dando tumbos, con gobiernos fugaces de dudosa legitimidad, poniendo en peligro el crecimiento y la estabilidad macroeconómica logradas con el esfuerzo de muchos, y con los aciertos y errores, los toques de genialidad y las humanas debilidades de personajes como PPK.


[1] Agradezco, sin implicarlos, los comentarios y discusión de Susan Parker, Roberto Chang, Armando Morales, Norman Loayza, Gonzalo Pastor, Rita Mesías, Mario Mansilla, Gonzalo Salinas y Rafael Cortez.