Gratitud

¿Hay fundamento económico para la gratitud? Para abordar esta pregunta, conviene recordar que la vida humana es un ciclo: empieza, se desarrolla y termina. Los modelos macroeconómicos requieren diversos supuestos para encontrar el equilibrio en estado estacionario; en esos supuestos, se especifica que unos agentes llegan y otros se van [1]. Artísticamente, en las cuatro pinturas alegóricas del norteamericano Thomas Cole con el rótulo «El viaje de la vida», se aprecia a un diminuto personaje en el marco de paisajes que representan distintos estados de su existencia terrena: desde bebé hasta anciano. Filósofos, economistas y artistas han meditado sobre las implicancias del ciclo vital y han plasmado sus conclusiones en diversas obras y recomendaciones de política.

En ese ciclo de vida, podemos entender la gratitud como actitud necesaria para funcionar económicamente y, de manera más general, para aspirar a la felicidad. Desde la perspectiva de cada individuo que habita la tierra, en su ciclo de vida hay momentos deficitarios y superavitarios. Nadie nace con autosuficiencia inmediata. El bebé requiere recibir cada cosa. El niño necesita de todo. El adolescente, si no es obligado a trabajar por las circunstancias, también carece de lo básico para subsistir. Solamente llegada la juventud, la persona empieza a valerse por sí misma en los mercados de bienes y servicios y genera valor económico que ayuda a devolver todo lo que ha recibido. Aunque una madre quizá no goza de un derecho legal de exigir a sus hijos que le retribuyan su cuidado y cariño, se sobreentiende la obligación moral de velar por el bienestar de los padres en caso de necesidad.

La gratitud puede incluso considerarse una reacción obvia en cualquier transacción económica libre. El consumidor tiene una valoración W por un bien de consumo. Al venderle al consumidor ese producto de costo C a un precio P, el ofertante le «regala» el excedente de consumidor W – P y captura una ganancia, P – C. Por tanto, el consumidor debería estar agradecido por ese regalo (W – P) totalmente gratuito. Aquellos que tienen un W – P negativo nunca compran el bien, por lo cual no tienen de qué quejarse. En este sentido, Milton Friedman aseveró que la única responsabilidad de la empresa es la maximización de ganancias [2]. Cuando su amigo William Buckley postuló que los norteamericanos debían retribuir al estado con trabajo civil como muestra de gratitud patriótica, Friedman criticó severamente esa propuesta [3]. Aunque esa visión de la gratitud por el funcionamiento de los mercados puede ser extrema, el estudio de la superabundancia de recursos en el mundo a precios cada vez más bajos [4] confirma que ha habido buenas noticias respecto al desarrollo productivo de la humanidad.  En general, la visión económica de la responsabilidad social — corporativa o individual — incluye a la gratitud como un elemento clave en el desarrollo de la sociedad.

Pero en el escenario contrario, cabe preguntarse: si las cosas van mal, ¿tiene sentido mostrar gratitud? Cuando la economía no muestra signos de revitalización o se siente la amenaza de una recesión o la pobreza estructural empeora o la vida personal se complica por razones exógenas, ¿acaso no es más útil quejarse y confrontar la mediocridad con firmeza, para que los agentes económicos reaccionen, los mercados funcionen mejor y todos alcancemos un equilibrio óptimo?

En realidad, las cosas que efectivamente están mal podrían estar peor. Además, toda situación que nuestra subjetividad juzga como negativa o adversa tiene algún aspecto rescatable. ¿Nos estafaron? Sí, pero quizá no en todo. ¿La persona en que confiábamos nos mintió? Sí, pero quizá en algunas cosas dijo la verdad y en eso actuó bien. ¿Nos diagnosticaron una enfermedad grave? Sí, pero hay tratamiento y tendremos aún algo de tiempo para poner nuestros asuntos en orden. ¿Nos dejaron de lado en alguna gestión importante? Sí, pero además de privarnos del beneficio nos ahorraron el costo, así que quizá no nos perdimos mucho (P – C). Cuando consideramos todos los factores detrás de una adversidad, distinguimos una multitud de puntos en los que la gratitud por lo sucedido es la reacción racional, incluso si no logramos el resultado óptimo que anhelábamos.

Esa actitud no condona las situaciones injustas, que deben ser confrontadas con entereza, aunque también con sabiduría y compasión. La persona agradecida no es ingenua. En el Perú, la precariedad de las familias sin vínculo matrimonial establecido, el olvido sobre el interior del país, la manipulación política de las mayorías con artilugios demagógicos, la informalidad tributaria o el aprovechamiento de vacíos legales para obtener beneficios personales son problemas estructurales que ensombrecen nuestro panorama como nación, como nubarrones oscuros. A pesar de esas sombras, seamos agradecidos por los rayos de luz que sí nos llegan y hagamos de esa luz energía para intentar una pequeña mejora, cada día, hoy.

Referencias

[1] Acemoglu, Daron. 2018. Introduction to modern economic growth. Princeton University Press.

[2] Kitzmueller, Markus; Jay Shimshack. 2012. Economic perspectives on corporate social responsibility. Journal of Economic Literature 50, 51–84.

[3]  Firing line, episode S0879. Link en YouTube  

[4] Tupy, Marian; Gale Pooley. 2022. Superabundance: the story of population growth, innovation, and human flourishing on an infinitely bountiful planet. Cato Institute.

Fotos tomadas por el autor de los originales de Thomas Cole, The Voyage of Life, National Gallery of Art, Washington D.C.