Por Juan Camilo Cardenas, Universidad de Massachusetts Amherst y Universidad de los Andes, Bogotá
Sin importar tanto si nos podemos poner de acuerdo o no en que el capitalismo está en crisis o que el neoliberalismo es la mejor respuesta a los grandes problemas del mundo, el hecho es que se vienen cocinando descontentos en muchas regiones del mundo con la forma en que la economía de mercado ofrece oportunidades para todos, o que el sistema vigente puede darnos respuesta a la crisis climática, o a profundas desigualdades que generan emociones fuertes al momento de movilizarse en las calles. Con frecuencia los así llamados “estallidos sociales” que en años recientes se movilizaron en las calles en Paris, Santiago, Quito o Bogotá tuvieron pretextos o disparadores asociados a temas económicos puntuales como el cambio en un subsidio, un impuesto o una tarifa de servicios públicos, pero que desde allí llevaron a los manifestantes a traer una larga lista de mercado de reclamos hacia la economía de mercado. Estos movimientos de descontento disparados por lo económico han derivado en que movimientos políticos capitalicen esos votos tanto en la izquierda como en la derecha populistas, y en ocasiones originando preocupación por principios esenciales de la democracia liberal.
Como respuesta a estas preocupaciones y a una necesidad de al menos repensar el sistema económico predominante, un conjunto de fundaciones internacionales unieron esfuerzos para financiar investigación académica para responder a estas inquietudes. De esta manera, William and Flora Hewlett Foundation, Omidyar Network, Ford Foundation y la Open Society Foundations decidieron apoyar a universidades de diferentes hemisferios y latitudes para que se hagan estas preguntas y aporten a repensar el futuro de los sistemas económicos contemporáneos en el mundo entero.
En particular, la Fundación Ford decidió concentrarse en escuelas de economía de lo que podemos llamar el Sur Global, mientras que las demás fundaciones están apoyando a centros de investigación de relevancia en el Norte Global como MIT, Harvard, UCL, Oxford, Columbia, Howard, UC Berkeley, Johns Hopkins y el Instituto Santa Fe. Entre los miembros de la red que participamos desde el Sur Global nos encontramos El Colegio de Mexico, el Brazilian Center of Analysis and Planning (CEBRAP), el IIT Bombay, La Universidad de Witwatersrand, Johannesburg, Sur Africa, American University en el Cairo (AUC), y la Universidad de los Andes en Colombia.
En el caso Latino Americano, estos fondos de Ford nos permitirán poner en marcha lo que hemos llamado la iniciativa TREES (Teaching and Researching Equitable Economics from the South) que buscará generar estas discusiones en tres frentes complementarios y articulados entre sí. Proponer cambios en la forma como enseñamos economía y formamos a los economistas, promover investigación de punta en la frontera del conocimiento que se pueda dar desde nuestras capacidades y con nuestras redes internacionales, y tener impacto en la discusión de política pública que se pueda ver beneficiada por los desarrollos de esta iniciativa.
Informalidad desde una perspectiva de nuestros países.
En medio de esta gran iniciativa global se dio recientemente una reunión de la red en el Instituto Santa Fe en donde comenzaron unas primeras conversaciones de intercambio de ideas, preguntas y contrastes de estrategias epistemológicas que nos llevaron a una riquísima conversación que entre otras marcó diferencias interesantes en las perspectivas, urgencias, preocupaciones y prioridades de los académicos del sur global frente a aquellos del norte global. Esta división de norte vs sur globales puede ser tan problemática como aquellas de primer vs tercer mundo, o de desarrollados vs en desarrollo, o de ricos vs pobres, pero es una taxonomía que nos ha permitido entre otras agrupar inquietudes comunes, y una de ellas que marcó una parte interesante de la discusión fue la del fenómeno de la “informalidad” en las economías.
Es probable que un número importante de lectores de Foco Económico estén de acuerdo que cualquiera de las definiciones de informalidad que tenemos a la mano son limitadas, e incluso problemáticas. Si nos referimos a definiciones como las de pagar impuestos o pertenecer a alguna cámara de comercio por parte de una empresa, o la de tener aportar a que sus trabajadores estén inscritos en un sistema de seguridad social donde aportan a algún sistema de salud, pensiones o desempleo, podemos encontrar limitaciones. Para aportar a la complejidad, la llegada de las plataformas digitales para el transporte urbano, el envío de domicilios o servicios varios nos hizo aún mas difícil este reto de definir qué es formal y qué es informal hoy en nuestra economía.
Cualquiera de las definiciones que usemos hoy es problemática porque la confusión entre informalidad e ilegalidad también limita la discusión. Asociar a pequeños emprendimientos que no podrían prosperar si cumplieran con los requerimientos legales, y pretender que al hacerlos cumplir, la economía ganaría, sería, en el mejor de los casos, ingenuo. La desaparición de muchos de estos emprendimientos aumentaría el desempleo dado que las grandes empresas no podrían absorber a estos trabajadores y el sistema de seguridad social podría solo protegerlos hasta cierta medida.
Esto no quiere decir tampoco que hay que glorificar todos los emprendimientos que operan al margen de los requisitos legales, y especialmente no celebrar aquellos que pueden generar mas externalidades negativas (crimen, corrupción) que el valor agregado a la producción o el consumo que ellos aportan.
Esto me lleva al punto central de esta corta invitación a repensar el problema. Cada tipo de “informalidad” tiene asociados costos y beneficios externos para la sociedad y que debemos considerar antes de celebrar o estigmatizar la creatividad e iniciativa de esos emprendedores que con unos cuantos recursos se aventuran en una economía de mercado a producir algo que les permita sobrevivir y eventualmente florecer ante tanta competencia.
La propuesta aquí es pensar en una taxonomía mas amplia tanto de los espacios en que se pueden dar estos niveles de “informalidad” como en los aspectos positivos asociados a las relaciones de intercambio social que se dan entre tantos agentes de la economía al momento de operar en la economía de mercado que tenemos, especialmente en nuestros países que continúan manteniendo unas economías en donde se dan estos grados de informalidad.
Para sembrar unas semillas para nuestros futuros árboles en la iniciativa TREES, propongo una taxonomía mas enredada pero eventualmente mas útil para ello. En esta taxonomía podemos pensar en cada emprendimiento, del tamaño que sea, y en cómo se dan las relaciones de intercambio social al interior del mismo, y con su entorno.
El entorno interno del emprendimiento.
Pensemos entonces en tres tipos esenciales de agentes dentro del emprendimiento, a saber, accionistas, gerencia y empleados.
La relaciones de interacción entre estos tres pueden ser de muchos tipos que podríamos graduar en términos de la formalidad o informalidad entre ellas. La existencia de contratos laborales al interior del mismo emprendimiento, el grado de separación de unos y otros en las formas como se toman las decisiones, o la forma en que se da el control de unos sobre otros cumpliendo o no los requisitos de ley determinan ya de por si, el grado de informalidad. Podemos ir entonces desde casos donde hay zonas extremadamente grises de interacciones en emprendimientos familiares donde no se sabe con claridad hasta donde las relaciones familiares terminan intercediendo entre unos y otros de manera ambigua y en ocasiones con pocas claridades estatutarias y de manejo del emprendimiento. Esos grados de ambigüedad o falta de claridad pueden permitir crear valor en empresas familiares donde mecanismos como el honor, la honestidad o la confianza pueden ser valores transportados desde el ámbito familiar hacia el entorno empresarial, reduciendo así costos de transacción no despreciables de auditoría, supervisión y de contra pesos que en ocasiones las empresas requieren y que absorben valiosos recursos financieros. En otras ocasiones, esta confusión de relaciones familiares con las empresariales terminan destruyendo valor al frenar intentos de innovación y actualización al momento de transferir generacionalmente el mando de las empresas, o encubrir o ignorar dinámicas perversas, incluso deshonestas, dentro del grupo familiar y que se toleran por el cuidado del entorno familiar. Estos problemas mencionados pueden ocurrir desde el emprendimiento que opera en el primer piso del hogar familiar y donde dueños, gerencia y trabajadores son los mismos o de la misma familia nuclear, hasta grandes conglomerados económicos que han sufrido o se han beneficiado de estos valores que se transfieren desde la familia hasta la empresa.
En el caso de las relaciones con los trabajadores existen también oportunidades de generación o destrucción de valor dependiendo de la forma en cómo se da la interacción y la formalidad o informalidad en el acuerdo entre empleador y empleado. En ocasiones un contrato laboral informal con un grado alto de confianza mutua y de reciprocidad permite crear condiciones dignas para el trabajador y que le permite a ambas partes obtener algunos beneficios de corto y largo plazo como pueden ser ahorros al empresario y pagos al trabajador no registrados formalmente ante las autoridades para reducir costos para las partes, o estabilidad laboral por una relación de confianza mutua. Esta informalidad podría también crear oportunidades para el abuso, la compensación injusta y la desprotección social del trabajador principalmente en caso de un despido o la quiebra de la empresa. De nuevo, la informalidad puede crear o destruir valor en dichas relaciones, y la persistencia de arreglos institucionales por fuera del sistema formal regulado por el estado debe ser comprendida y estudiada con mayor detalle para generar mejores estrategias de creación de valor en un mercado laboral en donde existen estas diferentes formas de contratación.
El entorno externo al emprendimiento.
De la misma manera que se pueden dar diferentes formas de intercambio al interior del emprendimiento, debemos considerar las múltiples instancias en que se dan estos grados de informalidad entre la empresa y su entorno. Usualmente las empresas tienen relaciones comerciales, por llamarlo de una manera, con los siguientes agentes en la economía:
- El gobierno que regula y grava tributariamente
- Proveedores o subcontratistas que venden sus bienes y servicios a la empresa
- Entes crediticios que prestan dinero a la empres
- Clientes que compran bienes y servicios de la empresa
- Vecinos que conviven cerca a la empresa
Aquí nuevamente se pueden presentar múltiples formas de formalidad e informalidad en cada una de estas relaciones de intercambio. Con cada una de estas relaciones existe un marco regulatorio que podría o no cumplirse y que, ante estados débiles, resulta fácil evadir dichas responsabilidades o recurrir a prácticas ilegales para poder operar.
Voy a mencionar apenas algunos ejemplos para dejar sobre la mesa la multiplicidad de instancias en que podemos hablar de informalidad o formalidad en cómo opera un emprendimiento, especialmente en los sistemas económicos de nuestros países. La informalidad en las formas de contratación o de intercambio entre la empresa y su entorno puede presentar grados de informalidad que pueden crear valor a la empresa y a la sociedad, o que pueden destruirlo. Uno de los casos de destrucción de valor está representado en el fenómeno de evasión y elusión tributaria de los emprendimientos, si partimos del supuesto de que el efecto multiplicador por la financiación de bienes públicos desde la tributación es una de las mejores formas de crear valor a la sociedad y en particular para el florecimiento de los sectores empresariales.
Otro ejemplo de deterioro claro de relaciones informales estos casos se da entre los emprendedores y los entes que ofrecen crédito. Los mecanismos de préstamos informales a altísimas tasas de interés (loan sharks, o gota-a-gota) tan frecuentes en los países del sur global responden a una dinámica adaptativa del mercado y a rigideces sumadas a contextos culturales de desconfianza mutua que no permiten un acceso fácil del sector empresarial, especialmente informal, al sistema financiero formal. Sin embargo, en ocasiones los emprendedores pueden recurrir a relaciones de confianza y a su capital social para acceder a crédito que de otra manera se les negaría por parte de la banca por falta de documentación, colateral u otras formalidades y que, gracias a dicho capital social, pueden crear valor en el funcionamiento de la economía y no destruirlo. La coexistencia entonces, de sistemas de crédito informal, o incluso ilegal, con el sistema financiero formal resulta de la dinámica adaptativa de las empresas que ven con frecuencia limitaciones enormes a la posibilidad de acceder a recursos financieros necesarios para sobrevivir.
Un ejemplo mas reciente de la complejidad de estas relaciones es el de las plataformas digitales de transporte o mensajería. Con frecuencia, y por su alta visibilidad, cumplen con los requisitos de ley frente a temas tributarios y de registro comercial formal, pero también a su vez usan ambigüedades en la ley para innovar, reducir costos y crear relaciones con sus trabajadores (conductores, mensajeros) que generan preocupación por la precariedad de las condiciones de los segundos, quienes encuentran aquí una oportunidad de ingresos a pesar de la desprotección total en términos de seguridad social. Esto también se da con frecuencia cuando las empresas contratan servicios laborales con subcontratistas y se desentienden de las formas en que operan estos últimos con relación a los trabajadores que llevan a la empresa y en ocasiones bajo condiciones laborales precarias pero que le evitan a la empresa inicial altos costos laborales.
En resumen, en cada una de estas interacciones, al interior de los emprendimientos, o del mismo con su entorno con cada uno de estos posibles agentes económicos, puede incluir un grado de formalidad o informalidad que abre mucho mas el espectro no solo de posibles grados de informalidad, pero también invita a considerar que en ocasiones esa “informalidad” trae otros beneficios asociados a ahorros en costos de transacción, legales, de monitoreo o supervisión que pueden frenar el funcionamiento de nuestras economías. La construcción de buenas prácticas en la informalidad, y la eliminación de prácticas que destruyen valor deben hacer parte de la discusión de política pública para crear incentivos, reglas formales y normas sociales que permitan crear valor, relaciones justas y prácticas sostenibles en el funcionamiento contemporáneo de la economía de mercado.