Cómo se hizo rico el mundo, según Koyama y Rubin

Acabo de terminar de leer How the World Became Rich,[1] co-autoreado por Mark Koyama (mi colega en George Mason) y Jared Rubin.  Es un excelente sumario de la investigación reciente en historia económica sobre los orígenes del crecimiento económico.  Las últimas dos décadas han visto un florecimiento de esta literatura, motivada en parte por los trabajos ya clásicos desde diversas perspectivas de Douglas North, Joel Mokyr, Jared Diamond, Daron Acemoglu, Jim Robinson y otros, y en parte por la disponibilidad de nuevas bases de datos y más cuidadosos métodos empíricos.

El resumen que presentan Koyama y Rubin muestra que la geografía, las instituciones, la cultura y factores demográficos interactúan de maneras complejas para explicar las experiencias de crecimiento económico.  Dos elementos que aparecen como cruciales en las diversas experiencias exitosas son instituciones que favorecen el libre flujo de ideas y el espíritu emprendedor, y la presencia de mercados no solo por las razones de eficiencia predicadas por los teoremas del bienestar, sino sobre todo por la habilidad de los mercados para proveer incentivos a la innovación.

Sobre el rol de la cultura en experiencias de atraso, Koyama y Rubin citan el texto clásico de Banfield,[2] que define como “familista amoral” al individuo que maximiza el interés de corto plazo de sus familiares por encima de cualquier interés o valor colectivo: “El familista amoral que ocupa un cargo público aceptará sobornos en cuanto crea que se puede salir con la suya.  Pero sea que acepte sobornos o no, la sociedad de familistas amorales asumirá que lo hace.” A mis amigos y colegas del Perú, esta cita les va a recordar los recientes escándalos vinculados al presidente de la república y su propensión al favoritismo.  Lo cierto es que la cita muestra por qué normas de corrupción pueden ser difíciles de cambiar: dadas las expectativas de la sociedad, hay escasos incentivos para no recibir sobornos.

Un punto interesante en el libro es la discusión a lo largo del texto de la experiencia china.  El prodigioso crecimiento de China en las últimas décadas parece desafiar la “sabiduría convencional” de los economistas.  Koyama y Rubin señalan los movimientos hacia un mayor “imperio de la ley” en China, que hacen posible, por ejemplo, la existencia de un mercado inmobiliario sobre la base de alquileres de largo plazo, así como la extraordinaria apertura comercial, que permitieron a China ponerse al día en términos de crecimiento.

Me hubiera gustado ver en el libro algo más de especulación acerca de qué forma tomarán las instituciones favorables al crecimiento en el futuro.  En la discusión acerca de la experiencia exitosa de Inglaterra, por ejemplo, los autores elaboran en la tesis de Mokyr de la “ilustración industrial”. ¿Dónde encontramos hoy en día esa combinación de espíritu innovador y condiciones materiales favorables al crecimiento? Las páginas sobre la reversión de la ventaja de instituciones favorables al crecimiento en ciertas circunstancias históricas, como lo fueron los gremios medievales, son bastante sugestivas.

El libro de Koyama y Rubin no ofrece una “bala de plata” o una senda única para alcanzar el crecimiento. Es, en mi propia lectura, un recordatorio de la importancia de las instituciones de mercado y un antídoto a la creencia de que alcanzar el crecimiento requiere un menú detallado de intervenciones públicas—una creencia muy conveniente para nosotros mismos, los economistas, como “expertos”—máxime cuando el estado realmente existente tiene a la cabeza, como sucede de vez en cuando, algún familista amoral.

 

[1] How the World Became Rich? The Historical Origins of Economic Growth, por Mark Koyama y Jared Rubin, Polity Press, 2022.

[2] The Moral Basis of a Backward Society, por Edward C. Banfield, con la ayuda de Laura F. Banfield, The Free Press, 1958.