Los mercados de vacunas contra COVID-19: Problemas y lecciones

Hasta el día de hoy se han aplicado más de 6 mil millones de vacunas contra el COVID-19, las cuales has salvado millones de vidas y han traído beneficios económicos de varios billones de dólares. Este es un logro médico y científico sin precedentes: nunca se había desarrollado una vacuna tan rápido ni se había vacunado a tanta gente en un periodo tan corto. Sin embargo, ha habido importantes fallas en el mercado de vacunas. Debido a estas fallas, más de la mitad de la población global aún no ha recibido su primera dosis, y la vacunación masiva aún no ha empezado en varios de los países más vulnerables del mundo. En este artículo discutiré las principales fallas que ha habido en el mercado de vacunas, qué podría haberse hecho de forma distinta, y qué debería hacerse para evitar fallas similares durante pandemias futuras.

Las fallas

La capacidad de producción de vacunas no está ni remotamente cerca de ser la adecuada. Una forma de verlo es comparando el valor marginal de una vacuna con los costos de producción. Haciendo un cálculo conservador, el beneficio de pasar de 8 a 10 mil millones de dosis a nivel global durante todo 2021 sería del orden de 250 dólares por dosis (Castillo et al., 2021). Por otro lado, los costos por dosis seguramente están por debajo de los precios de 5 a 20 dólares que las farmacéuticas han negociado con distintos países.

¿A qué se debe que los precios sean tan solo una fracción del valor social? Primero que todo, a que las vacunas crean externalidades positivas. Adicionalmente, existen límites sociales y políticos que, para bien o para mal, no les permiten a las farmacéuticas cobrar los precios que equilibrarían los mercados. Estos bajos precios no proveen los incentivos necesarios para que las farmacéuticas decidan expandir su capacidad de producción hasta el punto que sería deseable.

Más allá de los bajos precios, existen complicaciones que reducen aún más los incentivos para las farmacéuticas. La producción de vacunas es un proceso tremendamente complejo que involucra decenas de pasos, cada uno de los cuales debe ser ensayado y aprobado antes de certificar la vacuna. Eso quiere decir que, incluso bajo los cronogramas acelerados de la pandemia, deben pasar al menos unos seis meses desde que se decide montar una fábrica hasta que esté lista para la producción de vacunas. Las farmacéuticas se vieron obligadas a tomar decisiones acerca de su capacidad de producción cuando aún no sabían si sus vacunas iban a ser efectivas e iban a ser aprobadas, un gran riesgo que las obligó a ser conservadoras.

Otro problema proviene de la estructura de los contratos que se han firmado. Si un país y una farmacéutica firman un contrato por cierto número de dosis por cierto precio, el país prefiere recibirlas lo más rápido posible para inmunizar a su población rápidamente. La farmacéutica, por el contrario, prefiere utilizar fábricas pequeñas para reducir sus costos fijos y distribuir las entregas durante un periodo largo de tiempo.  Una solución obvia a este problema es especificar fechas de entrega, pero los contratos que se han firmado típicamente no establecen penalidades por entregas tardías.

Qué se debería haber hecho?

Los gobiernos de los países desarrollados eran quienes tenían más poder de evitar estos problemas. Primero que todo, deberían haber hecho inversiones directas mucho más ambiciosas en capacidad de vacunación. Estados Unidos, por ejemplo, debería haber hecho inversiones a mediados de 2020 que le permitieran tener al menos suficiente capacidad para vacunar a toda su población con la producción de tres meses (Ahuja et al., 2021). Si lo hubiera hecho, habría obtenido beneficios adicionales del orden de 170 mil millones de dólares, si lo comparamos con las inversiones que hicieron (suficientes para vacunar a toda su población en siete meses). Dicha capacidad de producción luego habría quedado disponible desde abril del 2021 para vacunar al resto del mundo.

Adicionalmente, los gobiernos deberían haber firmado contratos sobre la capacidad de producción y no sobre el número de dosis. Bajo este esquema, los países compran cierto número de dosis mensuales a cierto precio. Dichas dosis están directamente ligadas a cierta fábrica a cargo de producirlas. Así el contrato alinea incentivos ya que está especificado en términos del objeto que le importa tanto a los países como a los productores: penaliza a las farmacéuticas si deciden ahorrar en capacidad de producción, y evita las dinámicas perversas en las que los países más ricos pagan un precio más alto para saltarse la fila.

También es posible que la capacidad de producción limitada se haya podido usar de forma más eficiente. Existe evidencia que indica que se pueden usar medias dosis o cuartos de dosis con un impacto mínimo en la eficacia de las vacunas, lo cual ampliaría drásticamente la capacidad de vacunación (Wiecek, 2021). Sin embargo, estos regímenes de dosis no se han puesto a prueba bajo los estándares rigurosos necesarios para la aprobación. Las farmacéuticas tienen pocos incentivos para llevar a cabo estos estudios clínicos, por lo cual los gobiernos deberían haber asumido el liderazgo para hacer dichos.

Lecciones para el futuro

La producción de vacunas ha llevado al límite las cadenas de producción durante esta pandemia. Las farmacéuticas tuvieron que hacer grandes esfuerzos para instalar fábricas que pudieran producir vacunas a gran escala, y en muchos casos se vieron limitados por la escasez de insumos. Todo habría sido más fácil si los países hubieran contado con capacidad de producción disponible—tanto de vacunas como de insumos. Por esta razón, es importante realizar inversiones en capacidad de sobra que pueda usarse a la hora que llegue una nueva pandemia.

Esta lección es especialmente relevante para Latinoamérica. De haber contado con mayor capacidad de producción, los países habrían tenido un mayor poder de negociación frente a las farmacéuticas que les habría permitido obtener vacunas más rápido. Y aunque no sea viable producir vacunas en todos los países de la región, una estrategia regional sería posible. La región podría aliarse e instalar fábricas—en países como Costa Rica o Uruguay que cuentan con alta tecnología pero una población pequeña, para evitar la tentación de que prohíban las exportaciones—que estén destinadas a la producción de vacunas para toda la región.

Equidad

Hasta ahora me he enfocado en e la escasez de vacunas, pero poco he dicho sobre la inequidad en su distribución. Esto se debe a que si se quiere acelerar la vacunación en los países en desarrollo es más fácil aumentar la disponibilidad de vacunas a nivel global que redistribuir una cantidad de vacunas limitada. Aumentar la capacidad de producción tiene un impacto más grande en los países más pobres que en los más ricos. Si se duplica la capacidad global, un país que habría vacunado a su población en cuatro meses ahora lo hará en dos, ganándose dos meses. Mientras que un país que habría vacunado a su población en un año—un país de bajos ingresos, probablemente—ahora lo hará en seis meses, ganándose seis meses. Por otro lado, las estrategias de redistribución generalmente atentan contra los escasos incentivos que tienen las farmacéuticas para aumentar su capacidad de producción, por lo cual en últimas pueden ser contraproducentes para los países más pobres.

Una propuesta interesante es la de suspender los derechos de propiedad intelectual de las vacunas. Aunque bienintencionada, esta estrategia podría tendría un efecto limitado. Las grandes farmacéuticas hicieron transferencia tecnológica a gran escala incluso sin dichas suspensiones: AstraZeneca, por ejemplo, ha transferido tecnología para producir miles de millones de dosis en fábricas de aliados en India y Brasil, entre otros países. Adicionalmente, incluso si los derechos de propiedad intelectual se suspenden, la producción de vacunas es tan compleja que se necesitaría completa cooperación por parte de los desarrolladores. Sería ingenuo esperar dicha cooperación si los desarrolladores se ven obligados a transferir la propiedad intelectual. Por otro lado, existe el riesgo de crear un precedente negativo para pandemias futuras. Pfizer, el mayor productor de vacunas hasta el momento, decidió no recibir ni un solo dólar de financiación estatal a la hora de instalar su capacidad de producción. Probablemente habría hecho inversiones mucho más limitadas si hubiera creído que los derechos de propiedad intelectual estaban en riesgo de ser suspendidos.

 

 

Ahuja, A., Athey, S., Baker, A., Budish, E., Castillo, J. C., Glennerster, R., … & Więcek, W. (2021, May). Preparing for a pandemic: Accelerating vaccine availability. In AEA Papers and Proceedings (Vol. 111, pp. 331-35).

 

Castillo, J. C., Ahuja, A., Athey, S., Baker, A., Budish, E., Chipty, T., … & Więcek, W. (2021). Market design to accelerate COVID-19 vaccine supply. Science, 371(6534), 1107-1109.

 

Więcek, W., Ahuja, A., Chaudhuri, E., Kremer, M., Gomes, A. S., Snyder, C., … & Tan, B. J. (2021). Testing Fractional doses of COVID-19 Vaccines (No. w29180). National Bureau of Economic Research.