Por Jorge Higinio Maldonado[1] y Viviana Leon-Jurado[2]
Si bien la pobreza extrema en Honduras presentaba una tendencia decreciente en la primera parte de este siglo (Figura 1), en los últimos años este comportamiento se reversó, alcanzando su punto más alto en 2019, con casi un 35% de los hogares rurales viviendo en esta condición de vulnerabilidad. Con la llegada del COVID-19 y las restricciones que le acompañaron, este escenario no fue mejor para el 2020. De acuerdo con estimaciones de la CEPAL (2021), la pandemia trajo consigo un incremento en los niveles de pobreza en América Latina de casi tres puntos porcentuales. Es a este escenario al que se enfrentaron los hogares que fueron atendidos por el programa Emprendiendo una Vida Mejor (EVM), un ejercicio piloto de un programa contra la pobreza rural basado en el enfoque de graduación, implementado por el gobierno de Honduras, que terminó su ejecución en diciembre de 2019, tras 18 meses de operación.
Los programas con enfoque graduación se caracterizan por ser una intervención integral que combina el fortalecimiento técnico, la formación de habilidades blandas y la transferencia de un capital semilla para poner en marcha una idea de negocio. Esta intervención ha sido evaluada en varios países del mundo, con resultados positivos y sostenibles en la mayoría de los casos evaluados, como fue documentado por Banerjee et al. (2015) para países de diferentes regiones.
En particular, el programa EVM atendió hogares rurales que, en su mayoría, se encontraban en situación de pobreza extrema, con el propósito de fortalecer los activos productivos, financieros, humanos y sociales de los hogares a través de cinco componentes de acción: 1) apoyo al consumo básico, 2) promoción del ahorro, 3) entrenamiento en habilidades técnicas, 4) transferencia de activos y 5) entrenamiento en emprendimiento, educación financiera y habilidades para la vida. La población beneficiaria se caracterizaba por recibir simultáneamente el programa de transferencias monetarias condicionadas (TMC) “Bono Vida Mejor”, principalmente mujeres, y se ubicó en dos zonas del país: departamento de El Paraíso al oriente y los departamentos Lempira y Copán en el occidente del país.
EVM surgió como respuesta a las políticas de protección social del gobierno hondureño y fue implementado por Fundación Capital con el apoyo del Banco Interamericano de Desarrollo (BID). El Centro de Estudios sobre el Desarrollo Económico (CEDE) de la Universidad de Los Andes a través de la Plataforma de Evaluación y Aprendizaje para el Programa de Graduación en América Latina (www.plataformagraduacionla.info) desarrolló la evaluación de impacto del programa a través de un ejercicio de Prueba Controlada Aleatoria (RCT, por sus siglas en inglés). En términos prácticos, con este método se comparan dos grupos de hogares que son seleccionados de manera aleatoria para participar o no en el programa evaluado: hogares tratados (hogares que reciben EVM) y hogares controles (hogares que no reciben EVM). Esta asignación se hace de manera aleatoria entre hogares elegibles para participar en el programa, de tal manera, que se evite el sesgo de selección (el individuo no toma la decisión de participar en el programa).
Tanto para los hogares atendidos por EVM como para aquellos hogares del grupo de control se recogió información al iniciar el programa (línea base, 2018) y una vez finalizado (línea final 2020). La atrición fue menor al 10%. Para el ejercicio de análisis se implementó la metodología de Dobles Diferencias Emparejadas, aprovechando la información recogida en la línea base.
A la hora de analizar los resultados se deben tener en cuenta dos aspectos claves: 1) la intervención terminó ad portas del inició de la crisis provocada por el COVID-19, un escenario que ponía en riesgo el proceso de fortalecimiento productivo que había adelantado el programa, y 2) durante la ejecución de EVM los hogares se enfrentaron a una de las peores sequías sufridas en Honduras. Además, por las cuarentenas obligatorias causadas por la pandemia, la línea final se levantó 10 meses después de terminada la intervención. Sin embargo, esta restricción permitió analizar los impactos del programa incluso después de estos choques, lo que permite entender si éste ayudó a mejorar o mantener las condiciones de los hogares en condiciones extremas.
Los resultados sugieren que tras 10 meses de finalizada la intervención, caracterizados por cuarentena, se mantienen varios cambios positivos en los hogares.
Uno de los cambios más relevantes es el incremento en el valor de los activos reportados por el hogar. En particular, se encontraron resultados positivos y significativos sobre la tenencia de animales, tanto de especies mayores como menores (v.g., ovejas, cerdos, cabras, gallinas), así como un incremento sustancial en el valor de las mercancías de los negocios no agropecuarios de los hogares. Es de resaltar este último cambio ya que una importante proporción de las beneficiarias de EVM optó por crear un proyecto productivo de actividad de servicios propia, en contraste con actividades productivas tradicionales como la agricultura. En consecuencia, no son sorprendentes los efectos positivos que se identificaron en los ingresos generados por este tipo de actividades (ver Figura 2), entre las que se pueden encontrar pulperías o tiendas pequeñas de abarrotes, restaurantes, papelerías, entre otros. Estos cambios, en particular, se mantuvieron aún después de las medidas de confinamiento decretadas por el gobierno hondureño.
Los cambios en los ingresos de los hogares favorecieron un incremento en el poder adquisitivo de los hogares participantes: el consumo en general aumentó cerca del 11%, mientras que el consumo de alimentos lo hizo en cerca del 19% (Figura 3), lo cual sugiere que la intervención está contribuyendo a mejorar las condiciones de vida de los hogares. Las mejoras en alimentación se ven directamente reflejadas en la situación de seguridad alimentaria de los hogares, medida a través de la Escala Latinoamericana y Caribeña para la Medición de la Seguridad Alimentaria (ELCSA), ya que se incrementa el número de hogares en Seguridad Alimentaría y se reduce el número de aquellos que vivían bajo una situación de inseguridad alimentaria moderada. De acuerdo con el trabajo cualitativo, que complementó el ejercicio de evaluación cuantitativa, se encontró que las participantes encuestadas aprovecharon las herramientas provistas por el programa para incrementar tanto la cantidad de comida consumida en sus hogares como la calidad de esta, siendo capaces de consumir alimentos que anteriormente no estaban dentro de su canasta (como es el caso del queso) e incrementando el consumo de fuentes de proteína animal.
En esta línea, no es extraño encontrar efectos positivos sobre los niveles de pobreza monetaria de los hogares. En este caso, los hogares en pobreza se reducen cerca del 4% y los hogares en pobreza extrema se reducen en 7.4%. El hecho de que existan hogares que hayan salido de su situación de pobreza a pesar del contexto de crisis generado por el COVID-19 brinda evidencia sobre los beneficios que puede traer este tipo de programas en el mediano y en el largo plazo.
Este mejoramiento en las condiciones de vida de los hogares (cambios positivos en activos, ingresos, consumo y pobreza) también se vio reflejado en la percepción subjetiva de bienestar de los beneficiarios de EVM. En estudios cualitativos realizados en otros países que implementaron el enfoque graduación, se encuentra que los beneficiarios de este tipo de programas referencian tener salud, alimentación, estabilidad económica, tranquilidad y buenas relaciones con los demás, entre otros aspectos, como determinantes de esta percepción. El ejercicio de evaluación encontró que el programa logró incrementar la percepción de bienestar de los beneficiarios en ¼ de escalón de una escalera de 1 a 6 escalones, lo que equivale a una mejora del 12% respecto al promedio del grupo de control. Así mismo las expectativas de bienestar futuro a cinco años mejora para los participantes del programa. Esta medida, cabe resaltar, es capturada después de la llegada del COVID-19 (ver Figura 4).
Los resultados sugieren que el programa EVM ha demostrado tener un efecto positivo en la vida de los participantes, aún tras los choques a los que se vieron enfrentados, incluyendo la pandemia. Los diferentes cambios que generó el programa permiten pensar que se crea un sistema de protección que permite a los hogares mejorar sus ingresos, su consumo, su seguridad alimentaria, además de cambios con efectos potenciales de largo plazo, como la consolidación de activos productivos, que posibilitan continuar con las ideas de negocio creadas o fortalecidas. No obstante, se debe tener en cuenta que el enfoque de graduación es una intervención exigente en recursos, tanto financieros como logísticos, ya que funciona bajo una lógica de acompañamiento individual y domiciliario de los participantes. Si bien, esto pareciera configurarse en una restricción, estos hallazgos tras los choques sufridos permiten afirmar que los hogares ganaron capacidad de resiliencia, lo que en el mediano y largo plazo posibilitaría la sostenibilidad de los efectos, aun cuando el esfuerzo desde la institucionalidad fue inferior a dos años.
Es de destacar que en el estudio de Banerjee et al. (2015) se incluyó a Honduras como uno de los casos evaluados. Sin embargo, en esa oportunidad los resultados de este país fueron los menos prometedores de todos los casos evaluados. Una de las razones que explica la marcada diferencia entre los dos momentos en que el ejercicio se hizo en Honduras es el tipo de actividad productiva que se promueve. Mientras que en el primer ejercicio se condicionó la transferencia a la inversión en aves de corral, en el caso de EVM se pone de manifiesto que a los hogares rurales no se les debe promover exclusivamente emprendimientos agropecuarios, ya que, como lo evidenciaron los resultados, otro tipo de actividades como las “pulperías” -asociadas al sector servicios- se constituyen en una opción rentable para las zonas rurales. Otra diferencia por destacar es que el primer ejercicio fue ejecutado completamente por una ONG, mientras que en este caso de EVM, el ejecutor principal fue el mismo gobierno hondureño en estrecha sociedad con Fundación Capital como implementador del programa.
Finalmente, dada la focalización predominante femenina de este tipo de programas, es clave anticipar e identificar los posibles efectos adversos e indirectos sobre el uso del tiempo de las mujeres. Se debe tener en cuenta la “carga adicional” a la hora de pensar estos programas, ya que el aumento en la dedicación diaria a trabajar de las mujeres puede suponer una mayor carga de cuidados y labores del hogar para otros miembros del hogar, como los abuelos o las niñas mayores. Así mismo, lo que también se puede generar es una reducción en el tiempo de cuidado personal de las mujeres, como descansar menos, efectos que se podrían catalogar de “indeseados” y que, por tanto, se deberían tener en cuenta en el diseño de este tipo de intervenciones.
REFERENCIAS
Banerjee, A., et al. (2015). “A multifaceted program causes lasting progress for the very poor: Evidence from six countries”. Science, 348(6236).
Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) (2021). Panorama Social de América Latina 2020. Santiago.
[1] Profesor titular, Facultad de Economía, Universidad de los Andes, Colombia.
[2] Economista junior, Facultad de Economia, Universidad de los Andes, Colombia.