La pandemia actual desnudó muchos huecos en la malla de seguridad social de países como Colombia. Esto llevó a los gobiernos nacional y locales a establecer complementos a la malla actual en la forma de rentas básicas. Hay dos tipos de rentas que han cobrado relevancia en discusiones de distintos ámbitos: renta básica garantizada (RBG) y renta básica universal (RBU). En esta entrada argumentaré que una RBG es preferible a una RBU, en particular porque los costos de una RBU son considerablemente mayores y pueden no compensar los beneficios. Adicionalmente, los costos de una RBG, en términos de incentivos perversos que generen, pueden no ser tan grandes.
Tanto la RBG como la RBU son transferencias no condicionales; es decir, los receptores no deben hacer algo a cambio de recibirlas. Esto es una de las principales cualidades de estas rentas. Es costoso verificar la condicionalidad de los programas sociales. Para evitar que personas que no merecen recibir ayudas lo hagan se corre el riesgo de otro problema, que personas que lo merecen no las reciban, que puede ser peor. En la RBG el estado les transfiere a los hogares un monto, de manera que la suma entre su ingreso y la transferencia sea de un nivel establecido. Por ejemplo, si se establece que los hogares deben tener un ingreso mínimo de 100, y los ingresos del hogar son 10, la RBG para ese hogar correspondería a 90. Por otro lado, en la RBU el Estado les transfiere a los hogares un monto establecido independientemente de las características del hogar. Así, si se establece una RBU de 100, todos los hogares reciben ese monto, independientemente de que su ingreso sea 10 o sea 1000.
En principio los incentivos perversos de una RBG son mayores que los de una RBU. En un mundo sin riesgo, un hogar en el ejemplo anterior que tenga ingresos menores a 100 no tiene razones para trabajar: independientemente de lo que ocurra, si su ingreso es menor a 100, va a recibir una transferencia para tener 100. En cambio, con una RBU no hay este tipo de desincentivos, porque los ingresos que pueda tener por su cuenta se suman a la renta que reciba. Aún si se tiene en cuenta el financiamiento de una RBU, si éste se hace de manera progresiva, una RBU con tasas impositivas al ingreso que sean progresivas es equivalente a un impuesto negativo al ingreso, que no genera desincentivos a trabajar, en el sentido en que no hay desincentivos tan altos para recibir mayores ingresos. En particular, si yo tengo un ingreso de 99, con una RBG enfrento un impuesto marginal de 100%, mientras que con una RBU recibiría un subsidio marginal de cerca de 0%.
No obstante, en programas que se han implementado no se encuentra que RBG causen incentivos perversos. En Gallego et al (2021) encuentran que el programa de transferencias no condicionadas Ingreso Solidario no generó desincentivos a la participación en el mercado laboral. Banerjee y Duflo (2019) racionalizan este tipo de resultados con el hecho de que los hogares que reciben transferencias de hecho aumentan la oferta de trabajo porque lograr suplir necesidades básicas que les permite ser más productivos.
En Perez-Reyna (2021) planteamos un modelo para analizar esto. En el modelo hay hogares con heterogeneidad en dos dimensiones: habilidades y riqueza. El hogar escoge cómo repartir su riqueza entre un consumo mínimo, un gasto en conseguir trabajo y acumular riqueza. La probabilidad de conseguir trabajo depende positivamente del gasto en el que el hogar incurre. Así puede haber mala asignación de recursos: dos hogares con la misma habilidad pueden recibir diferentes ingresos si un hogar tiene menor riqueza que el otro, y por lo tanto hace un gasto menor en conseguir trabajo. En este mundo una RBG no necesariamente causa desincentivos a trabajar, sino que permite que el hogar destine más recursos para poder conseguir trabajo, y potencialmente puede disminuir la mala asignación de recursos.
Este análisis teórico lo complementamos con un análisis empírico: usamos datos de la Gran Encuesta Integrada de Hogares (GEIH) para analizar empíricamente cuál sería el efecto de ambas rentas. Para esto agregamos los hogares por percentiles de ingreso de 2019 y consideramos el ingreso promedio en cada percentil. Teniendo en cuenta los datos de pobreza monetaria y pobreza extrema para ese año, llevamos a cabo cuatro ejercicios: calculamos una RBG y una RBU de manera que ningún hogar esté en pobreza extrema o en pobreza monetaria. Un supuesto importante es que los cuatro ejercicios deben ser neutrales en términos fiscales: lo que se gasta en las rentas debe ser igual a lo que se recauda en impuestos. Para implementar esto, supuse que en el caso de una RBG se cobra un impuesto progresivo a hogares con valores por encima del nivel de pobreza monetaria, en un ejercicio, y de pobreza extrema en el otro. Para el caso de una RBU, supuse que hay impuestos progresivos, que son negativos (i. e. subsidios) para hogares con ingresos por debajo del nivel de ingreso de pobreza monetaria y de pobreza extrema. Con estos supuestos, una RBG que erradique la pobreza monetaria tendría un costo de 3,35% del PIB. Por otro lado, una RBU que erradique la pobreza monetaria tendría un costo de 17,96% del PIB. Un RBU que erradique la pobreza extrema tendría un costo de 6,69%. Para poner en contexto, la retirada reforma tributaria planteaba aumentar el recaudo tributario en 2,5 puntos porcentuales del PIB. Aunque este ejercicio es meramente contable y, en particular, no tiene en cuenta la crítica de Lucas (i. e. con la existencia de las rentas y de los impuestos para financiarlas los hogares hubieran actuado de manera diferente y, por lo tanto, sus ingresos serían diferentes), permite una cuantificación de qué tanto más costosa es una RBU.
Esto es consistente con lo encontrado en trabajos recientes. Luduvice (2019) encuentra que establecer una RBU puede ser bueno para el bienestar si la implementación fuera inmediata, pero es tan costosa fiscalmente que la transición hacia llegar a esa implementación tiene efectos negativos sobre el bienestar. Conesa et al (2021), encuentran que las pérdidas de bienestar en la transición son crecientes en el nivel del RBU.
Ampliar la malla de seguridad social con rentas no condicionadas permite suministrar una mayor cobertura, sin tener costos tan altos en la implementación. Para determinar qué tipo de renta es mejor, se debe tener en cuenta como mínimo, el costo fiscal de las rentas, y los efectos sobre las decisiones de los hogares. Una RBG parece ser superior a una RBU: es considerablemente más barata y no genera desincentivos a trabajar.
Referencias
Perez-Reyna, D. (2021) “GBU as a social insurance”. Mimeo