Por Roxana Maurizio, Especialista Regional en Economía Laboral para América Latina y el Caribe, Organización Internacional del Trabajo (OIT)
A un año de iniciada la pandemia por COVID-19, la crisis económica desatada impactó severamente en los mercados de trabajo de América Latina y el Caribe y exacerbó los importantes déficits de trabajo decente que experimentaba previamente la región.
El informe “Transitando la crisis laboral por la pandemia: hacia una recuperación del empleo centrada en las personas” (OIT, 2021a) recientemente publicado por la Organización Internacional del Trabajo destaca los principales impactos de la crisis sanitaria en los mercados de trabajo y en la generación de ingresos en América Latina y el Caribe, discute los nuevos retos laborales que se suman a los estructurales en la región, e identifica los desafíos de las políticas de trabajo y empleo para promover una recuperación centrada en las personas. Se resumen aquí las tendencias más importantes observadas en estos mercados de trabajo durante el año 2020.
- Una crisis económica y del empleo con características e intensidad inéditas
La pandemia de la COVID-19 ha generado en América Latina una recesión económica de una magnitud y extensión sin precedentes. Las últimas proyecciones del Fondo Monetario Internacional (FMI) correspondientes al mes de abril de 2021 estiman para 2020 una contracción del PIB regional de -7%. La Comisión Económica para América Latina y el Caribe (CEPAL) estima un descenso del PIB regional del orden del -7,7%. De acuerdo a este organismo, esta contracción económica es la más elevada desde que se tienen registros en 1900. A su vez, estas cifras se comparan con caídas del PIB mundial del orden de -3,3% (FMI) y -4,4% (CEPAL).
Por su parte, el informe “Observatorio de la OIT: La COVID‑19 y el mundo del trabajo. 7ª edición” (OIT, 2021b) coloca a la región como la más afectada a nivel mundial en términos de horas trabajadas y de ingresos laborales. En particular, la pérdida de horas en 2020 fue aproximadamente 4 veces más grande que la observada durante la crisis financiera de 2009.
La tasa de ocupación promedio de América Latina y el Caribe[1] (18 países) para el año 2020 fue 51,7%, representando una reducción de alrededor de 6 puntos porcentuales (pp) respecto de 2019. Ello constituye un valor mínimo histórico y significó una disminución del orden del 10% de la ocupación total. Ello implicó una elasticidad empleo-producto mayor a la unidad, donde más de 26 millones de personas perdieran sus puestos de trabajo durante 2020.[2] La caída resulta aún más intensa al comparar los dos primeros trimestres de ese año, de alrededor de 9 pp (-16%) (Gráfico 1).[3]
Gráfico 1. Evolución de la tasa de ocupación, tasa de desocupación y tasa de participación económica. América Latina y el Caribe (18 países). 2010-2020
Fuente: Elaboración propia en base a SIALC/OIT
A medida que comenzaron a relajarse las restricciones a la movilidad de las personas en 2020, la tendencia declinante de la producción agregada empezó a revertirse. Sin embargo, en general, la ocupación comenzó a crecer luego de que lo hizo el nivel de actividad. La tasa de ocupación promedio aumentó 3 pp (alrededor del 7%) en el tercer trimestre y 2,7 pp (5%) en el cuarto trimestre, compensando solo parcialmente la disminución de 9 pp (-16%) registrada entre los dos primeros trimestres del año (Cuadro 1). Más aún, en varios países de la región se observa que mientras el nivel de actividad económica hacia fines de 2020 había recuperado los niveles previos a la pandemia, el empleo aún estaba lejos de esos guarismos.
Cuadro 1. Tasas de participación económica, ocupación y desocupación. Países seleccionados de América Latina. I-IV trimestre de 2020
Fuente: Elaboración propia en base a SIALC/OIT
- La tasa de desempleo como indicador parcial de la contracción del empleo
La drástica contracción en el volumen de empleo generó tránsitos hacia la desocupación, pero mayoritariamente se registraron fuertes salidas de la fuerza de trabajo.[4] Entre el primer y segundo trimestre de 2020 la tasa de participación se contrajo en 9 pp. Estas salidas de la fuerza laboral morigeraron fuertemente el impacto de la pérdida de puestos de trabajo sobre la tasa de desocupación. Por lo tanto, en comparación con crisis anteriores, el desempleo reflejó solamente en forma parcial la magnitud de las dificultades por las que han venido atravesando los mercados laborales de la región.
La gradual flexibilización en las restricciones a la movilidad provocó que algunas de las personas que estaban fuera de la fuerza de trabajo pasasen directamente a trabajar, pero también, que otras a que habían perdido su trabajo al inicio de la pandemia iniciasen una búsqueda activa de empleo. Estos últimos movimientos provocaron, por lo tanto, que entre el segundo y tercer trimestre de 2020 la tasa de desocupación regional no se redujese, observándose incluso aumentos en algunos países (Cuadro 1).
Si bien en el último cuarto del año este indicador registró una reducción a nivel regional, la tasa de desocupación continuará siendo una variable crítica al menos en el mediano plazo. Incluso podrían registrarse alzas en el mismo en la medida en que la tasa de participación laboral en la mayoría de estos países aún no se ha recuperado completamente de la fuerte contracción experimentada durante el primer semestre de 2020 (Cuadro 1). En promedio durante 2020 la fuerza de trabajo se redujo en más de 20 millones de personas, cifra equivalente al 80% de la disminución del volumen de empleo.
Adicionalmente, las modestas expectativas sobre la intensidad del crecimiento del PIB en 2021 y los próximos años sugieren que también será modesta la creación neta de nuevos puestos de trabajo. Más aún, en esta coyuntura podría aparecer el efecto “trabajador adicional” que agrega un flujo nuevo de personas que ingresan a la población activa pues necesitan generar ingresos y que podría derivar en mayores aumentos en el número de personas desocupadas.
- La informalidad laboral: una característica distintiva de la recuperación del empleo
Las dinámicas que han seguido el empleo formal y el empleo informal difieren de las observadas en crisis anteriores. En la región resulta frecuente que al caer el empleo formal el empleo informal tenga un rol contracíclico y, por lo tanto, aumente su nivel. Sin embargo, en esta crisis tanto el empleo formal como el informal experimentaron contracciones muy pronunciadas, pero el segundo con mayor intensidad que el primero (Gráfico 2).
Gráfico 2. Evolución del nivel de actividad económica, empleo formal y empleo informal. Países seleccionados de América Latina. Finales 2019-2020
Fuente: Elaboración propia en base a encuestas a hogares y encuestas de empleo
La caída en los puestos de trabajo formales se verificó a pesar de las medidas de contención implementadas en un extenso conjunto de países, las que sin dudas han contribuido a limitar la pérdida de este tipo de ocupaciones. Sin embargo, la mayor contracción del empleo informal ha hecho que la tasa de informalidad cayera (temporalmente), en el marco del colapso generalizado en la demanda de empleo, especialmente en los primeros meses de la pandemia.
El contexto laboral resulta complejo al considerar que la recuperación del empleo (desde el valor mínimo registrado en cada país) en la segunda mitad de 2020 ha estado traccionada casi por completo por el crecimiento del empleo informal (Gráfico 3). Estas ocupaciones han dado cuenta de más del 60% del aumento total del empleo. Incluso, en Argentina, el empleo asalariado registrado en la seguridad social en el cuarto trimestre de 2020 era inferior al valor del segundo trimestre de ese año, contribuyendo negativamente a la generación neta de empleo en ese período.
Gráfico 3. Contribución del empleo formal y del empleo informal a la recuperación del empleo total en la segunda mitad de 2020. Países seleccionados de América Latina
Fuente: Elaboración propia en base a encuestas a hogares y encuestas de empleo
Por su parte, la información proveniente de registros administrativos evidencia que en la mayoría de los países de la región el empleo formal hacia fines de 2020 no había alcanzado los valores de comienzos de año, mostrando rezagos incluso respecto de la evolución del nivel de actividad económica. En este sentido, la dinámica futura del empleo formal dependerá no sólo de la coyuntura sino de la continuidad de las medidas tendientes a su mantenimiento. Teniendo en cuenta lo observado en crisis previas y el contexto actual, existe un alto riesgo de informalización laboral (tránsitos entre una ocupación formal y una informal) que se suma a los ya muy elevados niveles de informalidad en la mayor parte de los países de la región. El déficit de trabajo formal, a su vez, probablemente se hará más evidente para ciertos grupos de trabajadores como, los jóvenes, las mujeres y los adultos con menores calificaciones, grupos que estructuralmente exhiben mayores dificultades para insertarse en un puesto formal.
- La amplificación de las brechas de género
La significativa reducción de la tasa de ocupación antes mencionada no se verificó con igual intensidad entre los hombres y las mujeres. Por el contrario, la pérdida porcentual de empleo femenino a nivel regional entre el primer y segundo trimestre de 2020 superó a la contracción del empleo masculino (-18% y -15%, respectivamente).
El impacto más intenso entre las mujeres se asocia, por un lado, a la mayor presencia femenina en sectores económicos fuertemente afectados por la pandemia como, por ejemplo, los de hotelería y restaurantes, y en otras actividades de servicios y del sector de hogares. Por otro lado, a la mayor incidencia de la informalidad entre las mujeres. La informalidad afecta a 1 de cada 2 mujeres en la región pero en sectores económicos altamente feminizados como, por ejemplo, el de trabajo doméstico, la tasa de informalidad alcanza al 80/90%. Como fue señalado, en esta crisis la pérdida de empleo estuvo explicada mayormente por lo sucedido con los puestos informales.
Con mayor intensidad que en el caso de los hombres, inicialmente las pérdidas de puestos de trabajo entre las mujeres se tradujeron no sólo en transiciones hacia la desocupación sino mayormente en un nivel sin precedentes de salidas de la fuerza de trabajo. La tasa de participación económica femenina registró en el segundo trimestre de 2020 un valor mínimo de 43%, representando una caída de 9 pp (-18%) respecto de igual trimestre de 2019. Ello estuvo asociado a las crecientes dificultades de conciliar el trabajo remunerado con las responsabilidades familiares en un contexto en donde los servicios educativos y de cuidado se vieron profundamente alterados de la mano de las medidas sanitarias para el distanciamiento y reducción de la movilidad de las personas.
El panorama resulta aún más complejo al observar que la recuperación del empleo femenino entre el segundo y tercer trimestre de 2020 ha mostrado un rezago respecto al masculino. Si bien esta situación se revierte parcialmente en el trimestre siguiente, el año 2020 finalizó con una contracción del empleo (respecto del primer trimestre de ese año) que casi duplicó a la observada entre los hombres. Alrededor de 12 millones de mujeres perdieron su puesto de trabajo durante ese año.
En paralelo, el retroceso en la participación laboral de las mujeres se produjo después de décadas durante las cuales se había registrado un aumento en su incorporación a la fuerza de trabajo. En promedio para la región, hace más de 15 años que no se registraba una tasa tan baja de participación económica femenina. Las nuevas olas de contagio y, con ello, la implementación de medidas de confinamiento, pueden generar, nuevamente, mayores impactos negativos en la actividad y el empleo en sectores con mayor presencia femenina dificultando la recuperación de este tipo de ocupación y amplificando, aún más, las brechas laborales por género.
- Los impactos fuertemente desigualadores
La drástica reducción del empleo y de las horas trabajadas impactaron negativamente en la generación de ingresos laborales. Sin embargo, debido a la mayor contracción del empleo entre los trabajadores informales y por cuenta propia, grupos que se ubican en la parte inferior de la escala salarial, los impactos de la crisis han sido fuertemente desigualadores.
A su vez, dado que los ingresos provenientes del trabajo representan alrededor del 80% de los ingresos totales familiares en la región, la contracción de los mismos también impactó significativamente y de manera desigual en los ingresos de los hogares. Ello se verificó a pesar de las políticas de transferencias monetarias implementadas en los países de la región. A modo de ejemplo, en el Gráfico 4 se presentan los casos de Argentina y Costa Rica, donde se observa claramente que la pérdida de recursos monetarios ha sido más intensa entre los hogares ubicados en los ventiles de menores ingresos familiares totales.
Gráfico 4. Variación porcentual entre 2019 y 2020 del ingreso per cápita familiar real según ventiles de ingresos. Argentina y Costa Rica
Fuente: Elaboración propia en base a encuestas a hogares
Esta dinámica altamente desfavorable también se ha manifestado en empeoramientos en las condiciones de vida de la población. De acuerdo a las últimas proyecciones de CEPAL (2021), el número de personas en situación de pobreza se incrementó en alrededor de 22 millones en 2020 totalizando 209 millones. Ello elevó la tasa la pobreza del 30,5% en 2019 a casi 34% en 2020.
- Reflexiones finales: el camino hacia una “mejor normalidad”
A un año de iniciada la pandemia por COVID-19 el mundo y la región vuelven a estar inmersos en nuevas olas contagio en un contexto que presenta fuertes dificultades para avanzar rápidamente en procesos de vacunación masivos de la población. Las nuevas medidas de confinamiento, el cierre de fronteras y las restricciones a ciertas actividades económicas no sólo pueden ralentizar y complejizar el sendero de recuperación económica y del empleo, sino que pueden amplificar aún más las brechas laborales y sociales que ha venido experimentando América Latina y el Caribe.
Las proyecciones de mayor desigualdad, pobreza y pobreza extrema no sólo implican importantes retrocesos para la región, sino que demandan, aún más que en pasado, la implementación y fortalecimiento de políticas de sostenimiento y creación de más y mejores empleos, y estrategias para otorgar garantías de ingresos al conjunto de la población, especialmente a aquellos con mayores dificultades en el mercado de trabajo. Los trabajadores informales, las micro y pequeñas empresas, las mujeres y jóvenes -especialmente de bajas calificaciones para el trabajo-, y otros grupos poblacionales en situación de vulnerabilidad como migrantes e indígenas, constituyen colectivos que requieren de intervenciones de diferente naturaleza de manera coordinada, integral y atendiendo a las especificidades de sus problemáticas laborales. Finalmente, la búsqueda de una “mejor normalidad” en la región requiere de acciones ambiciosas para potenciar oportunidades relacionadas con la transición digital y el cambio tecnológico, favorecer una mayor y mejor inserción en las cadenas mundiales de suministro, e incrementar sostenidamente los niveles de productividad.
Referencias
CEPAL (2021) Panorama Social de América Latina 2020, CEPAL, Santiago.
OIT (2021a) Serie Panorama Laboral en América Latina y el Caribe 2021 “Transitando la crisis laboral por la pandemia: hacia una recuperación del empleo centrada en las personas”, OIT, Lima.
OIT (2021b) Observatorio de la OIT: La COVID‑19 y el mundo del trabajo. Séptima edición Estimaciones actualizadas y análisis, Ginebra.
[1] En conjunto estos países representaron en 2019 alrededor del 89% del total de la ocupación en América Latina y el Caribe.
[2] La estimación de los valores absolutos se basó en las proyecciones demográficas realizadas por el Centro Latinoamericano y Caribeño de Demografía (CELADE).
[3] Si bien la comparación entre trimestres puede estar afectada por la presencia de estacionalidad, se recurre a ella de modo de poder observar con mayor detalle los impactos de corto plazo de la crisis económica.
[4] Debido al diferente tratamiento que las oficinas nacionales de estadísticas de la región han dado a los ocupados que temporalmente estuvieron ausentes de su trabajo, las series no siempre son estrictamente comparables entre países. Sin embargo, representan una muy buena aproximación de las trayectorias que experimentaron estas variables durante el período bajo análisis.