El mundo del trabajo está cambiando muy rápidamente. Hay un dato que me llama la atención porque trae muchas implicaciones: el porcentaje de personas con dos o más empleos remunerados hoy está en niveles nunca vistos. Para los peruanos entre los 35 y 55 años la tenencia de más de un empleo llego a 18% justo antes de la pandemia.
Es interesante anotar que no es solo un asunto de “millennials” sino más bien de personas más maduras. Pero, más allá de ello, esto da una idea de la dirección en la que venía moviéndose el mundo del trabajo, aquí y en el mundo desarrollado. Lo que tomó un par de décadas, seguramente se acelerará después de la pandemia. ¿Por qué? Ahora hemos caído en la cuenta de que gran parte del trabajo se puede hacer online, desde casa o cualquier otro lugar diferente a la oficina o planta. Tenemos mayor claridad de que no es necesario movilizarnos tanto, ni dentro ni fuera de la ciudad. Estamos ahorrando tiempo y parte de esos ahorros los utilizaremos para trabajar más.
Sin embargo, no deja de ser irónico que, así como un porcentaje creciente de los peruanos trabaja y trabajará más, otro porcentaje creciente de peruanos estará en el desempleo, en el trabajo familiar no remunerado o fuera de la fuerza de trabajo (desalentados).
Es que las posibilidades que brinda la modernidad post-pandemia son bien desiguales. La desigualdad de oportunidades aquí se convierte en desigualdad de resultados. Por un lado, no todos reciben múltiples ofertas de trabajo. Pero por el otro, y más importante, no todos están en condiciones de tomar más de un empleo o de crearse los suyos. Hay todavía muchos lugares, de las ciudades y de zonas rurales, que no tienen acceso a Internet de calidad.
Además, las diferencias de género no pueden dejar de mencionarse. Las tareas domésticas, repartidas de manera tan desigual entre hombres y mujeres, imposibilitan a algunas a tomar más tiempo para el trabajo principal, menos para un segundo empleo. De hecho, la tenencia de más de un empleo es más marcada entre los hombres (15%) que entre las mujeres (12%).
El que no todos estemos igualmente preparados para aprovechar las oportunidades del mundo moderno no es algo nuevo. Ya lo teníamos hace buen tiempo. Pero esto probablemente abra nuevos caminos para la desigualdad. Esto puede ser inconveniente hacia el futuro porque si las oportunidades se concentran en unos pocos, la posibilidad de innovar se reduce.
Ahora bien, la mirada propuesta en los párrafos previos es parcial. Así como la tenencia de segundo empleo puede ser vista como una oportunidad, también puede ser vista como una señal de precarización de las condiciones de vida. Quienes no logran que sus cuentas familiares cuadren se ven en la necesidad de salir a buscar más de una fuente de ingresos.
Los datos también pueden dar cuenta de ello. De hecho, la tenencia de más de un empleo ha aumentado más entre las personas con menor escolaridad. El salto más grande entre 2001 y 2019 se da entre las personas con estudios de primaria completos, presumiblemente quienes generan menores ingresos laborales. Para ellos la tenencia de segundo empleo casi se duplicó.
Para las personas con educación superior universitaria (completa o incompleta) la tenencia de segundo empleo se mantuvo constante o cayo ligeramente en las últimas dos décadas. Probablemente para esos trabajadores la jornada a tiempo parcial es menos factible y hay menos necesidad de conseguir un segundo empleo.
Sin embargo, como casi siempre sucede con los problemas empíricos interesantes, la evidencia es mixta. Al hallazgo de mayor aumento en la tenencia de segundo empleo entre los trabajadores con menor calificación se contrapone este otro: la tenencia de segundo empleo no ha crecido más entre las personas de menores ingresos. De hecho, el crecimiento ha sido casi homogéneo a lo largo de toda la distribución de ingresos de los hogares.
Este último resultado, no obstante, debe ser tomado con su grano de sal. Es altamente probable que los problemas de causalidad inversa entre tenencia de mas de un empleo y los ingresos del hogar sean mas fuertes que los de tenencia de más de un empleo y la educación del trabajador. De aquí puede salir un paper…
De una u otra forma, estos hechos estilizados abren también interrogantes para el futuro de la protección social. Hoy ella está pensada sobre un paradigma de un-trabajador-un-empleo que quizás resultaba incuestionable medio siglo atrás, pero ya no.
Si la afiliación de un trabajador (y su familia) a EsSalud depende de la cotización que se haga en un empleo. ¿Qué necesidad habría de cotizar en el segundo empleo? Algo similar puede preguntarse con las pensiones en el régimen de la ONP. Para las pensiones en el régimen privado, donde el monto de la pensión depende de los montos de contribución acumulados y sus intereses, en contraste, esto no sería un problema.
Aquí tenemos, entonces, una razón adicional para repensar los paradigmas de la protección social, moviéndonos hacia la noción que dicta que hay que proteger a las personas, no a los empleos. Esto seguramente nos llevaría a reflexiones mayores sobre la legislación laboral. ¿Qué significa una relación laboral? ¿Qué significa la formalidad de la misma? ¿Cómo debemos entender los cambios de empleo, ahora que serán mucho más frecuentes? ¿Qué significa eso para las reinvenciones laborales y la educación continua? Pronto tendremos que enfrentarnos a ellas.