Nuestra matriz productiva y la maldición de la distancia

Chile es —y siempre ha sido— un exportador de productos intensivos en recursos naturales. Esto causa preocupación entre algunos analistas, los que proponen una “política industrial” que favorezca a ciertas industrias. Por ejemplo, aprovechar la abundancia de litio para desarrollar una industria de baterías y, eventualmente, de vehículos eléctricos.

Los académicos César Hidalgo y Ricardo Hausmann elaboraron un índice que mide cuán “complejas” son las exportaciones. Si bien esta medida no es perfecta, es útil para esta conversación. De acuerdo con ella, Chile exporta productos muy básicos. Estamos en el lugar 72 en el ranking de complejidad, entre 133 países.

Los temas centrales de este debate son tres: ¿Por qué está Chile en esta posición desmejorada? ¿Es este el resultado de políticas neoliberales? ¿Hay atributos estructurales que explican esta situación?

Según el Atlas of Complexity, 19 de los 20 países con mayor complejidad pertenecen a la OCDE (Japón es número 1). Treinta y uno de los países de la OCDE están en los primeros 40 lugares. Chile es penúltimo en la OCDE. Hay tan solo cuatro países de la OCDE por debajo del lugar 50.

¿Cuáles son las tres naciones que, junto con Chile, están debajo del puesto 50? ¿Comparten alguna característica con Chile? ¿Por qué estos países no han implementado una política industrial activa?

Las respuestas son las siguientes. Además de Chile, los países con estructuras “no complejas” en la OCDE son: Nueva Zelandia (puesto 53), Grecia (54), y Australia (83); ninguno de ellos ha seguido un modelo neoliberal. Grecia es muy diferente a los otros tres, ya que 60% de sus exportaciones son servicios (turismo y transporte).

Los tres países restantes —Nueva Zelandia, Chile y Australia— tienen varias características estructurales que los hacen similares entre sí, y que explican, en parte importante, por qué no exportan bienes “complejos”: (1) Están muy lejos de los grandes mercados. De hecho, estos son los tres países más “aislados” de la OCDE. También tienen pocos vecinos económicamente “confiables”. (2) Son los únicos tres países de la OCDE al sur del Ecuador. (3) Los tres países tienen enormes acervos de recursos naturales. Según la OCDE están en el 20% superior en recursos naturales por habitante.

Hoy en día ningún producto se fabrica 100% en un solo país. Sus componentes cruzan las fronteras una multitud de veces; van y vienen, y vuelven a ir, hasta que el proceso se completa cerca de los grandes mercados. Un país aislado, por tanto, no puede participar en forma eficiente en estas cadenas. El costo de transporte lo hace prohibitivo. Además, sin vecinos de confianza, no puede formar un “compacto productivo” eficiente y competitivo.

Además de aislados, estos tres países tienen abundantes recursos naturales. Después de Noruega, los países más ricos de la OCDE son Australia y Nueva Zelandia. Chile los sigue unos pocos puestos más abajo.

El aislamiento geográfico y la enorme abundancia de recursos naturales explican por qué Australia y Nueva Zelandia, al igual que Chile, no exportan productos “complejos”, y están bajo el puesto 50 en el ranking global. Estos resultados también explican por qué estos países no han adoptado una política industrial activa, donde funcionarios con buenas intenciones eligen “industrias ganadoras” y sofisticadas. No lo hacen, porque no les conviene, porque es una mala idea, porque para ello es una política ineficiente.

Por nuestra ubicación geográfica, Chile nunca será tan complejo como México (13) o Corea (4), Noruega (43) o Canadá (39). Pero, desde luego, sería positivo desarrollar, eficientemente, sectores de mayor sofisticación y valor agregado. Hay buenas y malas maneras de hacerlo. Lo correcto es desarrollar nichos asociados a nuestros recursos naturales, o nichos intensivos en informática e inteligencia artificial.

Esta estrategia empieza por mejorar la educación a todos los niveles, especialmente el técnico. Precisamos una fuerza laboral astuta, con capacidades analíticas, adaptable, y crecientemente bilingüe. Mientras 50% de los chilenos sean analfabetos funcionales, no podremos entrar con inteligencia a la carrera de la complejidad.

Un paso fundamental, y de acción inmediata, es reencauzar, agresivamente, las Becas Chile: menos economistas, sociólogos, cientistas políticos y literatos; más ingenieros, técnicos, matemáticos y científicos. Contar con ese talento no derrotará la “maldición de la distancia”, pero puede ayudarnos a producir, eficientemente, bienes más complejos y sofisticados.