De acuerdo a la encuesta de empleo del INE, hoy hay alrededor de 1,8 millones menos de personas ocupadas que hace un año atrás. Las crisis económicas siempre afectan el empleo, pero esta vez ha sido distinto: a diferencia de lo habitual, el empleo más afectado ha sido el femenino. En efecto, si bien las mujeres ocupan algo más del 40% de los puestos de trabajo en el país, la mitad de aquellos que se han perdido han sido puestos ocupados por mujeres.
Las fluctuaciones cíclicas suelen ser más intensas en sectores como la construcción y las manufacturas que proporcionalmente emplean a hombres. Esta vez, los sectores más afectados han sido aquellos que requieren más intensamente de la interacción entre personas, ya sea en el consumo o en la producción. Cuatro sectores de estas características explican dos tercios de la pérdida de empleos femeninos: el comercio, el trabajo en casa particular, los hoteles y restaurantes, y la enseñanza.
Mientras no haya una vacuna, seguramente la actividad productiva de estos sectores seguirá rezagada, y con ello también el empleo de las mujeres. A ello se agrega que mientras las escuelas sigan cerradas, serán ellas quienes probablemente asuman la responsabilidad del cuidado de niñas y niños en el hogar. Esta situación dificulta incluso el trabajo de aquellas mujeres que, por sus ocupaciones, tienen la posibilidad de trabajar a distancia.
El Gobierno ha anunciado un importante plan para la reactivación económica, cuyo pilar central es un conjunto de iniciativas de inversión pública en infraestructura hídrica y logística, y en vivienda. La evidencia internacional muestra que iniciativas como estas tienen el potencial de generar un impacto importante en la actividad económica. Sin embargo, se trata de empleo directo casi puramente masculino: en tiempos normales, menos del 10% de la ocupación total en la construcción es femenina.
El plan del Gobierno incluye, además, extender temporalmente el Bono al Trabajo de la Mujer (BTM) desde el tramo del 40% del Registro Social de Hogares (RSH) al tramo del 60%, para así favorecer el empleo femenino. Dado el diseño del BTM, es improbable que esta extensión genere un efecto importante en las oportunidades laborales de las mujeres. Ello, porque el programa tiene otras restricciones de acceso mucho más relevantes que el tramo vulnerabilidad en el RSH.
El BTM, creado en el año 2012, entrega recursos a mujeres en edades entre los 25 y 59 años, y cuyas remuneraciones brutas mensuales no exceden los $475 mil. También entrega beneficios a sus empleadores. El monto del beneficio varía con el salario pactado. En el caso de una trabajadora que percibe el salario mínimo, el subsidio es de $31.000 al mes para ella y de $15.000 para su empleador. Finalmente, el bono se paga a la mujer por a lo más cuatro años continuos y al empleador, por a lo más dos.
Es este bajo monto del subsidio, junto a las restricciones temporales y de edad, y la cobertura concentrada en salarios bajos, lo que impide llegar a un grupo más amplio de mujeres. Estas barreras son mucho más importantes que el tramo del RSH cubierto. Esos son los cambios que habría que implementar si se desea recuperar el empleo femenino perdido por esta vía. Por lo demás, son modificaciones que se debiesen hacer en forma permanente para darle relevancia real a la herramienta.
Junto a esta extensión del BTM, el Gobierno ha anunciado la creación de un subsidio temporal en beneficio de trabajadores desempleados o suspendidos. De acuerdo a información de prensa, se trataría de un subsidio bastante más generoso que el BTM y que cubriría contratos por remuneraciones hasta el millón de pesos mensuales. Se trata de un diseño interesante, con potencial de impactar el empleo, pero que, en las condiciones actuales beneficiará desproporcionadamente a los hombres. Todo diseño “neutral”, que no atienda las dificultades específicas que enfrentan las mujeres hoy para emplearse, tendrá ese efecto.
Para equiparar las condiciones de género, entonces, hay que hacerse cargo de esas dificultades específicas. Por ejemplo, el subsidio temporal al empleo podría ser diferenciado por género, o podría ir acompañado de un subsidio al cuidado de niños, adultos mayores u otros dependientes. Estas medidas podrían ser complementadas con transferencias directas a mujeres que operan emprendimientos informales. Asimismo, se puede apoyar de manera especial a los sectores que emplean mujeres, facilitando su transformación sanitaria para que puedan seguir funcionando a pesar de las exigencias de distanciamiento físico. Finalmente, la inversión en infraestructura también puede incluir avances en la infraestructura para el cuidado.
Para que la reactivación sea equitativa, el plan que la sustenta no puede ser ciego a las distintas realidades laborales de hombres y mujeres. Previo a la crisis del covid-19, las brechas ocupacionales de género se habían ido cerrando paulatinamente. Las medidas para enfrentar la pandemia deben asegurar lo ganado en equidad de género y sentar las bases para una reactivación inclusiva.