De carambola, el retiro de ahorros previsionales gatilló un debate en torno al no pago de las pensiones alimenticias en el país. En solo tres días, el Poder Judicial recibió más de 160 mil solicitudes de terceros, la vasta mayoría mujeres, para retener dineros que podrían ser destinados al pago de tales cuentas impagas. La novedad sería la abundancia de “papitos corazón”. La historia, sin embargo, es vieja. Desde 2013 ingresan anualmente a los tribunales de familia más de 150.000 causas por pensión alimenticia. ¿Qué hay tras estas cifras?
Durante las últimas décadas la paternidad ha evolucionado. La reducción de brechas por género en educación y empleo, entre otras cosas, alteró la imagen del padre como mero proveedor de recursos económicos y espectador en la crianza. En hora buena, pues la ciencia ha demostrado que su activa presencia promueve el desarrollo de los retoños en múltiples dominios. Si el progenitor ofrece y de él se demanda más compromiso parental, se benefician familia y sociedad.
Y, obviamente, tal evolución ha venido acompañada de un cambio en el concepto de pareja y las dinámicas de familia. En la actualidad, padre y madre son actores individuales, con objetivos y deseos propios. Quizás es una visión más individualista, incluso egoísta, pero que no tiene por qué afectar el interés superior de los hijos. De hecho, mientras el bienestar de ambos padres aumente con la felicidad de los retoños, los incentivos están alineados. Incluso el más egoísta de los padres debería querer compartir los costos de la crianza. ¿Por qué? Un peso de él aporta al bienestar mutuo, lo mismo que un peso de ella. La suma de los recursos genera, entonces, mayor felicidad y satisfacción agregada que la contribución de cada uno por separado. Todo cuadra hasta acá.
El problema, claro, es cómo evitar el comportamiento oportunista de un progenitor que quiere “disfrutar” hijos sin poner ni uno (free rider). El contrato, ya sea matrimonio o unión civil, ofrece un marco institucional para asegurar tal coordinación. De hecho, la ausencia de ese vínculo hace necesaria la intervención de un tercero (el tribunal) para rectificar cualquier mala conducta. ¿Y si falla la intervención? Simple: con recursos insuficientes se puede afectar el futuro del descendiente. Quien era llamado a ser su héroe termina siendo el rufián.
La columna podría terminar aquí. Quejándose de la ineficiencia de los tribunales por no apurar los trámites y anticipando cómo la feroz crisis económica abultará el número de pensiones alimenticias impagas. Pero hay una segunda carambola en la historia. Saquemos los “trapitos” al sol. Quizás las 160 mil solicitudes de la semana son una manifestación de un problema superior. Tome nota: el 34% de quienes tienen hoy 30 años en Chile nació fuera del matrimonio. La cifra alcanza un 50% entre quienes tienen 20 años y un increíble 73% entre los menores de 5 años (la mayor de la OCDE). Más allá de la plata, la presencia del padre y su relación armónica con la madre son piezas fundamentales del desarrollo del menor. ¿Cuánto le cuesta a la sociedad chilena ese distanciamiento social?