Las economías, a nivel agregado, son cíclicas. A veces crecen por sobre su tendencia, a veces por debajo. La macroeconomía describe estos ciclos como temporales, pues tarde o temprano, las economías vuelven a sus tendencias previas. La crisis causada por la pandemia covid-19, aun cuando tenga una magnitud insospechada y una duración aún desconocida, es un evento temporal.
El concepto de temporalidad se refiere a la economía como un todo. Sin embargo, estas fluctuaciones tienen impactos económicos que pueden ser permanentes a nivel individual. Este es el caso, por ejemplo, de una empresa que cierra para siempre porque, a pesar de ser solvente en tiempos normales, no tiene liquidez para enfrentar una recesión.
Una amplia literatura empírica ha demostrado que las crisis, si bien son temporales, tienen efectos duraderos sobre los trabajadores. Por ejemplo, se estima que los despidos masivos llevan a que los trabajadores desplazados no recuperen su nivel de ingresos ni siquiera 20 años después del despido, obteniendo en plazos largos remuneraciones totales que son fácilmente 20% menores que las de trabajadores comparables que no fueron despedidos.
La salud de los trabajadores que pierden sus empleos también se ve afectada. Algunas mediciones muestran aumentos en la incidencia de enfermedades asociadas al estrés, como ataques cardíacos y derrames cerebrales. Un estudio en particular estima que ello conlleva una reducción en la esperanza de vida de hasta un año y medio.
Los hijos de padres que pierden sus empleos también se ven afectados. Por un lado, logran un menor desempeño escolar; por el otro, obtienen menores ingresos en su adultez. A ello se agrega una mayor tasa de rupturas familiares.
En la misma línea, de acuerdo a una literatura complementaria, los jóvenes que ingresan al mercado laboral en una situación recesiva demoran más en encontrar su primer empleo y obtienen ingresos que son menores, por al menos 10 años, que los de jóvenes comparables que tuvieron la suerte de graduarse de sus estudios en tiempos normales.
Así, perder el empleo significa perder más que ingresos temporales. A ello se suma que el trabajo en sí es esencial en la vida de las personas, más allá de los ingresos que reporta. De hecho, sabemos que las personas en situación de pobreza no reducen sus horas de trabajo cuando se les entregan beneficios monetarios. En la misma línea, las personas de más altos ingresos no modifican su esfuerzo ante cambios en las tasas marginales de impuestos a la renta que enfrentan. Esto sugiere que el trabajo produce algo más que ingresos, posiblemente un sentimiento de hacer algo útil, de impactar en forma positiva a la sociedad o de satisfacción por el logro y desarrollo personal.
La crisis de estos días tendrá efectos más o menos duraderos sobre las personas según las medidas que se tomen y con qué velocidad se implementen. Central es evitar que mientras se contienen los contagios, las empresas cierren y que los trabajadores sean despedidos. Ya se ha tomado medidas en esta dirección, las que se pueden fortalecer y extender, por ejemplo, estableciendo mecanismos y criterios claros de apoyo a las empresas grandes que lo necesiten.
Una vez superada la etapa de los contagios, será importante estimular la economía, tanto desde lo monetario como desde lo fiscal. Aun así, es posible que muchos trabajadores pierdan sus empleos y/o se demoren en conseguir uno nuevo con todas las consecuencias que aquello puede acarrear. Por ello, sería positivo comenzar hoy a diseñar estrategias que ayuden a los trabajadores eventualmente desplazados a reiniciar sus carreras, lo que puede incluir apoyo al reentrenamiento y la movilidad geográfica.
Estas estrategias también pueden incluir financiamiento fiscal de servicios que usan intensivamente los servicios del trabajo —sin que sea el sector público, necesariamente, quien provea los puestos laborales—. Ello debiese ir más allá de las labores de aseo o de mantenimiento de plazas que típicamente ofrecen los programas de emergencia hoy. Pueden extenderse, por ejemplo, al cuidado de adultos mayores y labores de apoyo en educación y salud, ocupaciones que, dado el avance tecnológico y el cambio demográfico, probablemente tengan demanda en un futuro cercano.
Cómo se maneje esta crisis y con qué eficacia y velocidad se implementen medidas, tanto en la etapa actual de contención de contagios como en la posterior de recuperación, será determinante en los efectos permanentes que pueda dejar esta crisis temporal.