El envejecimiento de las personas es un proceso de cambios complejos. Estos cambios están asociados no sólo a las pérdidas de capacidades físicas y mentales, sino también a las interacciones que tenemos con los entornos que habitamos a lo largo de la vida.
Por un lado, tal y como lo señala un estudio realizado por la Organización Mundial de la Salud (OMS) en 2015, la capacidad física (y mental) en la vejez está determinada por los cambios fisiológicos que experimentamos y el mayor riesgo de enfermedades crónicas al que estamos expuestos. Hay evidencia que señala que, después de los 60s, enfrentamos un aumento significativo de la pérdida de audición, visión y movilidad asociada a la edad y a las enfermedades no transmisibles (i.e. cardiopatías, accidentes cerebrovasculares, enfermedades respiratorias crónicas, entre otras). Adicionalmente, se observa que muchos de nuestros adultos mayores presentan más de un problema crónico al mismo tiempo (por ejemplo, diabetes e hipertensión), y que sus estados de salud varían mucho según la trayectoria que toman sus enfermedades. En un adulto mayor, por ejemplo, la insuficiencia cardíaca congestiva puede tomar distintas trayectorias y eso tiene un impacto en sus necesidades de salud y su capacidad física.
Por otro lado, el estudio señala que salud en la vejez no solo debe entenderse como la ausencia de enfermedades o el control de las mismas (ver teoría de Rowe y Kahn (1987) para más detalles), sino también como éstas interactúan con el entorno y afectan la funcionalidad de nuestros adultos mayores. Por ejemplo, un adulto mayor con capacidad física limitada puede conservar su movilidad utilizando un dispositivo de apoyo y buses de transporte público con facilidad de acceso para personas con discapacidad. Pero, si el adulto mayor es pobre y no tiene recursos para adquirir el dispositivo o reside en un área sin transporte público, su movilidad se verá seriamente limitada. A esta interacción entre la capacidad física y el entorno se le conoce como la capacidad funcional, a la cual se le define, finalmente, como las características de salud necesarias que permiten al adulto mayor ser y hacer lo que es importante para él.
En este contexto, el envejecimiento saludable se define como el proceso de mantener y fomentar la capacidad funcional del adulto mayor de modo que le permita tener bienestar durante su vejez (WHO, 2015). El entorno del adulto mayor juega un rol muy importante en esta definición porque ayuda a desarrollar más su capacidad física y en el tiempo afecta la trayectoria de su envejecimiento. Por ejemplo, un buen sistema de transporte público, buen acceso a servicios de salud, atención efectiva de sus enfermedades, cuidado preventivo, redes sociales fuertes y apoyo familiar contribuyen a optimizar la trayectoria del envejecimiento.
Para ilustrar esto, la siguiente figura muestra tres trayectorias hipotéticas de capacidad física de tres adultos mayores que comienzan a una misma edad, por ejemplo 60 años. El adulto mayor A tiene una trayectoria óptima de su capacidad física hasta el final de su vida. El adulto B tiene una situación similar hasta un punto donde un evento de salud provoca una caída repentina en su capacidad física. El adulto C presenta una caída constante en su capacidad física. En todos los casos, los adultos mueren aproximadamente a la misma edad, pero gozan de distintos niveles de capacidad física. El caso del adulto mayor A podría ser el caso de un individuo con recursos económicos suficientes para acceder a los dispositivos que necesita, con acceso a servicios de salud de calidad y con información necesaria para tener una dieta saludable. El adulto mayor B tiene características similares, pero sufre un accidente repentino en un momento del tiempo y esto provoca una caída en su capacidad. Observamos en este caso, que el adulto mayor se recupera parcialmente debido a que, por ejemplo, accede a algún dispositivo o terapias de rehabilitación. El caso del individuo C, por ejemplo, podría reflejar la situación de los adultos mayores que viven en situación de pobreza y que han tenido acceso limitado a una alimentación saludable y/o no han tenido acceso a servicios básicos y de salud adecuados durante toda su vida, lo que estaría produciendo una disminución continua de su capacidad física. Además, al continuar siendo pobres hoy, es probable que vivan en distritos pobres con baja calidad de servicios médicos y un entorno más desfavorable, y por consiguiente, tendrán una baja capacidad funcional. Es interesante notar también que estas trayectorias muestran la heterogeneidad de los adultos mayores a nivel individual y reflejarían que la capacidad física no necesariamente se asocia significativamente con la edad.
Figura. Trayectorias hipotéticas de capacidad física
El envejecimiento saludable nos plantea nuevos retos como sociedad y la necesidad de pensar en políticas de salud integrales a lo largo del ciclo de vida, que promuevan estilos de vida saludables, prevención y atención oportuna de enfermedades crónicas, ciudades con facilidades que permitan a la población adulta mayor ser independiente y hacer lo que es importante para ella.
Desde la academia, un primer paso podría ser empezar a medir adecuadamente el estado de salud de los adultos mayores a través de encuestas especializadas porque las encuestas tradicionales de hogares, generalmente, tienen módulos de salud pensados en la población adulta o de niños, pero no están enfocadas en la salud de los adultos mayores. Tampoco consideran la trayectoria de las enfermedades (ver el caso de la Encuesta Nacional de Hogares (ENAHO), Encuesta Demográfica y de Salud Familiar (ENDES) para Perú). Sólo desde 2012, existe en Perú una encuesta llamada “Encuesta de Salud y Bienestar del Adulto Mayor” (ESBAM) que en ese año recogió información de línea de base para la evaluación de impacto del Programa “Pensión 65” y, en 2015, recogió información de seguimiento. Esto constituye un gran avance para conocer y medir mejor la salud y bienestar de los adultos mayores así como el proceso de envejecimiento en Perú. Sin embargo, la ESBAM no es de acceso público, no recoge datos a nivel nacional y sólo abarca a una muestra de adultos mayores que sirve para la evaluación de Pensión 65. La información por tanto no es representativa de toda la población adulta mayor del país. Queda, entonces, trabajo pendiente por hacer.
Referencias
Lu, W., Pikhart, H., Sacker, A. (2019) Domains and Measurements of Healthy Aging in Epidemiological Studies: A Review. The Gerontologist 59(4): e294-e310.
Rowe, J. W., & Kahn, R. L. (1987). Human aging: Usual and successful. Science (New York, N.Y.), 237, 143–149.
World Health Organization (2015). Informe mundial sobre el envejecimiento y la salud.