La semana pasada presenté un ejercicio muy simple, basado en una demanda de dinero, para argumentar que la inflacion no se ha podido conquistar porque hubo una emisión de moneda demasiado alta. La explicación no se reduce a la experiencia argentina de los últimos años. No existe ningún caso de inflación alta y crónica donde la emisión no haya acompañado a la inflación.
¿Por qué los bancos centrales emiten dinero de manera excesiva si genera inflación? En general, lo hacen para financiar al gobierno, cuando este gasta más de lo que recauda. ¿Fue este el caso de la Argentina de los últimos cuatro años? Hasta cierto punto sí, pero no del todo.
Es cierto que el gobierno gastó más de lo que recaudó, pero también es cierto que una parte importante de ese déficit, se financió con deuda. Hasta que el mercado se secó y hubo que llamar al FMI. Y ni con ese apoyo, descomunal en tamaño, hemos podido evitar la crisis.
El equipo económico de Cambiemos heredó una situación muy crítica: un default que le impedía colocar deuda, un cepo cambiario, un Banco Central casi sin reservas y un déficit fiscal muy alto.
La estrategia elegida fue resolver el default y salir el cepo en los primeros meses. Eso lo hizo de manera muy exitosa, lo cual eliminó la pérdida de reservas y abrió la posibilidad de reducir el déficit fiscal de manera gradual. Esos déficits residuales y decrecientes de los primeros años, se podían entonces financiar con deuda.
Pero ese gradualismo no sucedió. En la Figura 1, se grafica el déficit primario (eso es el gasto corriente menos los ingresos corrientes) y el déficit total (el primario más el pago de intereses de la deuda). Ambos se grafican como proporción de los ingresos corrientes del gobierno nacional.
Figura 1
En la Figura se pueden apreciar los superávits de la época de Nestor Kirchner (deja la presidencia en el 2007, y los superávits continúan hasta el 2010 – año de su muerte). También se puede apreciar cómo esa sana política fiscal empieza a deteriorarse en el 2011. Para el cambio de gobierno en el 2015, el déficit total llegaba a la disparatada cifra del 25% de los ingresos totales del año.
Finalmente, también se puede apreciar que el gobierno que asume en 2016, no realiza ningún gradualismo: el déficit empeora durante los dos primeros años y recién empieza a bajar en el 2018, año en donde el ajuste empieza a partir del programa con el FMI.
Primera pregunta: ¿Estaríamos hoy en una crisis si el deficit del 2016 hubiera sido de 18% de los ingresos en vez de 29%, el del 2017 hubiera sido del 11% en vez del 32% y en el 2018 hubiera sido 5% en vez de 28%?
Segunda pregunta: Dada la historia, ¿fue buena idea negociar con los holdouts?
Para terminar: En el año 2010, muy poco después de la muerte de Nestor Kirchner, escribí este post.
Allí planteaba que si no se controlaba el déficit – tal como se había hecho desde el 2003 hasta el 2010 – nos iba a ir mal. Casi diez años después, la sensación de deja-vu es infinitamente desagradable.
¿Aprenderemos alguna vez la lección?